Por Juana Elizabeth Castro López

Colaboradora especial

De manera simplista nos catalogamos en buenos y malos, pero esto conlleva a perder la esencia de algo sumamente importante que se plantea desde hace muchos siglos en las principales religiones del mundo: todos somos creaturas de Dios. En el propio Génesis cristiano se señala que cuando “Dios miró todo lo que había hecho… consideró que era muy bueno”.  De acuerdo con esta religión y a la luz de lo que dice la Palabra de Dios, debiera plantearse otro modo de clasificarnos.

No hay buenos ni malos. En el libro de Proverbios se leen versículos donde se habla de los justos, rectos o prudentes en contraposición con los impíos o pecadores. Uno de esos proverbios señala: “La integridad de los rectos los encaminará; pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos”. “La justicia del perfecto enderezará su camino, mas el impío, por su impiedad caerá”.  

Conforme se lee este libro del Antiguo Testamento va quedando claro que no habla de buenos y malos sino de gente prudente e imprudente. Jesús habla no de los malos y los buenos sino de los prudentes y los insensatos. Él dijo: “cualquiera que oye mis palabras y las pone en práctica, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca”. “Cuando vino la tormenta golpeó contra aquella casa; “…y no cayó, porque estaba [cimentada] sobre la roca” (Mateo). “Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena…” cuando vino la tormenta dio con gran ímpetu contra aquella casa…y cayó, y fue grande su ruina”.

Anuncios

Esto significa que mientras el mundo divide a la humanidad en buenos y malos, Dios los clasifica en prudentes e insensatos. Los humanos perdemos el camino y la esencia de la vida cuando nos encasillamos en buenos y malos. 

Es distinto cuando en la perspectiva de la religión tratamos de entender el enfoque de Dios. Al vernos como prudentes e imprudentes, queda en nuestras manos el escoger bien, el elegir correctamente. Cuando nos dividimos en buenos y malos entonces surgen las grandes formas del mal en el mundo, el voluntarismo violento y la necedad corruptora, la envidia, la sospecha, las discordias, las enemistades, la división, la separación, el oprimido y el opresor; ese es el resultado de dividirnos como buenos y malos. Por todo esto y debido al triste devenir del mundo, se va haciendo necesario reflexionar sobre la forma en que Dios nos mira.

El sensato puede ser definido como alguien que hace lo correcto, en cuanto al sentido común; de alguna manera se compromete con su actuar, aunque cueste trabajo y conlleve más esfuerzo, porque sabe que resultará bien para él y su familia; como el hombre prudente que cava sobre la dura roca, para lograr un fuerte cimiento. En el cristianismo, las palabras de Jesús son una roca firme, para buen cimiento de la vida de cualquiera.

El malo es alguien que hace daño, lastima, roba al prójimo. Y todas esas cosas son imprudentes porque finalmente son en perjuicio de él mismo y lo convierten en blanco de maldiciones. Jesús también habló de esto, recordando que la ley dice que cualquiera que mate será culpable de juicio. Pero, él agregó: “…yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga Necio a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”. 

Entonces, el que mata, roba, destruye y se convierte en las manos de la maldad es un imprudente que finalmente se maldice a sí mismo y se auto condena al infierno y a perder la bendición divina. 

Cuando dividimos en malos y buenos, nunca decimos que el bueno Dios lo bendice y que el malo Dios lo maldice. ¡No!, esto no es así. No hay malo sino insensato que se maldice a sí mismo y no hay bueno sino prudente que, poniendo por obra el consejo de Dios, atrae así su perfecto favor.

La conclusión es la siguiente: hemos aprendido a catalogarnos en buenos y malos y lo mismo les enseñamos a nuestros hijos. Con esto lo que se consigue es una generación hipócrita, pues, ante la tradicional dicotomía se niega a auto catalogarse como mala. Y para lograrlo trastoca los hechos y llama bueno a lo malo y malo a lo bueno, distorsionando totalmente el enfoque de Dios y la esencia misma de la vida.

Percibirnos con el enfoque con que Dios nos mira, y enseñar a nuestros hijos a descubrirnos como prudentes e insensatos, cambia la ecuación y, por lo tanto, los resultados. 

En el Libro de Proverbios Jesús nos dice que el que oye el consejo de sus palabras y lo pone en práctica es un hombre prudente, cuya sensatez lo llevará a acertar diez de diez, siempre.

¿Usted, qué opina?

Comentarios al correo juanaeli.castro12@gmail.com

Publicidad