Héctor González Aguilar

Mariano Azuela, a quien recordamos como el autor de Los de abajo, novela icónica en la narrativa mexicana, fue un gran observador de la sociedad, rural y urbana, de su tiempo, la cual plasmó en una vasta obra literaria poco conocida por los lectores.

Antes de que finalizara el siglo XIX, ya había publicado algunos relatos en revistas y periódicos de Lagos de Moreno, Guadalajara y la ciudad de México. Y aunque publicó algunas novelas durante la primera década del nuevo siglo, seguía siendo un desconocido. La fama, que se le había resistido durante años, comenzó a sonreírle gracias a una controversia que se libró en la prensa de la ciudad de México en la que su nombre salió a relucir.

Nacido en Lagos de Moreno, Jalisco, en 1873, Mariano Azuela pertenece a esa muy selecta estirpe de los profesionales de la medicina que por alguna razón, aún no explicada con suficiencia, se dedican también a la literatura. Después de obtener su título de médico, en 1899, en Guadalajara, retorna a su ciudad natal a ejercer tanto la medicina como la literatura.

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Entre 1907 y 1923 publicó diez novelas, la primera de ellas fue María Luisa, en la que se observa la influencia de los escritores naturalistas franceses a los que era afecto. En sus novelas anteriores a la caída de Porfirio Díaz evita los temas políticos para no ser censurado, pero es evidente su desencanto por los escasos logros sociales del gobierno y por la decadencia de la clase social que predomina. 

Participa en la actividad política de su ciudad, tiene alguna relación con Gustavo A. Madero, quien por algún tiempo reside en Lagos; se adhiere al movimiento maderista cuando éste inicia, gana la elección para un cargo público pero debe cederlo a un nuevo miembro del partido, antes férreo opositor de Francisco I. Madero. A partir de esa experiencia escribe Andrés Pérez, maderista, publicada en 1911, en la que no oculta su desazón porque el movimiento fue tomado por políticos oportunistas, del viejo régimen, que simulaban ser fervientes seguidores del proyecto democratizador solamente para perpetuarse en el poder.

Luego del golpe de estado de Victoriano Huerta, y temiendo la represión del gobierno usurpador, Azuela se da de alta como médico de las fuerzas villistas del general Julián Medina, con quien permanece unos dos años. De sus andanzas revolucionarias surgirá el tema para su obra más conocida, Los de abajo. Tiempo después, Azuela declararía que lo narrado en la novela no lo vio ni lo vivió, sino que fue una recreación inspirada en sus conversaciones con revolucionarios villistas. 

La novela se publicó por entregas, a fines de 1915, en el periódico Paso del Norte de la texana ciudad de El Paso. La obra, sin embargo, pasó inadvertida. En 1920, Azuela, que ya radicaba en la ciudad de México y trabajaba como médico, realizó algunas modificaciones que enriquecieron literariamente el texto. 

En el año de 1925 se suscitó una polémica en torno a los valores ideológicos e históricos, y no a los literarios, de Los de abajo. Como quiera, gracias a esto, el semanario El Universal Ilustrado decidió publicar la novela, iniciando el tránsito que la convertiría en el modelo de la narrativa de la revolución mexicana.

La novela muestra la ambivalencia de la revolución, por un lado se manifiesta la necesidad de la gesta armada en la búsqueda de la igualdad social, mas por el otro se deja ver la conducta de aquellos que se integraron a la lucha solamente para saciar sus ambiciones personales. En cuanto a la calidad literaria, ésta se discutió por mucho tiempo, la fragmentación de la narración en cuadros o escenas fue vista al principio como un defecto hasta que alguien descubrió que realmente era una gran innovación.

Criticado por unos y alabado por otros, Azuela recurrió a las nuevas técnicas para escribir otras obras; de este ciclo, su novela más conocida es La Malhora, que se le ha relacionado con la vanguardia estridentista. La malhora está ambientada en el barrio de Tepito de la ciudad de México, muy cerca, por cierto, del lugar en donde el escritor atendía su consultorio.

En unas pláticas relativas a sus concepciones estéticas, el autor dio a conocer su credo literario: “Aunque mis escritos han sido de mera imaginación, los he basado siempre en hechos de los que he sido testigo o me han contado en forma viva o fidedigna. Me es más fácil reconstruir que inventar”. 

A raíz de su fallecimiento, el 1 de marzo de 1952, la figura de Azuela fue institucionalizada por el sistema político mexicano. Quizá él nunca hubiera deseado tal cosa, pues aunque creía firmemente en los ideales revolucionarios, en todas sus novelas expresa su aversión sobre aquellos que utilizaron la revolución para convertirse en los nuevos explotadores del pueblo.

Actualmente se considera a Azuela como uno de los grandes innovadores de la narrativa mexicana; según Luis Leal, su presencia se intuye en Agustín Yáñez, Juan Rulfo y Carlos Fuentes, lo cual es una buena recomendación para leer su obra más allá de la novela que lo consagró.

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