Por Juana Elizabeth Castro López

Estemos o no, preocupados; Dios cuida de nosotros. Por tanto, vivir angustiados es en vano; porque Dios vela por sus hijos. Solo necesitamos confiar nuestra vida en sus manos. Como dice su Palabra: “Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda” (Salmo 37). Salta a la vista que, aquí,  hay una clave.

Dios siempre ha tenido cuidado de nosotros. Su plan es bendecirnos en cada instante de nuestra existencia. De esto estaba muy consciente David cuando se enfrentó con el gigante Goliat, prototipo de problemas infranqueables. El joven David hizo memoria de las veces en que Dios lo libró de las garras del león y del oso. Así que, confiadamente y sin temor enfrentó al gigante. Su corazón estaba seguro de que también en esta ocasión, Dios lo libraría de este enorme enemigo. Y, así fue.

Cuando hacemos el repaso mental del continuo cuidado de Dios, nuestra fe en Él crece, porque vamos conociéndolo cada vez más. David vivía en constante comunión con Dios y le conocía. Sabía que esto lo mantenía bajo el domo de la protección y bendiciones divinas. 

Anuncios

Dios actúa cuando descansamos en Él. La clave está en confiar en Él. Pero, para esto, debemos acercarnos y conocerlo. Porque, no es posible confiar en un desconocido. En otras palabras, Dios nos cuida, pero, hay una parte que nos corresponde hacer;  para que sus promesas de cuidado  y bendiciones se cumplan en nosotros diariamente. Esto se ve claramente en el Salmo 91, donde dice:

“Ya que has puesto al SEÑOR por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna.  Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes!”.

“«Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre.  Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores.  Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación»” (Salmo 91).

Luego entonces, lo que nos toca hacer es vivir en comunión con Dios. Establecernos en cercanía continua con Dios solo es posible a través de Jesucristo. Bajo este ámbito de comunión, Él promete que: “…ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar… él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna.  Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes!”

Además, Él dice: me invocarás, y te responderé; estaré contigo en momentos de angustia; te libraré y te llenaré de honores.  Te colmaré con muchos años de vida y te haré gozar de mi salvación.

Con tales promesas, ¿por qué desmayar o caer en desánimo? No debemos permitir que los problemas nos tumben. El que conoce a Dios sabe que Sus promesas son fieles y verdaderas. Si Dios promete que siempre estará con nosotros, que en toda situación nos ayudará y nos amparará en todo momento, así lo hará.

A Dios no le gusta que estemos afanados, preocupados, angustiados. Él sabe cuáles son nuestras dificultades y qué necesitamos. Sin embargo, quiere que confiemos en Él y que Él sea nuestra prioridad, no los afanes cotidianos. Por eso dice:

“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Los que desconocen a Dios buscan todas estas cosas. “… pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.” Por eso nos aconseja: “… buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

Dios nos ama de tal manera, que “…ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3). A través del Hijo de Dios, somos perdonados y limpiados de toda nuestra maldad; para que podamos acercarnos a Dios y tengamos comunión con Él. Entonces, ¿por qué vivimos preocupados por tantas cosas? Si Dios  ya nos dio a su Hijo, lo más grande e inefable; ¿acaso nos va a negar las “añadiduras”? Por lo tanto, gracias a Jesús, tenemos promesas de vida eterna, que empiezan y se manifiestan en nuestro hoy.

En conclusión. La clave para que Dios cuide de nosotros, radica en nuestra vida en comunión con Él. No debemos olvidar que Jesucristo es quien hace posible que nos podamos acercar a Dios. Esta cercanía cotidiana es muy importante; porque podemos platicar con Él y dejar en sus manos todas nuestras angustias, afanes, preocupaciones y presentimientos. Y, en ese diálogo continuo con Dios y Su Palabra (Las Sagradas Escrituras), lo vamos conociendo cada vez más. Y, conocerlo nos llena de la certeza de que también hoy cuidará de nosotros y nos librará de cualquier “Goliat”.

Por esto, Dios, a través de esta Palabra suya, quiere invitarte a vivir cotidianamente con Él. Y, en esa atmósfera de su presencia, tomar el aliento que necesitas; porque, fiel a Sus promesas, cuidará de ti y estará contigo todos los días hasta el fin del mundo.                                                                        

juanaeli.castrol2@gmail.com

Publicidad