La reconstrucción de la Catedral de Notre Dame, en París, se ha visto inmersa en la polémica por el enfrentamiento entre el Senado francés y el gobierno del presidente Emanuel Macron, así como los cuestionamientos a las millonarias donaciones recaudadas para las obras.

Tras el devastador incendio que el pasado 15 de abril dejó en ruinas a uno de los más emblemáticos monumentos de Francia, la cámara alta insiste en que la reconstrucción se debe apegar al diseño original, a diferencia del Ejecutivo que quiere una «reconstrucción imaginativa», sea lo que sea que eso signifique.

El pasado 28 de mayo, el Senado, controlado por la oposición de derecha, aprobó un proyecto de ley que señala que la restauración debe ser fiel a la «última condición visual conocida» de la catedral, incluida su aguja que cayó bajo los embates del fuego.

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La intención de los senadores franceses sería impedir al gobierno que permita la modernización de la iglesia, construida entre 1163 y 1245, la cual es considerado una de las catedrales góticas más antiguas del mundo.

La versión de la cámara alta se contrapone con el proyecto de los diputados de la Asamblea Nacional, que faculta al gobierno a establecer excepciones a determinadas normas (urbanismo, medio ambiente, construcción, conservación del patrimonio, contratación pública), lo que fue suprimido en el Senado.

Durante el debate en la cámara alta, varios senadores cuestionaron las intenciones del gobierno de Macron de concluir las obras de restauración en cinco años y de darse ciertas licencias para alcanzar ese objetivo.

Se trata de una ley para reconstruir Notre-Dame de París, no Notre Dame del Elíse”, dijo el senador David Assouline, del Partido Socialista, mientras Alain Schmitz, del centroderechista Los Republicanos, afirmó que es absurdo “dejarse encerrar en el plazo de cinco años si ello conduce a una disminución de la calidad del trabajo”.

Sí, restauraremos Notre Dame de París. El presidente se ha fijado un objetivo, cinco años, es un plazo ambicioso y voluntarista (…) En esta tarea que tenemos por delante, nunca confundiremos la velocidad con la prisa”, aseguró por su parte el ministro de Cultura, Franck Riester.

Sin embargo, ahora ambas cámaras del Legislativo francés deben unificar una versión del proyecto sobre la reconstrucción de la catedral, lo que parece complicado ante la visión que defiende cada parte.

Otro elemento que avivó el debate es si se debe reconstruir la aguja de la catedral respetando su diseño, ya que esta no formaba parte del monumento original, sino que fue obra del arquitecto Eugène Viollet-le-Duc en el siglo XIX.

El presidente francés afirmó que la aguja de la catedral debería ser resultado de “una reconstrucción imaginativa”, inspirada en “lo que Viollet-Le-Duc había hecho en su tiempo”, al llevar a cabo “una alianza de tradición y modernidad, una audacia respetuosa”.

Las voces a favor y en contra se hicieron patentes luego que el 17 de abril pasado, el primer ministro francés Edouard Philippe, anunció el lanzamiento de un “concurso internacional de arquitectura” para decidir cómo realizar la reconstrucción de la aguja de Notre Dame.

Explicó que el concurso “permitirá decidir si debemos reconstruir la aguja, si debemos hacerla igual a la que fue diseñada y construida por Viollet Leduc, o si dotamos a la catedral de una nueva aguja adaptada a las técnicas y retos de nuestro tiempo”.

La aguja, una estructura de 93 metros de altura y con un peso de 750 toneladas, será recordada como el símbolo del desastre que vivió Francia el 15 de abril, cuando el mundo se conmocionó al verla caer envuelta en llamas.

Pero esta no es la primera vez que se ha visto amenazado el monumento que inspiró al escritor francés Víctor Hugo a escribir en 1831 su célebre novela «Nuestra señora de París».

En 1871, durante la Comuna de París, la catedral sufrió una tentativa de incendio. Después, durante la Segunda Guerra Mundial, Adolfo Hitler habría ordenado hacer explotar los monumentos más importantes de París, en caso de que las fuerzas nazis tuvieran que abandonar la ciudad si perdían la guerra.

La catedral, que a lo largo de su historia ha sido escenario de acontecimientos como la coronación del rey Enrique VI de Inglaterra, en 1431, y de Napoleón, en 1804, así como la beatificación de Juana de Arco en 1909, es también motivo de otra polémica relacionada con la recaudación de fondos para su reconstrucción.

Desde que se incendió en abril pasado, grupos empresariales y magnates han ofrecido millonarias aportaciones para reconstruir Notre Dame, lo que ha generado numerosas críticas de diversos sectores sociales.

La familia Arnault y el grupo LVMH, dueño de marcas como Bulgari, Fendi, Givenchy, Loewe y Louis Vuitton, entre otras, anunció una donación de 200 millones de euros (unos 225 millones de dólares).

Una cifra similar fue ofrecida por el grupo empresarial L’Oreal, de la familia Bettencourt Meyers, mientras la compañía petrolera Total dará 100 millones (unos 112.5 millones de dólares) para las obras de reconstrucción.

La familia Pinault, que controla marcas como Gucci, Balenciaga y la casa de subastas Christie’s, prometió también 100 millones de euros para la reconstrucción de la catedral.

A estas aportaciones hay que sumar las ofrecidas por empresarios, la organizada por el Observatorio del Patrimonio Religioso y los fondos recaudados por plataformas como GoFundMe y Leetchi, de acuerdo con el canal de televisión France24.

Sin embargo, miembros de la oposición, líderes sindicales y el movimiento “chalecos amarillos” han criticado las millonarias sumas donadas para la reconstrucción de Notre Dame y la rapidez con que se han recabado, al argumentar que en Francia hay asuntos de mayor prioridad.

Si son capaces de dar decenas de millones para reconstruir Notre Dame, que dejen de decirnos que no hay dinero para satisfacer la urgencia social”, sostuvo Philippe Martinez, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), una de las principales gremiales de Francia.

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