El pianista Igor Levit lanzó un mensaje como parte del Concierto del Nobel, en Estocolmo. Pidió valorar cada momento como un recordatorio de la importancia de estar juntos. Vivimos tiempos extraños, demandantes, en parte agotadores, que provocan miedo, confusos y transformadores.
Admitió que ha sido uno de los años más solitarios de su vida. Seguramente esta es la misma verdad para millones de personas. Esos momentos en que pudo compartir escenario nuevamente con una orquesta le recordaron cuán crucial y esencial es el contacto físico. Sin embargo, lo correcto es ser responsable y evitarlo.
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Los tiempos cambiarán otra vez, podremos volver a estar juntos y sin miedo, añadió Levit, considerado un virtuoso y uno de los mejores pianistas del momento, quien interpretó el Concierto para Piano número 5 Emperador, de Ludwig van Beethoven. Lo acompañaron la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo y el director francés Sthépane Denéve, durante la cita nocturna en Suecia, al mediodía en México.
Es tan extraño sentir estas fuertes emociones en un lugar completamente vacío, describió Laura Sprechmann, directora de Nobel Media, durante el intermedio, después de la presentación de Levit.
El auditorio que recibe anualmente a los laureados, la realeza y a los invitados especiales, estuvo vacío, aunque no carente de espectadores, pues fue la primera vez que se abrió para todo el mundo gracias a una transmisión en vivo por Internet.
Y la música se convirtió en esa solitaria voz humana, levantada en lamento o anhelo, como expresó un día antes la Nobel de Literatura Louise Glück en su discurso de aceptación del premio. Y al igual que los poetas, los instrumentos tuvieron un papel crucial, íntimo, seductor, muchas veces furtivo o clandestino.
El concierto fue presentado por Sprechmann. Esta es la semana en que los laureados reciben su premio, en un año normal estarían aquí, pero la pandemia nos detuvo. Sin embargo, nada nos detiene para celebrar su curiosidad, determinación y grandes logros, señaló entre los pasillos vacíos, acompañada por Stefan Forsberg, director de la sala, en uno de los conciertos más prestigiosos del año.
El Concierto del Nobel se celebra cada 8 de diciembre, tradición que se inició en 2005. La sede es la Konserthuset Stockholm, la más importante de Suecia. Anoche los palcos estuvieron marcados por la oscuridad, mientras se sabía que no había público.
Igor Levit, vestido sencillamente con una camisa blanca. El pianista recitaba mientras hacía trinar el portentoso instrumento Steinway & Sons, de repente lanzaba miradas furtivas a los atrilistas en complicidad para la sincronía. En instantes, con una sonrisa de satisfacción y los ojos cerrados. Al final, fueron los músicos quienes aplaudieron ante el silencio imperante en el resto del teatro. El pianista y el director se dieron el nuevo saludo formal de codo a codo.
Durante el intermedio, Denéve dejó por un momento la batuta para enviar un mensaje:
los logros de los laureados al unísono con la música pueden inspirar esperanza y este año, más que nunca, se nos ha recordado la importancia de colaborar juntos, y uso una metáfora musical ante la importancia de escucharnos unos a otros en armonía, porque la música es una manifestación suprema de la humanidad.
La interpretación de Concierto Emperador no fue azarosa, al ser 2020 el año de la celebración del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, también sin el bombo que le habían preparado las orquestas del mundo. El último concierto para piano que escribió el genio de Bonn, entre 1809 y 1811, llegó a la capital sueca como la declaración triunfal y delicada que abrió la puerta al romanticismo.
Igor, destacado por su originalidad y por expresar abiertamente sus posturas políticas contra la extrema derecha, el racismo y la exclusión, nació en Rusia en 1987, aunque es alemán. Beethoven es un viejo conocido para el músico de 33 años.
La segunda parte del Concierto del Nobel estuvo integrada por el poder de la obra Flammenschrift, del compositor francés Guillaume Connesson; Solus, de la compositora sueca Andrea Tarrodi, quien fue comisionada para escribir esta pieza y se inspiró en la situación de la pandemia, un virus que se esparce del clarinete a la orquesta. La Suite del pájaro de fuego, de Igor Stravinsky, cerró la noche invernal.