Juana Elizabeth Castro López

Hay claras evidencias de que estamos entrando a una era distinta, con desafíos muy duros. La incertidumbre  agobia y hay quiénes preguntan por qué Dios permite esto. Pero, en honor a la verdad, es el hombre (en sentido genérico) quien se mete en problemas por su insensatez y cerrazón. El hombre no puede engañar a Dios, él sabe  quién es quién, pero el hombre no lo sabe. Dios no causa los males, pero los usa para recordar a los hombres quiénes son. Porque, de cara a los retos aflora la verdadera y frágil naturaleza del hombre y Dios puede acordarles que, aunque los hizo de barro, insufló en ellos su aliento divino (Génesis). Los retos y la frustración que estos causan pueden ser el principio de un acercamiento divino. Para muestra basta un botón, y te lo presento a continuación.

Simón enfrentaba un desafío, su negocio era la pesca y sus barcas estaban vacías. Trabajaba duro junto con sus empleados, el cansancio se acentuaba ante el panorama de las redes vacías. Simón estaba desalentado, triste, callado y sumido en sus pensamientos cuando vio que un gentío se agolpaba sobre un hombre. Era Jesús que con paso decidido se dirigió hacia donde él estaba y entrando a una de sus barcas le pidió que la apartase un poco de la tierra. Y, sentado Jesús, enseñaba desde la barca a la multitud. Reconsiderar esta escena y mirarla a la luz del Espíritu que inspiró las Sagradas Escrituras cristianas nos permite entender que en ella hay un mensaje de Dios para todas las generaciones, especialmente en los tiempos de duros desafíos.

Y es que, cuando Jesús entra en tu barca; que puede ser tu circunstancia, tu vida, tu negocio, tu familia; te pide que te apartes de tierra un poco. Esto es, que te apartes de lo que para ti significa tu estabilidad, sobre lo cual te has estado apoyando, lo que sientes que te da seguridad y que puede ser, entre otras cosas: tu sagacidad, tu fuerza física, tu inteligencia, tus habilidades, tus bienes, tu profesión. En fin, todo lo que proporciona un bienestar incierto. Porque, Simón, a pesar de su buena salud, su destreza como pescador, sus barcas y redes en perfecto estado y sus pescadores diestros; no obstante su circunstancia no era segura, por eso su corazón estaba triste y no tenía paz. (Lucas)

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Jesús estaba al corriente del reto que enfrentaba Simón, no porque viera sus redes vacías sino porque mirando en su corazón vio a un hombre caminando en tristeza, desaliento y falta de fe. Entonces, Jesús le dio un nuevo rumbo y un propósito a su vida. Le dijo a Simón, que avanzara mar adentro  y echara sus redes para pescar.  “—Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada —le contestó Simón—. Pero como tú me lo mandas, echaré las redes.  Así lo hicieron, y recogieron una cantidad tan grande de peces que las redes se les rompían.  Entonces llamaron por señas a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran.” Porque su barca resultó ser insuficiente para la tan abundante pesca que obtuvo.  Asustado, y reconociendo a Dios en Jesús, Simón, cayó de rodillas ante él, diciendo: “Apártate de mí Señor, porque soy hombre pecador”. Confesó así su verdadera naturaleza. Ante su arrepentimiento, Jesús percibió que este hombre estaba listo para que él le revelara el propósito de su vida. Él le dijo: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Jesús, siendo Dios, revela el rumbo o dirección que lleva a una pesca milagrosa, que torna los desafíos en bendiciones abundantes y al mismo tiempo da propósito a las vidas. 

A través de esta porción de las Escrituras, el Señor habla hoy a los corazones desalentados, como el de Simón, para darles un rumbo y un propósito. La fe por sí misma no es valiosa. Aquel en quien se deposita es quien le da poder. Tu fe en Jesús no fallará. Porque sólo hay un nombre en el que podemos ser salvos y ese es el nombre de Jesucristo.    Entender esto y entrar en un nuevo nivel de fe se dan en el mismo instante. El ejemplo de Simón confirma esto. Y, así como le sucedió a él, los tiempos de desafíos no te dañarán sino que te revelarán los límites de tu naturaleza humana y te llevarán delante de Dios. Él perfeccionará tu fe y cambiará tu historia. 

Podemos concluir que, ante los retos, el hombre puede ver de qué está hecho. Por una parte, sus limitaciones le recuerdan que es barro; pero por otra, Dios le recuerda que es portador de su aliento divino. Cuando el hombre llega al  límite de sus humanas posibilidades vuelve la mirada hacia algo superior que lo saque de su ensimismamiento. Vuelve la vista a su Creador. Entonces, los desafíos de la vida se convierten en el principio de un acercamiento divino. Un diálogo entre el Creador y su criatura; un borrón y cuenta nueva; un cambio de rumbo hacia una pesca milagrosa. La revelación de un propósito superior de vida, una nueva historia.

juanaeli.castrol2@gmail.com

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