Es razonable deducir que el Hombre, en las sucesivas fases de su prehistoria, recurrió a las pieles animales para cubrir el suelo de las cuevas y chozas que habitaba con el objetivo de lograr un ambiente más cálido. Eran los antecedentes de lo que luego, con el avance tecnológico, se elaboró ex profeso tejiendo y recibe hoy el nombre de alfombra ¿Cuándo ocurrió exactamente? El registro arqueológico nos dice que la alfombra más antigua del mundo tiene más de 2.000 años.

Por supuesto, es imposible saber si no hubo ejemplares anteriores, lo que es bastante probable; sólo que la realidad material es ésa. Corresponde a una pieza encontrada en 1947 en Siberia, lugar de temperaturas tan frías que produjeron su congelación y, gracias a ello, quedó garantizada su conservación durante dos milenios y medio, pues jamás se derritió. Se la conoce como alfombra Pazyryk o alfombra Gorno-Altai, en referencia al lugar de su hallazgo: una serie de enterramientos situados en el Valle de Pazyryk, actual Rusia.

 

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Se trata de un rincón montañoso, una meseta llamada Ukok cercana a la frontera rusa con China, Mongolia y Kazajistán donde el arqueólogo Mijaíl Gryaznov excavó una tumba en 1929, atrayendo así el interés científico sobre el sitio. Dieciocho años después fue su colaborador, Serguéi Ivanovich Rudenko, prestigioso antropólogo del Instituto Antropológico Soviético, el que llevó a cabo unas excavaciones a mayor escala descubriendo que el hallazgo de su predecesor no era algo aislado sino integrado en toda una necrópolis.

La mayor parte de las tumbas habían sido saqueadas ya en otros tiempos pero los ladrones siempre se llevan joyas y metales preciosos, no interesándoles lo demás, que a menudo es lo que proporciona más información a los investigadores. Así, aparecieron muebles, un carro con los esqueletos de los caballos que lo tiraban, objetos cotidianos de ajuares, textiles y, por supuesto, restos humanos. El posterior análisis craneológico de éstos desvelaría que eran caucásicos, si bien algunos mostraban características algo diferentes, mongoloides.

De todos ellos tuvieron una importancia especial dos momias bastante bien preservadas por el frío. Una correspondía a un hombre de unos cincuenta años, fornido, en cuya piel se apreciaban tatuajes. Más tarde se la analizó con infrarrojos y resultó que, al igual que los demás cuerpos recuperados, estaba profusamente tatuado. en su caso, con un bestiario que incluía animales como burros, ciervos o carneros pero también con figuras zoomorfas fantásticas similares a grifos y otros seres de apariencia monstruosa. También había círculos alineados que probablemente tenían una función terapéutica, teniendo en cuenta que las tribus siberianas actuales siguen practicando ese método de curación para la espalda.

La otra momia destacada la encontró décadas después, en 1993, la arqueóloga Natalia Polosmak: fue la bautizada como Doncella de Hielo (o Dama de Altai, en alusión a las montañas donde está Pazyryk), una joven soltera de clase alta enterrada en un sepulcro de cámara construido en madera y cantos rodados, rodeada de un ajuar que incluía vajilla y un carro tirado por seis caballos sacrificados. El cuerpo descansaba en un ataúd que era un tronco de alerce siberiano ahuecado y con un forro de cuero decorado con figuras zoomorfas. El grado de conservación era muy bueno porque las lluvias inundaron la tumba y se congelaron, uniéndose así al permafrost.

La Doncella de Hielo medía 1,67 metros, reposaba de costado y no tenía cabello -la habían rapado- sino una peluca y un tocado de fieltro con bordados dorados. Al igual que el jefe, presentaba tatuajes en la piel, tanto motivos animales como vegetales. La blusa que vestía era de seda salvaje que, se cree, procedía de la India, lo que, junto a otros productos encontrados en el ajuar (como semillas de cilantro iraní), resultaba de extraordinario interés para imaginar las rutas comerciales que habría entre esas regiones y la cultura siberiana.

¿Cuál era ésta? La doncella y el jefe fueron datados en el siglo V a.C, aunque algunos de los túmulos estudiados son uno o dos siglos más recientes. En cualquier caso a caballo entre las edades del Bronce y el Hierro, lo que en esas latitudes corresponde a la cultura pazyryk, encuadrada en el grupo kurgán. Los kurganes constituían un conjunto de pueblos que se extendían desde esa región hasta Europa (Rumanía, Bulgaria) pasando por el Cáucaso.

Los pazyryk habitaban en las estepas y estaban relacionados culturalmente con los escitas, que tenían una iconografía artística similar y también practicaban costumbres funerarias parecidas, según va mostrando la arqueología. Dedicados al pastoreo, su forma de vida nómada no impedía que mantuvieran intensas relaciones comerciales con áreas lejanas como India, Persia o China, tal como vimos antes, siendo el producto principal de sus transacciones el ganado equino. El hallazgo de máscaras de origen griego demuestra que también tuvieron contactos con las colonias helenísticas del Bósforo cimerio.

Los túmulos de Pazyryk, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, continúan dando sorpresas de vez en cuando. En 2007 salió a la luz la tumba de un guerrero rubio y tatuado envuelto en un abrigo de piel de marta y acompañado de ajuar. Cinco años más tarde aparecieron varios enterramientos más, aunque trabajar sobre el terreno se ha vuelto un tanto problemático por la oposición de los habitantes locales a que se remuevan los lugares de descanso de sus antepasados y sabedores de que las piezas rescatadas no se van a quedar allí sino que son llevadas al Museo del Hermitage (San Petersburgo).

Y llega el momento de retomar el inicio de este artículo para hablar de la alfombra más antigua del mundo, entendiendo por tal la que se ha confeccionado tejiendo. Fue el propio Serguéi Rudenko el que la encontró en 1949, al final de aquella campaña de excavaciones, en la tumba de un personaje de alcurnia. Datada en torno al año 40 a.C, mide 2 metros de longitud por 1,83 de ancho y 2,4 milímetros de espesor. Es de lana de oveja y está elaborada con aproximadamente 1.125.000 nudos (3.600 nudos por decímetro cuadrado, una densidad mayor que la de las alfombras modernas, lo que indicaría un manejo tan eficiente de la técnica que la remontaría un milenio atrás).

Gracias a su congelación en el permafrost, debido a la inundación reseñada, presenta un buen grado de conservación que permite apreciar el colorido rojo y dorado del tejido, así como los detalles de su decoración. Ésta tiene una parte central cuadrangular subdividida en cuadrículas tipo ajedrez (de hecho, se ha sugerido que en realidad sería un enorme tablero para el juego de dados), cada una adornada con motivos florales. Ese centro queda enmarcado por cenefas que se suceden hacia fuera y muestran, por este orden, grifos, alces, caballos (unos con jinetes montados y otros desmontados) y otra vez grifos.

No obstante, tales figuras no despejan las dudas sobre su autoría con exactitud, por lo que hay controversia al respecto; algunos, como Talbot Rises ve la mano escita; otros, como S. Tolstov, apuestan por los masagetas. Sin embargo, la mayoría, con Rudenko a la cabeza, se decantaron más bien por un artesano iraní, ya fuera persa, medo o parto. Los defensores de esta hipótesis apuntan a que el lugar de origen debió ser el entorno de Armenia y el Turkestán, pues en esa región, de gran tradición en la confección alfombrera, se han encontrado algunas elaboradas con técnica análoga (el nudo denominado torkībāf).

Ello implicaría que fue exportada al área de las montañas Altai y quizá hecha por encargo, ya que el equipamiento que llevan los caballos es típico de allí. Faltaría por dilucidar la audaz teoría de F. Balonov, quien basándose en la asimetría de los motivos decorativos, en la distribución de los colores en determinadas secciones y otras peculiaridades, propone que la alfombra es el soporte de un mensaje codificado. Es increíble lo que puede dar de sí una alfombra.

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