Autor: Virginia Bautista

Con el miedo, la angus­tia y el desasosiego a flor de piel, la muerte rondan­do las calles, la soledad del encierro al que ha obli­gado el letal covid-19 y la sensación de “vivir el mis­mo día todos los días”, el escritor y médico Arnoldo Kraus (1951) empezó a es­cribir el 19 de febrero pa­sado un diario sobre “el virus que nos desnudó”.

Bitácora de mi pan­demia (Debate), publica­do en formato electrónico con prólogo del científi­co Antonio Lazcano, pro­ducto de varias relecturas de autores clave y de su apuesta por las ideas, es el resultado de la lucha aní­mica del narrador contra “ese enemigo minúsculo e implacable”.

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Para el profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM, el nuevo corona­virus es “una provocación contra la Humanidad, un desafío filosófico” que obli­ga a replantear los derro­teros de la vida, comenta a Excélsior en entrevista.

El libro es la suma de muchas reflexiones coti­dianas, algunas médicas, otras políticas, sociológi­cas, filosóficas y hasta poé­ticas. El tema central es nuestra relación con este virus, cuya existencia en la naturaleza se conocía, pero no se sabía lo mor­tal que podía ser para el ser humano.

Y digo que nos ha desnudado, porque en­frentamos a un agente in­feccioso desconocido que sigue muy vivo a un año de su aparición, contagiando a cientos de miles de per­sonas y cobrando miles de vidas en todo el mundo. De los 203 países que in­tegran la Organización de las Naciones Unidas (ONU), está presente en 198”, dice.

El autor de textos como Recordar a los difuntos, Decir adiós, decirse adiós y La morada infinita. En­tender la vida, pensar la muerte concluye que “no contamos con las armas suficientes para lidiar con el virus, con su poder de enfermar, de matar, de devastar la economía y de desnudar a los políticos.

Por supuesto que no culpo a los gobiernos de la emergencia del covid-19, pero sí de la forma en que han manejado este pro­blema. Los estados no han cumplido con su obliga­ción de proteger la salud de los ciudadanos. Muchos de los muertos eran perso­nas sanas; al principio se decía que eran viejos y con alguna enfermedad, pero no, los pobres han sido los más afectados. La gente reprueba la forma en que se ha enfrentado al virus”, afirma.

El miembro del Co­legio de Bioética admite que la emergencia sani­taria hizo que cuestiona­ra su papel como doctor. “Cuando hay pandemias, piensas qué tanto ha pro­gresado la medicina y qué falta. La ciencia médica ha hecho descubrimientos maravillosos a nivel mo­lecular y ha creado apara­tos impensables, que hace 50 años se considerarían ciencia ficción, pero ni aun así hemos podido detener este virus”.

Por eso, agrega, siente necesidad de apostar por las ideas. “Soy un gran ad­mirador de la ciencia, pero las ideas también son co­nocimiento y cultura. El ser humano es un ente de ideas que crea conoci­miento. Si no, continuaría­mos sepultándonos.

El mundo está enfer­mo, enfrenta diversas pan­demias. Lo vemos en la pobreza extrema de varios países, en las injusticias, en la falta de libertad. Cuando hablo de ideas me gustaría ponerles como apellido li­bertad, justicia, equidad, para lograr una mejor con­dición de vida”, indica.

SÓLO UN ALTO

Kraus detuvo su Bitácora de mi pandemia el pasa­do 11 de junio. “Pero care­ce de final, no la termino, hago un alto. Decidí en­viarla a la editorial para no repetirme. El virus si­gue vivo y cada vez más amenazador. Continúan apilándose cadáveres, los contagios no cesan, surgen brotes nuevos en países donde las infecciones ha­bían disminuido y el mun­do aguarda, esperanzado, el anuncio de medicamen­tos y vacunas eficaces. No estoy seguro si saldremos bien librados de esta pan­demia como humanidad”.

Confiesa que, “a pesar de que soy una persona escéptica, los primeros meses tenía esperanza, porque leíamos que la contaminación había dis­minuido, que los animales salvajes regresaban a las zonas de las que se habían ido, que los peces pobla­ron de nuevo los canales de Venecia.

Pero esas ideas han ido decayendo. Ahora estamos regresando a la realidad, al tratar de conjuntar la sa­lud con la economía, un binomio inseparable, que no todos los países pueden sostener. Si hay algo segu­ro es que estamos perdien­do la batalla contra el virus. Pensé que el final de año sería menos malo, pero no, me equivoqué”, señala.

Quien ha publicado, con ilustraciones del ar­tista plástico Vicente Rojo, la serie Apología del lápiz, Apología del libro, Apolo­gía de las cosas, Apología del polvo y Apología del papel –ya está lista la sex­ta entrega, Apología de la morada– destaca que otra desgracia de la pandemia es que no ha dejado mo­rir con dignidad ni hacer duelo.

Estamos hablando todo el tiempo de cifras y cifras, esto nos enfer­ma pero son necesarias. Sin embargo, los números son fríos, desoladores, no tienen nombres ni histo­rias detrás. El ser huma­no es único y la vida como la vivió es irremplazable. Con las muertes súbitas no hay forma de iniciar ni terminar el duelo. Se que­da una herida y un hueco en la gente, un gran enojo porque su ser querido mu­rió solo”.

El ensayista dice que se queda con varias reflexio­nes: los desempleados, los nuevos pobres, los jóvenes sin futuro, la desaparición de la escuela tradicional, los niños sin socializar, el crecimiento de la violencia familiar.

Arnoldo Kraus se pre­gunta si cambiará la hu­manidad, si modificarán sus derroteros los políticos o si se padecerán síndro­mes emocionales o depre­sivos. “Hoy no es posible responder. Quizá nunca se alcance el punto final. Por eso escribiré una segunda bitácora, para analizar todo el 2020, este año fatídico”.

Dice que prepara un nuevo libro, que reunirá los breves textos sobre la hu­manidad que ha publicado en su blog Mirar los días.

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