La música cura, y no existe mayor celebración a esta expresión sonora del tiempo que la poesía.

Por muchos siglos, distintas culturas humanas han utilizado el sonido para sanar como un remedio que no puede verse pero que posee un poder tan inexplicable, como evidente.

La medicina contemporánea empieza, desde hace poco tiempo, a tomar en cuenta las posibilidades curativas del sonido y, más concretamente, de la poesía.En un inspirador texto (publicado por Nautilus), Danny W. Linggonegoro, estudiante de medicina de la Universidad de Harvard, hace una defensa formidable y profundamente sensible de esta premisa, basada en distintos pacientes que han sido expuestos a la melodía del lenguaje lírico.

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De acuerdo a Linggonegoro, la poesía —como una de las más elevadas expresiones humanas— toca el mundo de la medicina en un punto donde las certezas cuantificables son borrosas, algo que quienes se dedican a ella están comenzando a entender y aceptar.

Sin embrago, a medida que los médicos han descubierto que su relación con los pacientes no tiene que ser tan automática como el solamente investigar el padecimiento para proponer e implementar métodos curativos, han echado mano de otras herramientas, como la poesía.

Algunos investigadores de los efectos que tiene la poesía sobre pacientes enfermos han demostrado a partir de resonancias magnéticas que recitar poesía activa un circuito específico de recompensa del cerebro conocida como vía mesolímbica, uno de los que recorren las dopaminas (neurotransmisores relacionados con el placer).

Esto funciona también con la exposición a la música, pero se ha comprobado que con la poesía tiene una respuesta única.

Mientras que el mecanismo es aún poco claro, estos estudios sugieren que la música, la poesía y otros estímulos no farmacológicos pueden ayudar a reducir el dolor y las dosis de opiáceos que quienes lo padecen suelen tomar.

Una prueba clínica hecha en la Universidad de Maranão, en Brasil, estudió el efecto de escuchar pasivamente música y poesía en 65 pacientes que sufrían dolor y depresión causada por el cáncer y sus tratamientos. Estos estudios hallaron que estas dos terapias generaron mejoras en la intensidad del dolor y el nivel de depresión de los sujetos estudiados.

Pero también arrojaron datos que señalan que sólo la poesía y no la música, era capaz de incrementar los niveles de esperanza en estos pacientes. Los investigadores concluyeron que la poesía es capaz de modificar la manera en que los pacientes perciben y se expresan sobre su propia enfermedad, y esto tiene un efecto claro y positivo sobre su tratamiento.

Otro estudio más, realizado en 28 mujeres iraníes que se encontraban en tratamientos de quimioterapia por cáncer de mama, demostró que tras exponerlas a la lectura de poesía en voz alta, su calidad de vida (medida a través de un cuestionario de la Organización Europea para la Investigación y Tratamiento del Cáncer) incrementó, señala Linggonegoro.

Estos estudios, cada vez más frecuentes, han alentado a clínicas, médicos y organizaciones en todo el mundo a usar la poesía y el arte en general, como métodos de curación, lo que ha fomentado lecturas y talleres de poesía en hospitales y centros de salud. Además, en el caso de la mayor parte de la gente enferma, una vez que el tratamiento clínico termina, aún quedan muchas otras cosas que curar, además de los síntomas físicos.

Para muchos (cada vez más), la medicina es un arte en el sentido más amplio de la palabra, y la poesía es una expresión que, por su ritmos y musicalidad, puede experimentarse en todo el cuerpo. Una condensación del poder del lenguaje y la música, la lírica da sentido al mundo y es uno de los vehículos más eficientes para expresar la interioridad humana, tal vez ahí radica su profundo poder curativo.

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