Héctor González Aguilar

En su juventud, reconoció que no tenía la imaginación creativa del artista pero que, a cambio, poseía la capacidad de reflexión y análisis; esto último lo llevaría a ejercer la crítica literaria y a preservar el patrimonio literario e historiográfico de México.

José Luis Martínez es jalisciense, en 1924 su familia se trasladó de Atoyac a Zapotlán el Grande, cursó sus primeros estudios en el Colegio Renacimiento en donde tuvo un compañero muy ocurrente llamado Juan José Arreola; ambos, después de una representación teatral en la clase de historia, crearon el culto a la Babucha, que al extenderse por todo el colegio ocasionó las  protestas de algunos padres.

Después de estudiar la secundaria y la preparatoria en Guadalajara, emigró con su familia a la ciudad de México; se inscribió en la carrera de Medicina a instancias de su padre, que era doctor, mas decide abandonarla para dedicarse exclusivamente a la de Letras, de la cual se gradúa en 1943. Durante sus años de estudiante entró en contacto con Alfonso Reyes, quien acababa de retornar a México después de una larga ausencia. Junto con Alí Chumacero y Jorge González Durán, funda la revista Tierra Nueva, a la que pronto se agregó Leopoldo Zea, entonces estudiante de filosofía. La revista, que contaba con el apoyo de Alfonso Reyes, se publicó entre 1940 y 1942.

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En un principio, Martínez quiso ser poeta, como Chumacero, pero pronto reconoció su carencia de creatividad; tomar conciencia de este “defecto” lo llevaría a encontrar sus grandes cualidades como analista literario. Por su talento, por su dedicación y por su don de gentes, Alfonso Reyes lo distinguió con su amistad y llegó a considerarlo el mejor de sus discípulos.

A inicios de la década de los cuarenta del siglo XX se dedica a dar clases de literatura, aun sin concluir sus estudios, pero su vida cambia cuando Jaime Torres Bodet, al ser designado Secretario de Educación, lo busca para convertirlo en su secretario particular. Participa, junto a Torres Bodet, en la difícil tarea de reducir el analfabetismo en México, que por esa época era del cincuenta por ciento de la población adulta. Con los años, José Luis Martínez reconocería la influencia que tuvieron tanto Alfonso Reyes como Torres Bodet en su actividad como intelectual preocupado por el desarrollo cultural del país.

Cuando apenas tenía veintiocho años, Reyes le solicitó ayuda en la elaboración de un trabajo sobre las letras nacionales. Martínez remitió su participación a los ocho días, pues ya conocía bastante bien el tema. Este texto sería el germen de dos libros sobre literatura, uno relativo al siglo XIX y otro al siglo XX. Escribió más libros sobre la materia, convirtiéndose en el historiador de la literatura mexicana y nos dio, como apunta José Emilio Pacheco, el esquema bajo el cual se estudia nuestra literatura.

También le interesaba la historia, entre sus proyectos más importantes se cuenta una investigación sobre Hernán Cortés, misma que publicó en 1990. En esta biografía, Martínez ejerce de historiador neutral que se limita a mostrar los hechos sin emitir juicios; apoyado en un buen número de documentos, muchos de ellos inéditos, Hernán Cortés no se aprecia ni como héroe ni como villano, sino como un personaje de su época.

Una de sus más acendradas pasiones era la de coleccionar libros; no era un simple acumulador de ejemplares raros o extraordinarios, por setenta años se dedicó a recopilar libros y revistas que tenían relación con México, especialmente de literatura e historia. Realizando de manera incansable una labor de investigación y clasificación, consiguió rescatar libros, revistas y suplementos antiguos y modernos; gracias a su esfuerzo ha llegado a los lectores actuales mucho de lo que se escribía en el siglo XIX en las revistas. Su perseverancia lo llevó a conformar la biblioteca más importante de la literatura que hay en México, razón por la que es llamado el gran curador de las letras mexicanas.

A su muerte, ocurrida en marzo de 2007, la biblioteca tuvo un destino incierto hasta que el gobierno de México la adquirió y le otorgó la custodia a la Biblioteca de México; así, el legado de uno de los intelectuales más queridos de México está al alcance de todos.

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