Cuando todo está en cuestión, desde la democracia hasta el actual derrochador modo de vida o la desigualdad entre hombres y mujeres, la literatura también lo pone en entredicho. De ahí, que la ficción y la no ficción de estos nuevos y puede que no tan felices años veinte se pregunten cómo han llegado hasta aquí y cómo deberían seguir su camino. La novela toma derroteros de autoficción cada vez más conscientes. Las mujeres escritoras reclaman su voz, y proliferan los análisis del principio del fin, la crisis climática y la nueva e hiperconectada sociedad de consumo. He aquí un repaso a las novedades literarias más interesantes del año que empieza.

Ampliación del campo de batalla. Pasó la década del destape, llegó la de la reflexión. Como dice Loola Pérez en el inminente Maldita feminista (Seix Barral): “Hemos conseguido que el feminismo esté por todas partes pero ¿a qué precio?” Su ensayo, crítico con el alcance del movimiento, que política y marcas utilizan de forma oportunista, invita a repensar lo que se pretende y en qué punto nos encontramos. En esa misma línea apunta el controvertido Tres mujeres, de Lisa Taddeo (Principal de los Libros), que sigue a tres mujeres durante ocho años y las enfrenta a su deseo en las relaciones de pareja. A la reflexión, que también hace suya la mexicana Alma Guillermoprieto en ¿Será que soy feminista?, en Literatura Random House (LRH), se sigue añadiendo la profundización en la desigualdad que evidencian estudios como La mujer invisible, de Caroline Criado Pérez (Seix Barral), en el que demuestra cómo los datos configuran un mundo por y para los hombres. En ese universo, lo literario se esfuerza por restaurar el orden, con iniciativas como la de Seix Barral, que planea publicar durante los primeros meses de 2020 obras de George Sand (Indiana) y Rafael Luna (Ocaso y aurora) como deberían haberse publicado en su momento, es decir, firmadas por las mujeres que las escribieron: Amantine Aurore Dupin y Matilde Cherner. Ursula K. Le Guin recupera la voz en Conversaciones sobre la escritura (Alpha Decay) y poco menos de una década después de casi desencadenar el neofeminismo, Caitlin Moran contraataca con Cómo ser famosa (Anagrama). Los límites de la maternidad los redibuja Eva Baltasar en Boulder (Literatura Random House) la esperadísima segunda entrega de la trilogía que comenzó con Permafrost. Maryse Condé también habla de su maternidad en La vida sin maquillaje (Impedimenta). Emilie Pine coge el testigo de Sally Rooney en lo que a revelación irlandesa se refiere con Todo lo que no puedo decir (LRH) y Margaret Atwood le da voz a la Penélope de Homero en Penélope y las doce criadas (Salamandra).

El buque insignia. Pero si hay una editorial que ha contribuido, desde su refundación en 1960, a la normalización de lo editado y escrito por mujeres es Lumen, que este año cumple seis décadas. Bajo la batuta de Maria Fasce, la editora que descubrió para el público en español a Lucia Berlin, afronta su aniversario con una mirada al pasado, el memoir de su fundadora, Esther Tusquets, Confesiones de una editora poco mentirosa, y una inevitable exploración del presente en un año en el que se detendrá en lo último (y póstumo) de Toni Morrison, La fuente de la autoestima, los relatos inéditos de Marcel Proust y María Kodama y lo próximo de la misteriosa Elena Ferrante. Su efeméride manda en un 2020 en el que el aniversario distingue a Benito Pérez Galdós —se cumplen 100 años de su muerte—, Emil Cioran —que falleció hace 25— y Miguel Delibes —en el centenario de su nacimiento—. Tusquets inaugura con sus Cuadernos 1957-1972 una biblioteca Cioran, mientras que Nórdica edita el ilustrado Delibes en bicicleta, de Jesús Marchamalo y Antonio Santos. 

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Autoficción al cuadrado. La non fiction novel, ese género que reinventó Truman Capote, ha adoptado, a principios de este siglo XXI y especialmente a principios de esta década que estrenamos, harta de fake news e historias no verdaderas, la forma de una true story personal que encara lo pasado con el fin de librarse de una carga. En parte, es la cultura del hater virtual lo que hay detrás del primer libro de no ficción de Bret Easton Ellis, el esperadísimo y autobiográfico Blanco (LRH), un ensayo de ensayos en el que el autor de American Pyscho encara hasta la última polémica en la que se ha visto inmerso, para depurar su imagen. Si la suya es una autoficción reconstructiva, las de Ricardo Menéndez Salmón (No entres dócilmente en esa noche quieta) y Galder Reguera (Libro de familia) pretenden ejercer de brújula paterno filial. ¿Y la de David Sedaris? Solo advierte de que las cosas a veces no son como se esperan. Calypso, su primer libro en Blackie Books, es lo que pudieron ser y no fueron las vacaciones perfectas. Y como en el mundo después de Twitter no hay términos medios, el vietnamita Ocean Vuongse desmonta (literal y literariamente) en su primera novela, la confesional En la Tierra somos fugazmente grandiosos (Anagrama).

La explosiva química familiar. Tal vez la falta de anclaje en este mundo a la deriva haga que la edición se aferre a la familia, por más destructiva que esta pueda ser. No en vano, en este 2020 se recupera la inigualable Personajes desesperados de Paula Fox (Sexto Piso), y Jane Smiley, la autora de La edad del desconsuelo, sigue ahondando en lo que los hijos hacen con los progenitores en Un amor cualquiera (Sexto Piso).

En la misma línea, pero añadiéndole algo de fanatismo religioso, apunta lo nuevo de Nickolas Butler, Un poco de fe (Libros del Asteroide), y la recuperación de la enorme Qué fue de los Mulvaney, de Joyce Carol Oates (Lumen). Dennis Lehane vuelve a enfrentar a dos familias, esta vez, en el Boston de finales de la Primera Guerra Mundial, en Cualquier otro día (Salamandra), y el genial Antonio Manzini inventa una familia de mentira al divertidísimo inspector Rocco Schiavone en Polvo y sombra (también en Salamandra). Hernán Migoya revisita, en su vuelta a la narrativa, su historia familiar en Baricentro (Reservoir Books), Keith Gessen se aproxima a lo que te hacía la familia en la Unión Soviética en Un país terrible (Galaxia Gutenberg) y Bernardo Atxaga hace lo propio, durante los últimos años del franquismo en el País Vasco, en Casas y tumbas (Alfaguara).

Fabular (o no) contra el fin del mundo. Desde la atalaya de la pareja, entregándose a una idea de la literatura entendida como refugio de lo real, Alejandro Zambra explora la formación y el desencanto del creador en Poeta chileno (Anagrama). Otras atalayas a salvo de lo que sea que ocurra en el mundo son las que dibujan Mircea Cartarescu en su El cuerpo: Cegador, 2 (Impedimenta); Salman Rushdie, en su peculiar Quijote del siglo XXI (Seix Barral), enamorado de una estrella de la televisión y con un hijo imaginario llamado Sancho; un Jon Bilbao entregado al wéstern en los relatos de Basilisco (Impedimenta), y un Juan Pablo Villalobos conspiranoico, el de La invasión del pueblo del espíritu (Anagrama). Pero si algo preocupa en este nuevo principio es el epílogo, y de ahí, quizá, que Martín Caparrós imagine la muerte como un fracaso intolerable con el que debe acabarse en la distópica Sinfín (LRH), o que Frédéric Beigbeder se lance, desde el ensayo, a hacer posible la inmortalidad en Una vida sin fin (Anagrama). Más sarcástico con su propio final (el de un inglés dentro de Europa) se muestra Ian McEwan en La cucaracha (Anagrama), una revisión del clásico de Kafka en la que una cucaracha se transforma, de la noche a la mañana, en el primer ministro británico. Y apocalíptico desde su retiro campesino, Wendell Berry anticipa El fuego del fin del mundo (Errata Naturae).

Verso libre. En lo poético, el primer disparo llega en la voz de una pulitzer, la feroz Anne Sexton. Se suma a la renacida iniciativa de poesía portátil que lleva a cabo Literatura Random House desde 2019. ¿Otros nombres del siglo XX para los años veinte del XXI? Geoffrey Hill, el poeta inglés más ambicioso de la segunda mitad del pasado siglo, del que se presenta Poesía reunida (Lumen), y la titánica Edna St. Vincent Millay, cuya arrolladora personalidad, dicen, inventó una nueva forma de ser mujer. De ella, también en Lumen, se publica una Antología poética definitiva. No es una antología, pero sí un acontecimiento literario poético el que llegue, a principios de este 2020, la segunda entrega de las memorias del Cervantes Antonio Gamoneda. Bajo el título La pobreza (Galaxia Gutenberg), construye a la vez un retrato del artista anciano y una crónica de época que da continuidad a la devastadora y vibrante Un armario lleno de sombra. Por último, el capítulo del verso lo cierra el único poemario inédito de Wislawa Szymborska, Canción negra, que verá la luz en Nórdica.

Otro nuevo comienzo (gráfico). Por último, Alpha Decay se suma este año a la ya enorme cantidad de editoriales que apuestan por lo gráfico con una colección de cómic llamada simplemente Alpha Cómic, que inaugurará Devastación, de Julia Gfrörer, un apocalipsis medieval. Su obra competirá con lo nuevo, autobiográfico y deslumbrante de Adrian Tomine, La soledad del dibujante de larga distancia (Sapristi), y con al menos otro par de joyas: Mis cien demonios, de la clásica aún por descubrir Lynda Barry (Reservoir Books) y la enorme (en todos los sentidos) Cassandra Darke, de Posy Simmonds (Salamandra Graphic), o cómo puede una riquísima marchante de arte acabar convertida en una incomprendida.

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