Los seis investigadores que aguardaron impacientes desde primera hora el pasado dos de enero a que se abrieran las puertas de la Biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton no son exactamente groupies literarios. Comparten la pasión de los fans, pero no era un autor vivo lo que les movía, sino la historia de una relación cuyos protagonistas murieron hace medio siglo. Querían ser los primeros en leer las 1.131 cartas, todavía inaccesibles para el público, que el poeta y premio Nobel estadounidense T. S. Eliot le envió a la profesora de arte dramático Emily Hale entre 1930 y 1957. “Es una correspondencia ardiente. Eliot muestra su lado más íntimo y oculto”, cuenta al teléfono con entusiasmo Lyndall Gordon, profesora de Oxford y autora de la biografía T. S. Eliot, An Imperfect Life. “El otro día otra de las investigadoras y yo nos abrazamos, es muy emocionante ir leyendo esto. Son cartas muy largas de una persona compleja”.

Una prima de Eliot le presentó hacia 1912 a Emily Hale. Los dos procedían del mismo círculo de familias bostonianas. Él estudiaba en Harvard y ya había publicado La canción de amor de J. Alfred Prufrock. Ella se había criado con sus tíos y aspiraba a ser actriz o dramaturga, pero su familia no lo veía bien. Juntos actuaron en una pequeña función para amigos en la que interpretaron fragmentos de la novela de Austen Emma.

Poco antes de marchar a Europa en 1914 para seguir en Oxford con sus estudios de filosofía, Tom se declaró a Emily, pero no parece que le hiciera una proposición matrimonial firme, y no sintió que ella mostrara mucho entusiasmo ante sus palabras. Hale comprendió pronto que debía ganarse el sustento y empezó a impartir clases de teatro. Su vida tiene algo de Jo, el personaje de Mujercitas.

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Un año después de declararse a Hale, a los 26 años Eliot se casaba con la británica, intensa, deslumbrante e inestable Vivienne Haigh Wood. Entradas y salidas de sanatorios e infidelidades (entre otros con Bertrand Russell), convirtieron este matrimonio en un vía crucis. El poeta, cuya obra empezó a ser publicada por Virginia Woolf en Hogarth Press, y que más adelante trabajaría él mismo como editor en Faber & Faber, retomó el contacto con Hale en 1927. Cinco años después fue como profesor invitado a Harvard, luego visitó a Emily en California.

Se suceden los viajes y las cartas entre el poeta y su amada. Tras la muerte de Vivienne en 1947, sin embargo, no le propone matrimonio como ella esperaba. El año siguiente gana el premio Nobel y más adelante se casa con una joven admiradora, Valerie, que había sido su secretaria en Faber. Finalmente, en 1957, Hale decide donar las cartas a Princeton donde trabajaba el marido de una de sus mejores amigas Willard Thorp, el profesor que también logró hacerse con los papeles de Scott Fitzgerald.

Lyndall Gordon, que ha escrito biografías de Virginia Woolf, Henry James y Emily Dickinson entre otros, prepara ya un nuevo libro sobre T. S. Eliot y las mujeres, que saldrá en 2022 en el mercado anglosajón coincidiendo con el centenario de la publicación de Tierra baldía. “Eliot dependía mucho de las mujeres pero no era promiscuo”, aclara. La profesora se detiene en cuatro de ellas: su madre, su primera y segunda esposas (Vivienne y Valerie), su amiga inglesa Mary Trevelyan, y Emily Hale, a quien ella considera fundamental, “la elegida”, como las cartas demuestran. “Sientes apuro al leer cosas tan personales. La relación que mantuvieron fue casi exclusivamente a través de las palabras”, señala. “A veces pienso que moralmente mi trabajo de biógrafa es indefendible”.

Sobre las cartas que ahora lee Gordon en Princeton —a las que se suman recortes, fotos, y un texto de Hale sobre la relación— ha pesado la prohibición de que fuera accesible al público hasta 2020. Había mucha expectación ante la apertura de la veda —en octubre se rompieron las cintas de cobre que sellaban las cajas—, pero ha resultado que, además, al público le aguardaba una gran bronca en diferido.

Eliot, informado por Hale de que había donado sus cartas, quiso tener la última palabra y dio instrucciones para que en el mismo momento en que la correspondencia se hiciera pública se difundiera un comunicado que dejó escrito y que se conservaba en Harvard, donde está gran parte de su archivo. De las instrucciones precisas que dejó se desprende que el poeta no tenía ninguna confianza en que Princeton cumpliera con el embargo. “Emily Hale habría matado al poeta que hay en mí; Vivienne casi fue mi muerte, pero mantuvo al poeta vivo”, escribió. “Al morir Vivienne, me di cuenta de repente de que no estaba enamorado de Emily Hale. Gradualmente comprendí que había estado enamorado solo de un recuerdo, del recuerdo de la experiencia de haber estado enamorado de ella en mi juventud”.

Aclara que nunca mantuvieron relaciones sexuales y que mandó quemar las cartas de Hale. Su radical refutación y revisión de su relación parece sacada de un verso de La canción de amor… “Eso no era lo que quería decir en absoluto / Eso no es en absoluto”. Eliot no soportó imaginar que más de medio siglo después de su muerte se hiciera público algo de él que no controlaba.

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