La tradición del Altar de Dolores, que data del siglo XVII, es una de las más extendidas en México y su arraigo se debe a que une el arte con la fe. Por esta razón, diversos museos exhiben esta instalación cada Semana Santa y es en el Viernes de Pasión, que hoy se conmemora, cuando adquiere un mayor significado.

Este culto a la Virgen de los Dolores, “patrona de los hogares, confidente de las aflicciones domésticas y defensora de la honra familiar”, se efectuaba durante la época virreinal tanto en las casas como en los templos.

En la iconografía cristiana, la Virgen María, en sus diferentes advocaciones, es uno de los personajes más importantes y representados en cuadros y esculturas. Esta devoción proviene del siglo XIII, cuando se funda en Italia la Orden de los Siervos de María o ‘servitas’”, ha comentado la arqueóloga Reina Cedillo Vargas.

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Los altares de Dolores, que rememoran el sufrimiento de la Virgen María por la crucifixión y la muerte de su hijo Jesús y se montan ocho días antes del Viernes Santo, forman parte del patrimonio cultural inmaterial del país, aclara el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por lo que diversos espacios históricos exhiben esta manifestación cultural, entre los que destacan el Museo del Carmen y el Museo Nacional de las Intervenciones.

Este año, el Altar de Dolores del Museo del Carmen integra “tres obras excepcionales”: se trata de una escultura policromada de vestir de la Virgen de la Soledad, que data del siglo
XVIII y que por primera vez se presenta fuera de su sede, y dos óleos de la Virgen de los Dolores, uno firmado por José de Ibarra, en 1752, y otro de autor anónimo pintado en 1775. Todas procedentes del Museo del Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas.

La ofrenda se complementa con elementos característicos de la simbología del Altar: diversos germinados en piezas de barro, naranjas agrias adornadas con banderitas, aguas teñidas de colores, esferas de vidrio azogado y lágrimas de vidrio transparente o plateado elaboradas por artesanos mexicanos.

La Semana Santa ha sido un referente para los mexicanos, independientemente del tipo de fe que se profese. Somos un pueblo, en su mayoría, con bagaje católico y el Altar de Dolores es una tradición ancestral, enclavada en el imaginario popular”, afirmó Eva Ayala Canseco, titular del recinto, cuyos vecinos participan activamente en el montaje de las piezas.

El altar se encuentra en la Sala Tradiciones de San Ángel (El Refectorio) del Museo del Carmen (avenida Revolución 4, San Ángel) y estará abierto hasta el 28 de abril.

Por su parte, el Altar de Dolores del Museo Nacional de las Intervenciones incluye la figura de la Dolorosa al centro, rodeada por jícaras o cestos y toronjas incrustadas con banderitas de papel picado, dorado o plateado, que aluden a la amargura.

Además, se colocan vitroleros y jarrones con agua teñida de colores, que representan las lágrimas de la Virgen María; mientras que las semillas germinadas (amaranto, chía, cebada, alpiste) simbolizan la vida, la inmortalidad y la esperanza de la resurrección. También se depositan esferas de cristal de colores y cirios, lámparas de aceite o velas de cera escamada, describe el INAH en un comunicado.

La muestra, que estará montada en el Portal de Peregrinos hasta el 12 de mayo, este año está dedicada a los recuerdos de madame Calderón de la Barca, publicados en el libro La vida en México, el cual recupera sus impresiones sobre la Semana Santa en esta capital. El museo se localiza en Calle 20 de Agosto s/n, en la colonia San Diego Churubusco, en Coyoacán.

Cedillo Vargas ha destacado el uso del ciprés, la palmera, el olivo o el cedro en los altares de Dolores, como símbolos de la Virgen, por ser siempre verdes, característica que los convierte en emblema de la vida duradera.

En la antigüedad se creía que la madera del ciprés no se corrompía, de ahí que se considerara símbolo de la inmortalidad; y también representa la angustia, el dolor, el duelo, la tristeza, pero a la vez significa la mansedumbre, la sabiduría y la esperanza”, explica la investigadora.

Estos elementos, presentes en el culto religioso desde la época de la Colonia, permanecen vigentes y se observan, sobre todo, en los altares de Dolores, que han sido enriquecidos con elementos contemporáneos.

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