A Juan Dies la música mexicana le viene de cuna. Se crió en San Luis Potosí y aunque desde los 18 años migró a Estados Unidos, el folclor de sus orígenes los presume, los explota y los difunde a través de los ritmos de los pueblos originarios y la enseñanza de música en español. Hoy, no solo es cofundador de Sones de México, agrupación dos veces nominada al Grammy, sino además miembro del Comité Organizador de 2020, el Año de la Música en Chicago.

Se dice que Chicago tiene más mexicanos que Acapulco, ¿será?

Eso nos dijo un cónsul cuando nos visitó: que Chicago era la quinta ciudad con más mexicanos en el mundo, después de Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y Los Ángeles. Pero, no sé. Lo cierto es que hoy sumamos 1.7 millones en el área metropolitana de Chicago.

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Entre tantos mexicanos en Chicago, ¿cómo se encontraron los integrantes de Sones de México?

Era 1994 y Amparo Ochoa acababa de fallecer, y Zazhil, el grupo que la acompañaba, se separa. Su director, Víctor Pichardo, se muda a Chicago y lo conozco. Luego nos encontramos con René Cardoza, quien había bailado para Amalia Hernández y entonces trabajaba como valet parking, y le dijimos: “René, ¿qué haces aquí? Vente con nosotros”, y le enseñamos a tocar música. Y también estaba Gonzalo Córdova, un cantante de trova en los clubes de Chicago. Nos reunimos y en seguida se amalgamó.

¿Desde el principio como Sones de México?

Cuando empezamos a tocar no teníamos ni nombre, pero nos invitaron a una galería del barrio Pilsen a inaugurar una exposición conmemorativa de la muerte de Emiliano Zapata. Armamos un repertorio con música tlapaneca, sones de la Huasteca, de Veracruz, de la Costa Chica, de Chiapas, y la gente quedó impactada; hicieron círculo. René bailó “La Iguana” y de pronto ya no cabía la gente. Ese año hicimos 60 presentaciones, al siguiente 120, y llegamos a más de 200 posteriormente. En el 97 grabamos nuestro primer disco y en 2002 el segundo. En 2007 sacamos el tercero y con él obtuvimos dos nominaciones a los Grammy, uno al latino y el otro al americano.

¿Que se hable tanto español en Chicago ha sido la clave de su éxito?

Nuestra clave ha sido no mantenernos insulares dentro de la comunidad mexicana, porque aún hay mucho aislamiento de nuestras comunidades en Estados Unidos. Nosotros optamos por abrirnos e invitar a aquellas personas que tienen miedo de la cultura mexicana, les enseñamos que no les pasa nada si bailan nuestra música, si la disfrutan, y lo hemos hecho explicándoselos en inglés. Traducimos las letras, los educamos y creo que mediante la música estamos combatiendo el racismo, la xenofobia… entramos a las escuelas afroamericanas, a las blancas, o lo que sea, y les contamos de los indígenas purépechas de México, por ejemplo, de sus creencias, su filosofía sobre los elementos naturales, o de los nahuales. Me gustaría pensar que, con nuestros programas, estamos mejorando nuestra condición en Estados Unidos.

¿Con la música encontraron la forma de comunicarse sin compartir el mismo idioma?

Eso se llama comunes denominadores. Una vez nos visitó un músico veracruzano y estábamos tocando un disco compacto con el Concierto de Brandeburgo, de Johann Sebastian Bach y dice: “eso es como un zapateado jarocho, ¿no?”. Y con esa idea decidimos sacar las jaranas y rasgar un son jarocho encima de la melodía, tal como la escribió Bach. Hicimos un arreglo muy interesante junto con el Quinteto de Metales de la Orquesta Sinfónica de Chicago sin alterar a Bach, sin alterar lo mexicano. Funcionó. De esos empalmes salió algo revelador.

¿Vienen con frecuencia a México?

¿A tocar? Nunca. No nos ha invitado a tocar aquí. Es una crítica para ustedes.

¿De verdad?

No quieren importar música mexicana del extranjero, pero nosotros sí hemos llevado a muchos músicos mexicanos allá. Les hemos abierto las puertas. Nos gustaría, ¡ojalá!, que el año que venga nos inviten a México y podamos enseñarles lo que hacemos: al estilo de Chicago.

¿Al estilo Chicago?

Una cosa que ha distinguido a nuestro grupo y que tal vez solo se pudo haber dado en Chicago han sido las colaboraciones transculturales. Una vez tocamos con irlandeses; nosotros nos aprendimos uno de sus temas y ellos uno mexicano, y acabamos dando un concierto completo. Lo mismo sucedió con el blues y la Orquesta Filarmónica de Jazz de Chicago, y con el Quinteto de Metales de la Orquesta Sinfónica de Chicago, todo sin abandonar las pautas de la música mexicana y sin comprometer la autenticidad de lo que estamos haciendo. Le pudimos encontrar los comunes denominadores con música de otras partes y celebrar la música mexicana.

2020 es el Año de la Música en Chicago y también es importante para Sones de México…

Este 2020 cumplimos 25 años, el 11 de septiembre. Vamos a celebrar en el Millennium Park, con un concierto gratuito. Queremos traer a músicos de otras naciones, de otras culturas a tocar música mexicana. Será un gran espectáculo, y además coincidimos con el Año de la Música en Chicago.

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