La voluntad y la energía de un grupo enorme, que brotaba con la intención de sanar el rio Magdalena, dejó su impronta en un mural en el callejón Rio entre Francisco Sosa y la calle de Parras en Coyoacánen la Ciudad de México, el 7 de julio de 2019.

Acudieron de Tijuana el artista plástico Enrique Chiu y de la Ciudad de México el artista gráfico Mocre, con el fin de colocar sobre una pared, un mensaje de mas de sesenta metros que mostrara el esfuerzo de tantos, por comenzar a hilarnos en un trabajo en conjunto respondiendo a esta crisis climática con talleres, charlas, un bazar eco amigable, recolección de residuos y rodada de bicis.

La apuesta está en que se puede, pero también con la capacidad de mirar que estas facturas que estamos cobrando, son una radiografía de lo que nos pasa en la desconexión que tenemos hacia nosotros, hacia los otros y hacia el planeta.

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Se sacaron nueve toneladas de basura del único río vivo que nos queda en la ciudad, en un tramo menor a 500 metros en un par de horas, mientras las brochas daban forma a animales endémicos en peligro de extinción, sobre un muro que estaba llena de grafitis.

23 días después, el muro fue grafiteado y con él, la ola de indignación, frustración y tristeza que nos causo, dejándonos con la tarea de reflexión que tiñe la experiencia. Así comenzaron las preguntas, abarrotándose en buscas de los porqués necesarios para saber cómo reaccionar.

¿Es el Grafiti una manifestación más del arte contemporáneo? ¿Es Vandalismo disfrazado de arte urbano?, ¿Podría ser incluso una forma de comunicación visual?. O es un lenguaje, donde también hay una intencionalidad artística amparada por una base cultural que empuja a transmitir una idea, una protesta o quizá también toque las fibras de mensajes reivindicación.

Hay quienes se ha volcado a buscar nombres para darle la expresión lingüística y estética a este movimiento e incluso le han dado tintes de categorías para intentar darle sentido. Así acuñaron el nombre de Art Graffiti, dando forma a la expresión y lo vincularon con el movimiento musical del hip hop de los 70-80. Graffiti Público para eslóganes de connotación personal donde se expresan preocupaciones ambientales, feminismo, denuncias de las minorías, inconformidades sobre políticas etc.

Latrinalia que es una categoría que también cobra el nombre de “Grafiti Privado”, encontrado en las paredes, puertas y espejos que se encuentran en los baños. “Grafiti Sprayer“ a quienes en verdad tenían una conciencia política. Y desde luego esta aquél que se manifiesta desde la delincuencia para demarcar territorio, avisos de que banda es la que rige esas calles o advertencias puntuales para dejar una halo de miedo y se viste de “Graffiti Vandálico.”

Como un indicador del proceso de cambio en la sociedad y una representación estética de una fenomenología interesante, cada estilo comparte el hecho de expresar, maneras de ver las cosas y hay ocasiones que incluyen dibujos, palabras, poesía o reflexiones personales y por que no, groserías. Se va distinguiendo entonces una fina línea entre vandalismo y arte.

Es ahí, en ese espacio donde la indignación hacia quién echó a perder nuestro mural nace y donde el campo nutricio para los cientos de comentarios sobre lo sucedido, crecen.

Pero también han ido generando una inquietud para seguir averiguando, reflexionando y aprendiendo.

Tal vez no hay verdades metafísicas y quizá en el análisis hay más bien una larga serie de subjetividades y valores envestidos en la cultura y es una búsqueda por darle respuesta a eso que se nos presenta como una manifestación vandálica, para darle respuestas a las preguntas ¿qué es el grafitti, de donde viene y para que sirve?

Usado como expresión, desde hace cientos de años desde las pinturas rupestres donde otro llegaba y pintaba encima, hasta llegar a los mercenarios griegos que marcaron sus nombres en templos egipcios con estiletes o punzones, dejando marcas o inscripciones rascando o rayando muros.

Encontrando el hilo conductor seguimos en el tiempo y llegamos a Roma, donde surgen inscripciones en los foros y nos lleva a un análisis histórico del fenómeno y donde aparece la etimología de la palabra graffiti.

A lo largo de los siglos es sorprendente encontrar símbolos obscenos, o en su polaridad otros usados por peregrinos cristianos que dejaron la huella de sus creencias plasmadas en las catacumbas.

Los presos en los calabozos medievales, tantos conservan inscripciones hechas con sangre, para expresar algo .

El Graffiti es una expresión gráfica que comunica dejando improntas sobre muros, paredes, columnas, o rocas, arboles o espacios por donde pasa la gente.

Por detrás hay una necesidad de ser visto, escuchado y encontrar un sentido de pertenencia. Una especie de lucha en contra de la impermanencia, dejando una imagen de uno, que dure apenas un poco más.

El 30 de septiembre de 1888 un asesinato cometido en Londres, atribuido a Jack el Destripador deja una de las improntas mas famosas en forma de grafitti, escrita con sangre de una víctima sobre un muro en la calle Goulston donde se leia «The Juwes are the men That Will not be Blamed for nothing». Basándose en que la palabra Juwes era una versión incorrecta de Jews (judíos). El mensaje se tradujo como “Los judíos son los hombres que no serán culpados sin motivo.” Por miedo a una represión contra estos, el mensaje fue borrado por la policía. Pero quedo grabado en el mensaje del consiente colectivo en novelas, películas y libros.

Mas adelante, cuando las tropas norteamericanas entraron a Túnez en la primavera de 1943 sobre los muros de la ciudad se leía Kilroy Was Here (“Kilroy estuvo aquí”). Al paso por Italia, Francia y Alemania el graffiti se repetía una y otra vez popularizándose. Nunca se supo nada de quien dejaba su firma sobre los muros. Después de la guerra, el nombre «Kilroy» se hizo sinónimo de grafito, y llegó a aparecer incluso sobre las cubiertas de los cuadernos de estudiantes. Casi siempre la frase, muestra una cabeza y unas manos que se asoman sobre el borde de una valla.

Después de la muerte de Charlie Bird Parker, un gran músico de jazz de los años 50´s de Estados Unidos, en los muros de muchos clubs de jazz sobre todo en Nueva York, aparecía el nombre de una de sus canciones más famosas “Bird Lives”. Aunque fue una expresión efímera en su momento, fue dejando un rastro, una estela que permite ir hilando una semblanza sobre este fenómeno.

Los primeros grafiteros en su mayoría eran jóvenes que usaban una ritualidad distintiva que delimitaba los espacios de cotidianidad, se movían dentro de una lectura hermética que solo los mismos iniciados en la misma podrían descifrar. Muchos otros, plasmaban textos cortos que reivindicaban la sabiduría popular.

Pero a partir de los años sesenta, se observan nuevas formas que van dejando plasmadas imágenes que abrazan la realidad desde su contexto local, cultural y histórico impulsadas desde las nuevas tendencias filosóficas como respuesta a lo que acontece en ese momento, a lo largo y ancho del planeta.

Sobre todo en Estados Unidos en un momento en que las barreras entre géneros artísticos se desdibujan, se fue usando como un medio de expresión donde jóvenes, habitualmente procedentes de zonas marginales de las grandes urbes, marcaban y reclamaban las zonas que habitaban, dando aviso al resto de su presencia, potencializando un caldo de cultivo para darle nacimiento a una idiosincrasia que establecía unas pautas de comportamiento, dando identidad cultural y racial o reivindicación territorial.

Pulsada desde la migración en tantas ocasiones, usado como un elemento de expresión propagandística del clan, de posicionamiento local, fue símbolo de pertenencia al apropiarse del espacio comunitario. Incluso se usaba y todavía lo es, un mensaje de advertencia para delimitar sectores “propiedad” de ciertos grupos.

El fenómeno, poco a poco se fue apoderando también de los subterráneos, enfocándose hacia la individualización en forma de firma.

El New York Times, que el 21 de julio de 1971 dedicó un artículo al autor de la firma “Taki 183”. “Taki 183´ Spawns Pen Pals”, quien hablaba sobre este chico de origen griego de nombre Demetrius, quien firmó camiones de helados, los pasillos de los subterráneos del metro, aeropuertos, y otras ciudades como New Jersey o Connecticut, con la dirección de su domicilio que estaba en la calle 183d.

En aquella época el costo para la ciudad de Nueva York de repintar los muros superaba la cifra de 300.000 dólares al año, así que implementaron una ofensiva a base de multas graves, incluso so pena de ir a la cárcel a quien resultara responsable, volviendo el ejercicio beneficioso para los agresoras, ya que debían aguzar una creatividad desbordada, para no ser reprendidos. Poco a poco se fue convirtiendo en una lucha inútil contra las pinturas urbanas que fueron gestando ahora equipos de hasta setenta en grupos como los “Wanted”.

Saltando de los muros a los vagones del tren mostrando una pericia asombrosa, se fue volviendo un escenario ambulante con una exposición mayor. Un lienzo rodante usando aerosoles con colores vibrantes y creciendo las letras, jugando con las formas abombadas, o estilizadas. Se iban sumando deformaciones gráficas en las que se incluían elementos propios de la cultura de origen del grafitero, acaparando cada vez mayor superficie, dando lugar al conjunto gráfico interconectado llamado “Wild Style”, que a su vez comenzaba a ser un código reconocible para todo artista callejero.

Fue cobrando forma de una acción muda que hablaba de la diferencia de clases, que daba una opinión sobre el orden establecido, un manera de manifestarse contra fuerzas de poder y mientras se iban gestando en las paredes impresiones experimentando diseños de los personajes de los cómics; elementos de la cultura popular desarrollando en la combinación de colores para conseguir efectos visuales a base de sombras y tridimensionalidad como expresión estética.

Así se fue dando lugar a toda una subcultura urbana producto del postmodernismo, resultado de la industrialización y la individualización cultural de nuevos grupos sociales arraigados en zonas aledañas a las grandes urbes, que revalorizan la cultura popular y reivindican la “baja cultura” que se había asentado.

Si en sus inicios el graffiti pasó del medio estático del muro, al soporte en movimiento de los vagones, con la llegada de los años ochenta, el impulso de la cultura urbana, hace que el graffiti llegue a las galerías de arte como expresión artística con una entidad propia. Este salto cualitativo, de acto vandálico, a acto creativo reconocido, termina por dar entidad propia a un lenguaje expresivo que a partir de entonces, influirá en el arte.

A medida que el fenómeno fue madurando, se fueron adhiriendo elementos como pósters, calcomanías, soportes impresos y sobre todo el sténcil. Sí los primeros grafiteros procedían de ambientes deprimidos, los siguientes incluirán entre sus filas a creadores, estudiantes de bellas artes y artistas conocedores de nuevas técnicas de expresión mural que prefieren alejarse de las connotaciones destructivas o vandálicas.
Un viaje en el tiempo nos pone ahora en la disyuntiva de qué hacer después de la destrucción de parte del mural. Miramos con congojo nuestro muro, sabiendo que nos duele porque lo sentimos nuestro ya que llevo un esfuerzo enorme de tantos por lograrlo.

Y después de discurrir durante un rato, podemos ver la fuerza que cobra ahora en un mensaje sobre todo los que nos falta por hacer, que mas allá de la intención de quien lo puso ahí y que podría estar ligado a un intento de iniciación en este fenómeno urbano, o un acto de rebeldía con un mensaje claro; esta también la reflexión de que el esfuerzo de un solo día no es suficiente para hacer los cambios que se necesitan, pues este daño al muro es la radiografía de lo que nos pasa por dentro.

Una manifestación de la desconexión que tenemos hacia todo, es una factura que imprime el daño, en apenas unas letras abombadas pintadas de blanco, que tienen una fuerza enorme por detrás para quienes nos dolimos.

Decidimos dejarlo así por un tiempo en recuerdo de que nos falta tanto, tantísimo por hacer.

Los muros tienen la palabra: materiales para una historia de los graffiti Francisco M. Gimeno Blay, María Luz Mandingorra Llavata
Seminari Internacional d’Estudis sobre la Cultura Escrita, 1997

Con información de López Doriga

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