En Cuba se vive un proceso de transición con realidades que son distintas del pasado, pero “hay una muralla invisible, pero muy poderosa, que impide que las cosas avancen”, consideró el periodista Gerardo Arreola, quien fue corresponsal en La Habana por 16 años.

“El problema más importante es una mentalidad obsoleta, hay nostálgicos de la Unión Soviética que todavía quisieran vivir ilusoriamente en un pasado que ya no existe”, expresó durante la presentación de su libro Cuba: el futuro a debate en la Casa Refugio Citlaltépetl.

“Mucha gente dice que en Cuba no pasa nada y que no se discute”, ese fue uno de los motivos para hacer el libro y “mostrar que sí pasan cosas allá y que sí se discute mucho dentro”, declaró el periodista mexicano, quien aborda la era del mandato de Raúl Castro y los retos de la transición a partir de una crónica periodística sobre la historia reciente del país caribeño, con episodios como el colapso del socialismo real y la presidencia de Miguel Díaz-Canel.

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La noche del 31 de julio de 2006 fue un momento de inflexión en el destino de Cuba. El comandante en jefe Fidel Castro, líder de la revolución cubana, dio a conocer una proclama en la que decía en síntesis que había tenido una grave crisis de salud y delegaba sus cargos oficiales de manera provisional a su hermano menor, Raúl Castro.

Ese acontecimiento, que Arreola vivió en La Habana, ciudad en la que residió por su labor de corresponsal, primero para Notimex y luego para La Jornada, arranca el hilo del libro sobre el rumbo del país. “Lo más interesante de la proclama era lo que no decía: que nunca antes desde el triunfo de la revolución cubana, 47 años atrás, Fidel Castro tenía que dejar el cargo y no estaba claro lo que ocurriría a partir de entonces”, relató el coeditor de la edición en línea de este diario.

María Cortina, directora de la Casa Refugio, expresó en la presentación editorial: “Si en Cuba, como dice Gerardo Arreola, las redes de comunicación y confianza se tejen a partir de una taza de café, en este espacio lo hacemos alrededor de la literatura, la reflexión, los derechos humanos y el amor por la palabra”.

El autor estuvo acompañado por sus colegas Blanche Petrich y María de Lourdes Pallais, así como por David Velázquez, editor del libro que publica el sello Debate, de Penguin Radom House, en coedición con La Jornada.

Esa noche de 2006, después de mandar la noticia a México, en las calles de La Habana, Arreola encontró un debate entre vecinos con preguntas y conjeturas. Consideró que los cubanos sintieron el momento crítico que interrumpió abruptamente la historia y abrió un horizonte de incertidumbre. Entonces, vieron un futuro que antes parecía más o menos borroso, que trajo un cambio en el conflicto con Estados Unidos, en lo interno sobrevino el relevo generacional en el mando, apertura económica con avances y retrocesos y la explosión civil de una sociedad más observadora, crítica, activa, expresiva y demandante que antes, que ha puesto sobre el escenario reclamos de libertad cada vez mayores.

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Testigo de mirada cautelosa

Arreola comentó que por razones de generación creció con una influencia muy grande de la revolución cubana, la cual fue parte de la vida política, histórica y cultural. Sin embargo, cuando llegó a trabajar a La Habana, a partir de 1994, ya tenía una mirada más informada y cautelosa, en el país apenas empezaban las reformas y era un momento profundo del periodo especial, en que se percibía una mezcla de derrota y de esperanza al mismo tiempo, cuando se podían tener dólares en la mano, sin ser detenidos por la policía, relató durante la conversación en el jardín del espacio cultural en la colonia Condesa.

La escultura del diplomático Gilberto Bosques a un lado de la mesa de los ponentes, como si observara despreocupado la conversación, “y quien además fue testigo de la decepción de la revolución cubana, desde su puesto de embajador en La Habana en una década decisiva, de 1953 a 1964”.

El autor dedicó sus palabras a la memoria de tres compañeros: Javier Valdez, Miroslava Breach y Josexto Zaldua, coordinador general de este diario recientemente fallecido, “con quien compartí largas discusiones sobre Cuba, y quien respaldó desde el primer momento la edición del libro”.

La periodista Blanche Petrich, su colega en La Jornada, recordó sus visitas a La Habana, donde Arreola la recibía en su oficina en el Vedado, en un piso alto con el mar enfrente. Entonces, se convertía en guía que le daba observaciones y frases cortas que ayudaban a entender el país al que había arribado, cuando recién llegada tenía un jaloneo de ideas entre la revolución y la realidad.

Comentó que para muchos que conocen al autor, era un libro que esperaban desde hace años. “Es uno de los conocedores más sensibles y con una lectura más completa de lo que pasa en la isla”, consideró Petrich. “Aquí hay un tesoro de información invaluable”, opinó al hablar también de la capacidad metodológica, el gran archivo que posee y la red de fuentes de información que tejió Arreola durante su estancia en la isla.

Su participación hizo énfasis en el contraste entre la oscuridad y el silencio del periodo especial, y después el estallido de luces y música. “Marca un periodo vital en la historia de Cuba, muy importante y muy poco comprendido”.

La presentación del libro dedicado al porvenir cubano se transmitió ayer en vivo; la grabación se encuentra disponible en el perfil de Facebook de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

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