Documentos, textos, planos, libros y volúmenes antiguos contienen en su interior una gran riqueza artística, histórica y cultural que de no cuidarse y hacer lo necesario para su restauración y conservación podrían perderse, aseguró Isidro López, restaurador del Archivo Histórico de la Ciudad de México.

La casa de los Condes de Heras y Soto que es considerada como una joya arquitectónica del siglo XVIII, en el Centro Histórico, es la sede del Archivo Histórico de la Ciudad de México donde a diario cinco especialistas realizan la labor de restauración y conservación de seis repositorios de documentación que abarcan aproximadamente 4 kilómetros lineales.

Todo el proceso de restauración tiene lugar en los Talleres de Conservación y Restauración del Archivo, lugares acogedores e iluminados, llenos de instrumentos que van desde brochas de diversos tamaños, plegaderas de hueso y teflón, recipientes, cepillos, pinzas, tintas naturales, grandes mesas, tarjas y diversos tipos de papel.

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En entrevista con Notimex, Isidro López habló sobre las técnicas manuales y artesanales que se emplean para restaurar y preservar los documentos históricos.

“Restauramos diversos tipos de textos, libros, volúmenes y planos en diferentes papeles como el glassine, micro, albanene, cebolla y aquel realizado con fibra de madera. El papel tiene un ácido natural que hace que este se vaya deteriorando tras el paso de los años, además la luz blanca y el ser humano contribuyen a que los textos sufran desgaste”.

Destacó también que en los libros se pueden localizar plagas de termitas o polilla que se incrustan en las páginas y ocasionan perforaciones que de no tratarse podrían acabar con todo un acervo.

Para iniciar el proceso de restauración, se realiza una ficha clínica, donde se determina el tipo de deterioro que ha sufrido el papel, se anota el año del que proviene el documento y se analiza si está en riesgo de desaparecer para saber qué tipo de lavado debe realizarse, en seco o en inmersión, explicó López.

Con la finalidad de retirar cualquier exceso de residuos, se emplea una brocha y polvo de goma, posteriormente se procede al lavado, éste puede ser realizado en la mesa de trabajo. El documento se humedece con agua, para después colocar encima papel japonés y presionar con fuerza para que salga el exceso de agua.

“Tenemos la idea de que si mojamos el papel se va a deshacer, eso no es así, con el agua únicamente limpiamos la acidez, es por ello que el agua sale completamente amarilla”.

Cuando es necesario se realiza una limpieza más profunda en tres tinas, el papel se sumerge de dos a tres minutos en la primera que contiene Foto flu, un detergente suave que es usado comúnmente en la fotografía.

Después, el documento debe enjuagarse con agua en la segunda tina para ser llevado a la tercera que contiene Hidróxido de Calcio para detener la acidez.

Una vez terminado el proceso, se absorbe el exceso de agua con papel y se procede a aplicar una capa de mitosol, un gel reversible que puede ser retirado con el agua, y es usado para adherir un soporte de papel de fibra de algodón al documento.

Los textos antiguos presentan en ocasiones mucho deterioro, si es necesario se les injertan en las partes faltantes papel japonés teñido con café para que se vea del mismo color. “Los injertos se hacen únicamente en áreas libres de grafía o texto, no se hace mal uso ni modificación del documento, lo importante es que nos pueda durar más tiempo, pero sin cambiar nada”, aseguró el restaurador.

Por lo regular, los injertos suelen verse más oscuros, pero con el paso del tiempo van adoptando la tonalidad del papel al que fueron unidos.

Una vez que se añadieron los injertos necesarios en todo el documento se procede a retirar el soporte y a realizar el secado. El papel se coloca en la mesa de trabajo y sobre él se pone papel japonés y se plancha con un monokote, que es una placa de calor utilizada para forrar y reparar aviones.

Cuando el papel logra secarse por completo en un día, ya está listo para ser guardado o encuadernado y formar parte de los volúmenes del acervo del Archivo de la Ciudad de México de la Coordinación de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura.

Para el proceso de encuadernación algunos documentos son cosidos, pegados y fijados con hojas y pliegos de papel para después advertirles una cubierta de piel para proteger la publicación.

En el Taller de Restauración también se hace la detección oportuna de algunas plagas que contienen los libros viejos como es el caso de las polillas, que generan agujeros, esos orificios en los textos son tratados con injertos de papel japonés, de esa manera el material queda restaurado y puede durar varios años.

El Archivo también resguarda en una de sus salas cerca de 80 mil planos de la Ciudad de México, en donde son, además, sometidos a procesos de restauración y guardados en micas para su conservación.

Isidro López destacó que para la restauración se usan materiales de calidad, el costo de un pliego de papel japonés va de los 120 a los 150 pesos, las herramientas como plegaderas de hueso de teflón necesarias para no dañar el papel y la piel también son de alto precio, pero enfatizó que la restauración y preservación es necesaria para conocer nuestra historia.

Ricardo Méndez, encargado de la Sala de Consulta del Archivo Histórico, destacó que el patrimonio documental de la Ciudad de México más antiguo que se conserva data de 1524, y que se tratan de las actas de cabildo.

Entre las riquezas del acervo histórico están: diversos planos de la Ciudad como de drenaje y agua potable y construcciones de la época colonial; documentos de los primeros hospitales, historia de las epidemias, registros de la época de la Revolución, cuestiones administrativas y jurídicas, así como historia de diversas fiestas y tradiciones.

Los restauradores del Archivo de la Ciudad de México se encargan de conservar textos antiguos para protegerlos contra daños y el deterioro por el paso del tiempo y muestran con un trabajo que es todo un arte y un oficio muy importante.

El recinto ofrece talleres de restauración, préstamo interno del acervo documental y materiales bibliohemerográficos en salas de consulta, asesorías en materia de archivos a dependencias del Gobierno de la Ciudad de México, grabación en CD del Catálogo electrónico preliminar del Archivo Histórico, además de ofrecer visitas guiadas por el edificio a grupos.

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