Un paseo de la famosa Villa Borghese, en Roma, recibió el nombre de Gabriel García Márquez, que trabajó en la Ciudad Eterna a mediados de los años 50 y quedó fascinado por su belleza.

Italia está viviendo una semana latinoamericana. Los días 25 y 26 de octubre, en Roma se celebró la X Conferencia Italia–América Latina y el Caribe, en la cual el canciller italiano, Luigi Di Mayo, aseguró a sus homólogos latinoamericanos que Italia transmitirá sus opiniones e ideas en la cumbre del G20, que se llevará a cabo también en Roma este fin de semana.

Otro evento importante, organizado por la Embajada de Colombia, tuvo lugar en la Villa Borghese, un enorme parque en pleno centro de la capital italiana.

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En la tarde del 26 de octubre las mariposas amarillas, que revoloteaban en torno a Mauricio Babilonia en Cien años de soledad, adornaron la suntuosa fachada de la Academia de Rumania, mientras una lluvia tibia, que acompañó la ceremonia de la inauguración del paseo de Gabriel García Márquez, recordó a los amantes de su obra las primeras páginas de La crónica de una muerte anunciada.

‘Gabo’, corresponsal en Roma

Fueron las peripecias del Vaticano las que llevaron a Gabriel García Márquez a Roma. En 1954 el entonces papa Pío XII sufrió un fuerte ataque de hipo, causado por trastornos gástricos y, como a sus 78 años tenía una salud muy delicada, muchos vaticinaron su muerte inminente.

García Márquez, entonces joven periodista del diario colombiano El Espectador, convenció a su director Guillermo Cano que lo mandara a Roma para seguir desde cerca la evolución del estado de salud del pontífice.

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Al llegar, Gabo se sumergió en el bullicio de la vida romana. No sólo trabajaba como periodista, sino también asistía a cursos de dirección en el centro experimental de cinematografía de Cinecittà, la Hollywood sobre el Tíber, y trató de conseguir -sin éxito- el puesto de tercer asistente de dirección en el film La ladrona, su padre y el taxista.

Además, según refiere el agregado cultural de la Embajada de Colombia en Italia, Néstor Pongutá Puerto, el escritor “se hizo amigo de intelectuales, de periodistas, de altos prelados de la iglesia, gente del común e incluso de las prostitutas que rondaban por Villa Borghese. Le gustaba escuchar sus historias y aventuras y en oportunidades hacía las veces de traductor con algún turista gringo descarriado”.

Roma en la obra de García Márquez

En La Santa, uno de sus Doce cuentos peregrinos, Gabo describía así las largas jornadas estivales en Roma: “El sol de medio día se quedaba inmóvil en el centro del cielo, y en el silencio de las dos de la tarde sólo se oía el rumor del agua, que es la voz natural de Roma. Pero hacia las siete de la noche las ventanas se abrían de golpe para convocar el aire fresco que empezaba a moverse, y una muchedumbre jubilosa se echaba a las calles, sin ningún propósito distinto que el de vivir, en medio de los petardos de las motocicletas, los gritos de los vendedores de sandía y las canciones de amor entre las flores de las terrazas”.

Fue en Roma donde el futuro premio Nobel terminó su novela La hojarasca, donde por primera vez habla del pueblo de Macondo, lugar famoso en su obra maestra Cien años de soledad, y emplea varias técnicas que más tarde se identificarán con el realismo mágico.

Después de poco más de un año, Gabo dejó Roma para irse a París, pero la Ciudad Eterna e Italia dejaron una huella profunda en él. “En Roma me siento en casa”, solía decir y no es una casualidad que el primer idioma en el que se tradujo Cien años de soledad fuera el italiano.

Ceremonia de inauguración

Casi setenta años después la capital italiana rinde homenaje al gran escritor. “Es importante recordar la parte del legado de nuestro premio Nobel, que está vinculada a Roma, porque ayuda a entender cuáles eran las fuentes de su infinita creatividad”, explican a la agencia Sputnik los representantes de la Embajada de Colombia.

Para Francesca del Bello, alcaldesa del II Municipio de Roma, en el que se encuentra la Villa Borghese el significado de la ceremonia consistió también en que “demostró el vínculo profundo que existe entre el pueblo italiano y los pueblos de América Latina”.

A su vez, la vicepresidenta y canciller de Colombia, María Lucía Ramírez, definió el acto de inauguración como “expresión de cariño por la literatura, pero sobre todo por ese amor infinito que tuvo Gabriel García Márquez a Roma”. Ahora este amor quedó inmortalizado en un espléndido paseo de la Villa Borghese.

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