Francisco Guerra Tananta mira hacia las copas de los árboles. Parece pequeño y frágil en medio de la selva. Está cansado. Los últimos kilómetros a través de la selva peruana han sido agotadores por el calor y la humedad. Pero la larga caminata ha valido la pena porque ha encontrado una ceiba. En el Amazonas se considera que estas plantas gigantes tienen propiedades medicinales y curativas.

Francisco está radiante porque para él este árbol tiene mucho valor. Otras personas lo ven de manera totalmente distinta: la madera se vende cara. Este es uno de los motivos, aunque no el principal, por el que existe deforestación en este lugar tan apartado. En los últimos años se talaron aquí muchos árboles para poder cultivar cacao.

Los frutos de la planta del cacao tienen la forma de un balón de fútbol americano. Con sus semillas se elabora pasta y manteca de cacao, los ingredientes principales del chocolate.

Anuncios

Francisco nació en el Amazonas hace 56 años. Es mestizo, al igual que muchos en Loreto, la mayor región de Perú. Sus antepasados eran indígenas, inmigrantes españoles y japoneses. Vive aquí desde hace generaciones, en una tierra rica en agua y bosques.

La ceiba se encuentra sobre un trozo de tierra que le ha ofrecido comprar un campesino. Francisco quiere adquirirlo para la Asociación Civil el Puente de la Amistad (ACELPA) que fundó hace ocho años junto a su esposa, la alemana Angelika Maria Kotzur. La idea inicial era proporcionar una formación a los niños de familias pobres. Pero con el tiempo, se ha ido transformando y ahora vela por la protección del medio ambiente. ACELPA compra terrenos en la selva para protegerlos de la deforestación.

COMENZÓ UNA NOCHE
”Vinieron en mitad de la noche y comenzaron a talar los árboles con sus moto sierras”, cuenta Angelika, que presenció el momento en el que los trabajadores, por encargo de un productor de cacao, empezaron a talar la zona situada a tan sólo unos kilómetros de su campamento en la selva. Detrás estaba la empresa United Cacao con sede social en las Islas Caimán.

Nunca se hubiera imaginado que las máquinas topadoras llegarían hasta aquí. Al principio les invadieron la ira y la desesperación, pero con los años llegó el pragmatismo. “Teníamos que hacer algo. No podíamos salvar la selva solos. Solo si la gente de aquí valora la selva y comprende que es su medio de subsistencia se movilizará”, cuenta esta alemana conocida en la zona por su compromiso.

Lograron convencer a un banco alemán para que les apoyara como parte de su programa social. “Comprar determinadas superficies de selva tropical es un medio probado para conservar la naturaleza”, señala Reinhard Behrend, presidente de la asociación Rettet den Regenwald (salven la selva tropical) en Hamburgo.

Es decisivo proteger el bosque permanentemente tras la compra y para ello es muy importante involucrar a los habitantes del lugar en el proyecto

ESPACIO VITAL AMENAZADO
Aunque la planta del cacao procede de Sudamérica, el continente tiene un papel relativamente pequeño en el cultivo mundial de cacao, comparado con Costa de Marfil y Ghana. Los dos países africanos producen más de la mitad del cacao crudo a nivel global. En ambos estados los bosques se han reducido notablemente debido al cultivo del cacao. Entre tanto, los productores han echado el ojo a Sudamérica, especialmente a Perú.

En 2007 Perú exportó más de 4 mil toneladas de cacao. Nueve años después ya son casi 62 mil toneladas. Los ecologistas están preocupados porque ven la amenaza que se cierne sobre las selvas en el Amazonas por el boom del cacao.

Además de explicar a los visitantes la función de los árboles medicinales, Francisco trabaja como curandero tradicional, igual que lo hicieron sus padres. La gente acude a él para tratarse el cuerpo y el alma. De niño iba con su familia a la selva para cazar, pescar y encontrar plantas medicinales. Para los locales, el bosque era el medio de subsistencia pero también un lugar lleno de magia y misterios.

Calzado con botas de agua, Francisco se abre camino entre el lodo, la maleza y las lianas con ayuda de un machete. La humedad del aire llega casi al 100 por ciento y las temperaturas superan los 30 grados.

El pequeño proyecto para proteger la selva tropical comenzó en 2014 con la compra de 30 hectáreas de terreno gracias al apoyo de Alemania. “Queremos comprar tanta tierra como sea posible para conservarla para la región y protegerla”, explica Francisco. En estos cuatro años la asociación ha adquirido más de 300 hectáreas.

Todavía no está claro si la tala llevada a cabo por la empresa de cacao fue legal. La ley peruana establece que está prohibido talar bosque primario para la agricultura industrial. Basándose en las imágenes por satélite, las asociaciones medio ambientales están seguras de que esto es lo que ocurrió.

La compañía, en cambio, alegó que gran parte del terreno ya se había utilizado antes para fines agrícolas.

Por cada 50 hectáreas de tierra, es decir, para una superficie de unos 70 campos de fútbol, la empresa de cacao pagó aproximadamente 5 mil soles peruanos (mil 500 dólares), cuentan los ecologistas. Mucho dinero en un lugar en el que la gente es pobre.

La superficie de cultivo se encuentra situada a un par de kilómetros al este de Tamshiyacu y abarca entre 2 mil y 3 mil hectáreas. En imágenes de Google Maps se aprecia bien la dimensión de la deforestación: un campo arrasado en mitad de la selva.

La pequeña ciudad de Tamshiyacu, en la que viven 6,mil habitantes, está a orillas del Amazonas en plena selva. Casi todas las casas son sencillas construcciones de madera con tejados hechos con hojas de palmeras. La principal fuente de ingresos es la agricultura y la pesca. Algunos ven en el cultivo de cacao una posibilidad económica, otros consideran que sólo trae problemas.

Publicidad