La escritora estadounidense Ottessa Moshfegh, que se consagró mundialmente con ‘Mi año de descanso y relajación’, es favorable a que las novelas se construyan con un lenguaje “potente”, al entender que ello favorece la conexión con el lector, una relación que se convierte en “más interesante”.

Acompañada por sus editoras de Alfaguara y Angle, María Fasce y Rosa Rey, respectivamente, en su primera visita a España, la novelista habló este lunes en Barcelona de la novela que ahora se publica en castellano y catalán, ‘McGlue’, la primera que escribió y que en Estados Unidos se editó en 2014.

En rueda de prensa, abordó cuestiones como que cuando hay “algo de potente en el lenguaje, incluso algo que provoque asco o incomodidad, la relación del lector con el texto se vuelve más personal, aunque el sentimiento no sea positivo”.

“Es una relación que se vuelve más interesante”, apostilló.

Justamente, de ‘McGlue’ la editorial destaca que se trata de una obra a medio camino entre un cuento de piratas y un western, que huele a “vómito, sangre, pólvora y whisky”, que transcurre en 1851, protagonizada por un marinero rudo y tramposo, siempre en estado de embriaguez, que es posible que haya matado a su mejor amigo.

Empezó a pergeñar esta historia en 2009, aunque al terminarla la tuvo unos años en un cajón, después de leer una noticia en un diario de Nueva Inglaterra de mediados del siglo XIX sobre el marinero McGlue, absuelto de un delito de asesinato en el puerto de Zanzíbar, al estar en un estado inconsciente de borrachera en el momento de apuñalar a su mejor amigo.

Si mira hacia atrás, la escritora dice estar contenta de haber asumido, en su treintena, un proyecto “tan difícil para una primera novela”, siempre preocupada por el lenguaje y la voz, sintiéndose en ese caso como una médium de aquel marinero.

“Es una novela exigente, un reto para el lector medio, quizá sea esta la belleza y la originalidad de la obra. Tienes que dejarte arrastrar por ella, no intentar ni interpretarla ni entenderla. Es un poco como una pieza musical”, argumentó.

Sobre el actuar como una médium, tenía que entrar en la cabeza de McGlue y que él hablara.

“Mis procesos de escritura no son siempre así -confesó- pero él era un hombre que había vivido y muerto con una historia interesante y era así como tenía que hablar a través mío”.

A la vez, necesitaba trabajar sin ideas preconcebidas, más allá de los hechos narrados en el artículo de 1851.

“Lo que descubrí al final de la novela es que, en realidad, estaba escribiendo una historia de amor, la historia de un personaje reprimido por sus recuerdos. Alguien que llega a matar al hombre que quiere”, precisó.

Como en otros libros suyos, desde el que la hizo mundialmente conocida, ‘Mi año de descanso y relajación’, a ‘La muerte en sus manos’ o ‘Lapvona’, ya trataba sobre lo que significa existir, sobre tener un “alma atrapada en un cuerpo”.

Nacida en Boston en 1981, hija de padre iraní y madre croata, dice no tener la experiencia de un emigrante de primera generación, ni se identifica como emigrante.

Sus progenitores le hablaron siempre en inglés y ella, mirando de pequeña mucha televisión y escuchando mucha música, se ha interesado más por la cultura estadounidense que por la de los países de origen de sus padres.

La autora se encuentra escribiendo una nueva novela, ambientada en los años noventa y con un adolescente de protagonista.

Aunque no sabe todavía hacia dónde derivará la historia, tiene claro que este joven será alejado de su padre durante un año por un juez.

“Creo que irá sobre la inmadurez respecto a la relación con los padres, que hace que siempre seamos criaturas”, agregó.

Además, trabaja en la adaptación al cine de algunas novelas suyas, algo “liberador”, porque no se trata tanto de duplicar la obra, sino de “reproducirla en un nuevo lenguaje, concentrándote más en la trama y los personajes que en los elementos más estéticos de la escritura”. 

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