Madrid celebra el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós, uno de los grandes novelistas españoles, que fue olvidado por el franquismo. Galdós (Las Palmas, 1843 – Madrid, 1920), cuyas novelas y obras de teatro tuvieron mucho éxito entre sus contemporáneos, fue condenado al ostracismo durante la dictadura franquista, que no celebró el centenario de su nacimiento en 1943.

Su visión de la historia de España, sus críticas al clero y a la intolerancia, su retrato de las apariencias sociales frente a la laboriosidad o esa admiración por la democracia que lo llevó a militar en las filas del socialismo y del republicanismo, le granjearon las antipatías ideológicas del régimen franquista.

Así se lee en la exposición “Benito Pérez Galdós: la verdad humana”, curada por Germán Gullón y Marta Sanz, que hasta el 16 de febrero se puede ver en la Biblioteca Nacional. “Los sectores más conservadores no le perdonaron al viejo Galdós, el mejor novelista de su tiempo, que luchara por sus ideas republicanas y anticlericales”, afirma Francisco Cánovas, autor de la biografía “Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso”. Esos sectores le impidieron, además, que ganara el Premio Nobel en 1912, para el que contó con numerosos apoyos liderados por Ramón Pérez de Ayala, junto a Santiago Ramón y Cajal, José Echegaray y Jacinto Benavente. En la muestra se comprueba cómo su figura y obra han sido reivindicadas en los últimos tiempos e influido en autores como Andrés Trapiello o Antonio Muñoz Molina. Más de 200 piezas, entre ellas algunos manuscritos de sus obras, componen la muestra del autor de “Fortunata y Jacinta”, “Episodios nacionales”, “Misericordia” o “Tristana”.

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Hay también fotografías, como la de su cortejo fúnebre por Madrid, en las que se comprueba cómo el escritor que retrató la capital, a la que llegó de joven y vivió durante seis décadas, fue despedido por decenas de miles de personas. En otras imágenes aparece en tertulias junto a autores como José María de Pereda. Se muestran también artículos suyos publicados en la prensa para reivindicar la importancia que el ejercicio del periodismo tuvo en su carrera. Se pueden ver asimismo algunas de sus obras pictóricas, así como retratos que le hicieron pintores como Joaquín Sorolla. Sus cuatro amores importantes, a los que apenas se refiere en su autobiografía, “Memorias de un desmemoriado”, están también presentes en la exposición. 

El escritor, que murió soltero, mantuvo su primera relación con la modelo Lorenza Cobián, de la que nació su única hija, María, que custodió gran parte de su legado. Su gran amor fue Emilia Pardo Bazán, relación que duró de 1887 a 1890, y con quien compartió su pasión por la literatura y por los viajes. Otra de sus parejas fue la actriz Concha Morell, que inspiró el personaje de Tristana, y al final de su vida mantuvo una relación “tranquila” con la maestra Teodosia Gandarias. Conciertos, mesas de debate y paseos literarios teatralizados son otras de las actividades organizadas en Madrid para rendir homenaje al escritor.

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