Bill Covitz es un artista estadounidense que lleva más de 20 años esculpiendo instrumentos sobre hielo. Pero lo que quizás nunca pudo llegar a imaginarse es que sus creaciones sonaran en el concierto más gélido de la historia. Justo en el extremo norte del Ártico. En este punto, con temperaturas inferiores a los doce grados, fluyó la música a ritmo de violonchelo, cuernos musicales y campanillas que se unieron a la percusión sobre hielo para lanzar un mensaje: la urgencia de proteger al menos el 30 % de nuestros océanos para el 2030 y reclamar la creación de santuarios marinos.

El insólito concierto fue protagonizado por un grupo de músicos suecos que participan en la expedición De Polo a Polo, la más ambiciosa de la historia de Greenpeace y que recorre los océanos de Ártico a Antártico durante casi un año. Los artistas interpretaron la pieza Ocean Memories, compuesta para la ocasión por el músico noruego Terje Isungset, con instrumentos esculpidos en hielo recogidos en las gélidas aguas del océano Ártico.

«Al poner el foco en el océano Ártico y en la pérdida de hielo queremos enfatizar en la necesidad inmediata de crear santuarios marinos, no solo en el Polo Norte, sino en todo el planeta», aseguró Pilar Marcos, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace en España. El concierto, coincide, de hecho, con las negociaciones de los gobiernos con Naciones Unidas para intentar alcanzar un Tratado Global de los Océanos que podría allanar el camino para la creación de una red de santuarios marinos.

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El Ártico marcó este invierno un nuevo récord de pérdida de hielo y el pasado mes de abril la temperatura media fue de ocho grados por encima del promedio a estas alturas del año.

La expedición De Polo a Polo lleva a bordo a científicos y activistas para investigar las principales amenazas que acechan las aguas de alta mar: el cambio climático, la sobrepesca, la contaminación por plásticos, la minería y las prospecciones en busca de petróleo y recursos genéticos, lo que hacen las farmacéuticas. En esta primera etapa, los barcos Esperanza y Artic Sunrise, de la organización ecologista, se han desplazado al extremo norte del planeta para documentar las enormes amenazas que representan el cambio climático, la pesca excesiva y la contaminación por plásticos en el océano Ártico.

Esta no es la primera vez que Greenpeace organiza un concierto en el Ártico para reclamar la protección de los océanos, aunque nunca como hasta ahora se había realizado tan al norte ni con instrumentos fabricados exclusivamente con hielo. En la ocasión anterior, hace tres años, el concertista Ludovico Einaudi interpretó con su piano de cola, sobre una plataforma flotante frente a un glaciar, una pieza original creada especialmente para ese momento. Su música respaldaba así la petición de ocho millones de personas que solicitan la protección del Ártico.

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