Erika P. Bucio/Agencia Reforma

Al meterse en las alcobas de diversos protagonistas de la historia de México en su trilogía “Arrebatos carnales”, el escritor Francisco Martín Moreno sabe que comete herejía al abordar la vida privada de personajes de pedestal, “libres” de tentaciones.

Asume su papel de novelista para narrar sus intimidades y, ante la incredulidad de sus lectores, ataja: “Es que yo estaba ahí”.

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Ya sea junto a “La Güera” Rodríguez en la Catedral mientras Agustín Iturbide es coronado Emperador de un efímero gobierno de nueve meses, o debajo de la cama en la habitación nupcial de un cincuentón Porfirio Díaz y su joven esposa, Carmen Romero Rubio, donde hasta una bacinica que le estorbaba la vista tuvo que mover.

En las tres entregas de “Arrebatos carnales”, serie que vive una nueva época al ser relanzada bajo el sello de Alfaguara, se ocupa de Isabel Motecuhzoma como de Sor Juana Inés de la Cruz; o entra en la intimidad de Diego Rivera como de un inquisidor del siglo 17, sin dejar fuera a José Vasconcelos, Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos, Melchor Ocampo, Felipe Carrillo Puerto, Francisco Villa y Maximiliano y Carlota, o presidentes como Venustiano Carranza, Lázaro Cárdenas y Gustavo Díaz Ordaz.

El escritor se niega a ver a estos personajes de la historia nacional “santificados, impolutos, aburridos e insípidos, sin tentaciones carnales”, como, asegura, se enseña en la escuela.

A propósito de este 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, propone la lectura de sus arrebatos pasionales y huir de las problemáticas actuales, aunque de la mano de estos relatos vaya el devenir político, social y económico del País.

En estas historias, confiesa, se deja llevar por la imaginación, pero asegura que sus libros están escritos con rigor histórico y suele acompañarlos de una extensa bibliografía.

Aunque eso no lo ha salvado de críticas y reproches de académicos que acusan falta de honestidad en sus investigaciones, exageraciones y falsedades.

“Si pierdo el respeto a la historia, la historia me va a perder el respeto a mí”, replica.

A los historiadores los ha llamado “mercenarios, mojigatos e hipócritas”. ¿Tan mal le caen?

No. Yo le tengo un agradecimiento enorme a los historiadores porque es muy claro que no hubiera podido hacer ninguno de mis libros si no fuera por las investigaciones que ellos llevan a cabo. A los que llamo mojigatos es aquellos que, sabiendo la realidad amorosa, erótica o política, no la han contado porque han rendido su pluma como mercenarios.

Pero esto no quiere decir que piense que los historiadores son mercenarios, todo los contrario: les tengo un respeto y agradecimiento enorme, pero hay muchos que, conociendo la realidad histórica, la han ocultado. A esos les digo mercenarios que han vendido su pluma al Estado y es imperdonable.

Pues tendrá material para polemizar en este 2021 de conmemoraciones; 200 años de la Consumación de la Independencia y 500 años de la Caída de Tenochtitlan, además del festejo, sin sustento en fuentes históricas, por el 700 aniversario de la fundación mexica…

De eso se trata. Y ya comenzamos con las mentiras, porque no está claro que el Imperio Azteca se haya fundado hace 700 años. El Presidente (Andrés Manuel López Obrador) dice que tiene sus datos; ahora no sólo tiene sus datos en materia de sanidad, de vacunas y de economía, también tiene sus datos históricos. ¿Quieren los de la “4T” una historia a modo de ellos?

¿Y no se animaría a novelar algún arrebato amoroso de la ‘4T’?

Me produciría erisipela. Sería superior a mis fuerzas. Yo no puedo dedicarle un segundo de mi tiempo, de mi obra literaria, de los 30 libros que tengo escritos, a estos personajes que insisten en la destrucción de México. Lo primero que tendría que descubrir es si estos personajes de la “4T” tienen corazón; no creo que lo tengan. A la vida política lo que quieras, a la vida amorosa ni siquiera un segundo.

¿En qué cree que radica el éxito de sus libros?

Me atrevo a decir lo que siento, no me ando por las ramas. A la gente le gusta porque yo puedo estar equivocado; claro que puedo estar equivocado, pero digo lo que siento. Cuando en alguna ocasión me preguntaron en la televisión a que autor quería parecerme más, dije: “A Francisco Martín Moreno. Si intento escribir al modo de alguien más, en ese momento me estoy traicionado”. No escribo para darle gusto a la gente, escribo para darme gusto a mí. No trato de complacer a nadie.

Hablo del Presidente Lázaro Cárdenas y cuento, por ejemplo, cuando llegaba cada vez con más niños a Los Pinos, y su esposa le decía: “¿Y estos niños?”. Y él respondía: “Son hijos de la nación”. Queda claro también cómo se dio la expropiación petrolera y el desastre en que se convirtió todo eso. Imagínate: Pemex, hoy en día, es la única petrolera quebrada de punta a punta, con una deuda de 108 mil millones de dólares. Todo esto hay que decirlo, pero, como bien decía Cuco Sánchez: “No soy monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”.

¿Cómo se define como autor?

Soy un autor en permanente búsqueda de la verdad histórica y política, y trato de decir todo aquello que no se ha dicho como investigador y amante de la verdad y abusando de la novela como el gran poder de la mentira.

¿Le importa el juicio de la crítica literaria?

Sí, y mucho, porque si escribo México ante Dios (2007) y cuento la historia de la Guerra de Reforma, salta todo el mundo gigantesco clerical y me golpea sin piedad, diciendo que soy ateo, escéptico y mentiroso; que la Iglesia siempre ha estado del lado del pueblo, y me atacan fuerte.

¿Y la crítica de los colegas escritores?

He aprendido muchísimo de mis críticos, siempre y cuando no recurran al insulto. He aprendido cuando me sugieren en un contexto de respeto. Ahí sí. He aprendido mucho de ellos, me han señalado varios errores. Cuando no comparto es cuando empiezan con los insultos. Quien insulta es porque no tiene argumentos, y quien no tiene argumentos y sólo insultos, destruye el diálogo. No me interesa. Hay colegas que me atacan con insultos oprobiosos; los ignoro.

Ve a una sociedad anestesiada por la 4T

Moreno (Ciudad de México, 1946) lleva 30 libros publicados y ha cosechado un séquito de lectores fieles.

De su trilogía de “Arrebatos carnales” ha vendido un millón de ejemplares. Y de México Negro (1986), un best-seller, más de un millón.

Cuando publicó Ladrón de esperanzas (2019), donde presentó a un ficticio Mandatario de México llamado Antonio M. Lugo Olea (AMLO), libro al que siguió Cuando México perdió la esperanza (2020), en redes sociales sociales le tundieron los defensores del Presidente. 

Acostumbrado a las críticas y ataques, dice no tener la piel delgada.

“Yo nací para decir, para eso nací y a mi edad no me voy a callar”.

Actualmente escribe la tercera entrega de esa trilogía iniciada con Ladrón de esperanzas, a la que titula La felicidad de la inconsciencia, donde cuestiona el alto nivel de aceptación del líder morenista, respaldado por un 60 por ciento de la ciudadanía, y que se contrapone a lo que él considera la “destrucción del País” que lleva a cabo.

“Por eso quiero analizar esta situación, porque hay un momento donde acaba la responsabilidad del Presidente y de la ‘4T’ y comienza la responsabilidad social. Esta parte es muy importante para mí; no creo en las culpas absolutas”, señala.

“Quiero ver dónde acaba la responsabilidad del Presidente y de la ‘4T’ y comienza la responsabilidad social. Pareciera estar anestesiada; no protesta, no responde, ni siquiera cuando está en juego la vida, cuando no hay respiradores en los hospitales”.

Las cadenas del amor, según Irma Serrano ‘La Tigresa’

Las cadenas del amor, según Irma Serrano ‘La Tigresa’

De sus “arrebatos carnales”, el más entretenido de escribir para el autor fue el de Gustavo Díaz Ordaz y su amante Irma Serrano, “La Tigresa”, que narra a la luz del movimiento estudiantil del 68.

Recuerda cuando entrevistó a “La Tigresa” para la narración.

“Me decía: ‘Mira, m’ijito, las cadenas del matrimonio son de tal manera pesadas que hay que cargarlas entre tres’. ¿A poco no es una genialidad? A partir de ese momento empezamos a reírnos”.

Asegura que cuando Guadalupe Borja, la esposa de Díaz Ordaz, descubrió el romance, “murió” artísticamente; relegada del cine, el teatro, la televisión y la prensa.

Y cuenta un pasaje “arrebatado”, el de aquel día en que a “La Tigresa” se le ocurrió presentarse con un mariachi un 12 de diciembre, Día de las Guadalupes, en un desayuno brindado por el Presidente y su mujer. El Mandatario la corrió, aunque ella le respondió con una bofetada tan fuerte que hasta se le voló los lentes.

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