Héctor González Aguilar

El 13 de febrero de 1893, en San Remo, un pueblo italiano fronterizo con Francia, falleció Ignacio Manuel Altamirano, connotado hombre de letras que promovió, como pocos, la concordia entre los mexicanos y el surgimiento de la literatura nacional.

En realidad, el proyecto de una literatura mexicana nace casi inmediatamente después de lograrse la independencia política en 1821. El primer antecedente se tiene con la formación de la Academia de Letrán, en 1836. Un año después, un miembro de ésta, Ignacio Rodríguez Galván, fundaría la revista El recreo de las familias, cuya intención era la de crear un canon literario auténticamente mexicano que pudiera distinguirse del francés y del español.

Desgraciadamente, este primer intento no puede fructificar porque el país estaba hundido en la inestabilidad y los intelectuales, como era usual entonces, participaban activamente en la política y en la guerra; a la fragilidad política y económica hubo que sumar la aparición de conflictos con las potencias internacionales, Estados Unidos y Francia, que quisieron sacar provecho de la situación de México.

Sería hasta 1867, luego del triunfo definitivo de Benito Juárez sobre Maximiliano, que Altamirano retomaría la idea de Rodríguez Galván convocando, en la ciudad de México, a unas veladas para hablar de poesía y leer textos literarios. A las reuniones asistían personajes de las diferentes facciones políticas que meses atrás habían estado enfrentadas.

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Ante la entusiasta acogida que tuvieron las veladas literarias, Altamirano decidió fundar una revista que ayudara a la reconstrucción nacional. Así que a inicios del año de 1869 apareció el primer ejemplar de la revista El Renacimiento, con el objetivo de buscar la unidad y la concordia en un país golpeado por la violencia durante muchos años. Pero su proyecto iría más allá: deseaba que ese renacimiento se tradujera en la creación de una literatura nacional capaz de demostrar que México poseía una cultura a la altura de las principales naciones del mundo.

El propulsor de esta idea, Ignacio Manuel Altamirano, había nacido en Tixtla en 1834; de origen indígena, tuvo acceso a la educación porque su padre, después de ser elegido para un cargo público menor, consiguió que fuera admitido en el grupo de los niños “de razón”, es decir, entre los niños blancos.

Gracias a su talento innato, Ignacio Manuel obtuvo una beca para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, pues Tixtla, hoy población guerrerense, entonces pertenecía al Estado de México. A pesar de sus carencias económicas, pronto destacó en el instituto por su inteligencia y al cabo de dos años lo nombraron encargado de la biblioteca. Ahí mismo conoció a Ignacio Ramírez, El Nigromante, quien lo encauzó hacia las ideas liberales y lo hizo consciente del drama que vivía la nación mexicana. 

Aun sin concluir sus estudios, Altamirano deja el instituto, lo encontraremos en la ciudad de México estudiando la carrera de derecho e involucrándose cada vez más en las actividades del partido liberal. Comienza a participar en la política, es elegido diputado por el estado de Guerrero y pronto se da a conocer por sus dotes oratorias.

Por su participación militar durante la intervención francesa se le otorgó el grado de coronel. Estuvo en el sitio de Querétaro y cuando Maximiliano cayó prisionero se entrevistó con él, pero no hablaron de política ni de hechos militares sino de la disentería que ambos padecían.

Luego del triunfo liberal Altamirano se aleja de la actividad política, decide convertirse en un hombre de letras y funda El Renacimiento, intuye que la literatura es el medio más propicio para la creación de una conciencia nacional. No olvidemos que para los intelectuales mexicanos del siglo XIX, la literatura tenía el elevado objetivo de encauzar la educación del pueblo.

A diferencia de otras revistas que la antecedieron, en El Renacimiento se encuentran más escritos producidos por autores mexicanos que por extranjeros, se evitó especialmente publicar a los escritores franceses y se exaltó a los alemanes. La revista se publicó por un año; aun así, Altamirano consideró que se había cumplido el objetivo de sembrar la concordia y, lo más importante, que se había marcado el camino en esa búsqueda de lo nacional.

En la misma revista Altamirano publicó Clemencia, que es reconocida como la primera novela verdaderamente artística escrita en México. Después, el escritor perseveró en su idea de crear una conciencia y una literatura nacionales, fundó asociaciones, revistas, periódicos y se dedicó a la docencia. Siendo diputado, en 1882, dio un discurso en el que proponía la educación primaria gratuita, laica y obligatoria. Por todo esto, llegó a constituirse como el máximo representante de la intelectualidad mexicana de su época.

Su proyecto de crear una literatura con características mexicanas fructificó, grandes autores han dado lustre a nuestro país escribiendo sobre temas nacionales. Ignacio Manuel Altamirano es un mexicano universal, digno antecesor de Alfonso Reyes y Octavio Paz. Por sus ideales, por su labor formativa y unificadora, la nación tiene una deuda con él.

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