¿Cuántas veces, cuando éramos niños, no nos han dicho nuestros padres que dejemos de dar la lata y que nos vayamos a la porra cuando estábamos molestando mucho? Pues bien, primero vamos a explicar cual es el posible (siempre posible, porque todo son teorías) origen de la primera expresión.
A los veteranos de los Tercios españoles les daban una lata con un rollo en el que se hacían constar sus acciones de guerra y su listado de servicios.
Haber combatido en grandes victorias o en batallas trascendentales para el imperio, proporcionaban un prestigio considerable, por eso, los soldados licenciados iban por ahí «dando la lata», es decir: exhibiendo sus méritos marciales para intentar sacar algún favor, merced o gabela. Por supuesto, se deduce de esto, que a poca gente le gustaba escuchar las batallitas de estos veteranos que “les daban la lata”.
En cuanto a la segunda frase: Irse a la porra, se dice que en los Tercios existía la figura del sargento mayor, que dirigía los compases de sus hombres moviendo un gran garrote que recibía el nombre de “porra”. Cuando en una marcha se hacía un alto prolongado, el sargento mayor clavaba la porra en el suelo, de esta forma simbolizaba la parada.
Los soldados arrestados, o reprendidos, tenían que sentarse en torno a la porra para así estar localizados. Esto equivalía a enviar a alguien a la porra como sinónimo de arrestarlo y a un lugar un poco alejado del grupo.