Hace tres años el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) enterró un abrigo rocoso con pintura rupestre para protegerlo de las alteraciones que ha causado el cambio climático en el paraje de la Sierra La Giganta.

Ahora, una reproducción fiel será la pieza principal de una exposición en el Museo de las Misiones Jesuíticas de Loreto, en Baja California Sur, informó el INAH en un comunicado.

La restauradora Sandra Cruz, responsable del Programa Nacional de Conservación de Patrimonio Gráfico Rupestre, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, dice que el caso del sitio Cuevas Pintas es significativo por el modo como institucionalmente —en términos de conservación— se pueden defender sitios que están siendo afectados por dicho fenómeno mundial, al tiempo que se buscan soluciones para que la sociedad no pierda el vínculo con el patrimonio que le da identidad.

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La obra, cuya reproducción se podrá apreciar en el museo de Loreto, forma parte de la tradición de pintura rupestre de más de seis mil años en las sierras de la península de Baja California, y es apreciada en el mapa mundial del patrimonio cultural por la impronta humana expresada en diversos estilos pictóricos, pero con elementos simbólicos, conceptuales y rituales compartidos.

María de la Luz Gutiérrez, arqueóloga especializada en pintura rupestre y directora del Centro INAH Baja California Sur, explica que el trabajo implicó la remoción de 120 metros cúbicos de material, desde arenas hasta rocas de varias toneladas, de manera paulatina y cuidando distintas variables para no afectar las pinturas, ni provocar un derrumbe debido a la inestabilidad del cerro.

Fue un trabajo multidisciplinario y un proceso complejo y costoso: intervinieron especialistas en arqueología, restauración, geología e ingeniería. En tanto se retiraba gradualmente todo el escombro y sedimento, se reencausaba el arroyo para separarlo del frente rocoso; conforme quedaban descubiertas las pinturas, se iban controlando sus condiciones microambientales, a través de una cámara que evitó la evaporación rápida del agua, pues un secado repentino provocaría su deterioro. Asimismo, se colocó un andamiaje para evitar la exposición directa al sol y la posible caída de rocas.

Los trabajos estuvieron dirigidos por la arqueóloga Gutiérrez y la restauradora Cruz, quienes informan que la evaluación del estado de las pinturas resultó positiva, salvo algunas áreas con alteraciones provocadas porque ahí el nivel de materiales depositados fue fluctuante y modificó drásticamente las condiciones de humedad.

Primera réplica de un sitio rupestre mexicano basada en levantamiento 3D

Paralelamente al trabajo de rescate, los especialistas hicieron un registro exhaustivo del sitio con el objetivo de recuperar toda la información posible y buscar salidas de divulgación y, sobre todo, de socialización, de modo que la comunidad no pierda el vínculo con su patrimonio.

A partir del escaneo láser, la fotogrametría, el levantamiento 3D y el registro fotográfico de alta definición del sitio se ha podido elaborar una réplica fiel para ser mostrada en el Museo de las Misiones Jesuíticas, en Loreto: la primera reproducción en México de un sitio rupestre basada en un levantamiento tridimensional.

Sandra Cruz comenta que algunos museos del país, como el Nacional de Antropología, cuentan con aproximaciones de aspectos de manifestaciones rupestres: piezas museográficas basadas en fotografías. En este caso, es la primera réplica fiel de un sitio: se reproduce la realidad en términos volumétricos, así como las características de las pinturas, las alteraciones de la roca y de las imágenes y los rasgos básicos del abrigo, como sus grietas y diferentes tonalidades.

Para su elaboración se seleccionaron materiales que cubren las características y requerimientos de una pieza museable, sin ser un objeto museográfico de ambientación, sino un “documento” producido por una investigación, concebido como fuente de información arqueológica y cultural. Su producción, más que un proceso técnico o artístico ha sido de investigación científica, dice la restauradora.

La estructura se elaboró dividiendo la réplica en una retícula de cinco módulos (horizontales) y tres niveles de altura (verticales), integrando 15 módulos independientes que serán ensamblados dentro de un soporte sintético, reforzado con otro auxiliar de metal. 

La réplica se hizo con la confluencia de especialistas y recursos de tres áreas del INAH: las coordinaciones nacionales de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), y de Museos y Exposiciones, y el Centro INAH Baja California Sur. El trabajo directo lo realizan especialistas del Programa Nacional de Conservación de Patrimonio Gráfico Rupestre de la CNCPC, que han intervenido en todo el proceso; el equipo está apoyado por Domo Educativo, casa especializada en museografía y ambientaciones didácticas, donde se hizo el corte de placas, ensamblado y terminado.

La réplica tiene 4.13 metros de longitud por 2.18 de altura y 3.14 de profundidad. Formará parte de la Sala Grupos Peninsulares del Museo de las Misiones Jesuíticas, y se complementará con una aplicación en realidad virtual del entorno del panel que se podrá ver a través de un visor, así como con un video que narra el trabajo de rescate y conservación realizado en el sitio y un recorrido virtual. La reproducción estará acompañada de datos obtenidos a partir de investigación arqueológica en la reciente temporada de trabajos in situ.

Mientras se espera que el paraje se estabilice para volver a disfrutar el mural a la orilla del arroyo, la exhibición invitará a tomar conciencia del desequilibrio que ha generado el cambio climático y lo vulnerable que es nuestro patrimonio ante éste

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