Franco González Aguilar

Llegué a la casa a buena hora. Antes de ir a dormir, reflexioné en que los músicos de Coatepec, me habían inspirado confianza. La diversidad de edades que tenían, no representaba problema. Entre el mayor, que era Bernardo y Porfirio, el menor, fácilmente habría veinte años de diferencia. Pero el buen ambiente que Bernardo mantenía en el grupo, era visible a leguas de distancia. Cuando les mostré las canciones que compuse los sentí indiferentes. Estuvimos ensayándolas hasta  el día que llegó José  con las otras composiciones. Las cantó frente a ellos y tampoco manifestaron un gran entusiasmo. Lo más que dijeron fue que al paso del tiempo se irían compenetrando con los temas. Para aprenderse las canciones, se las distribuyeron entre ellos, escribiendo las notas de la línea melódica de cada una de ellas. Las más complicadas fueron las que eligió Arturo, el del requinto. Había escrito en hojas separadas las letras de las canciones, con objeto de ganar tiempo. Arriba de cada uno de los versos, anotó los acordes correspondientes. Decidimos que se ensayarían las once canciones durante el mismo número de semanas, para después irnos a México a realizar la grabación. Después de despedirnos de los músicos, Ramón, José y yo abordamos el autobús para volver a  casa.

—Me parece que no les gustaron las canciones—dijo José.

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—No se les vio ningún entusiasmo— añadió.

—Te diste cuenta que Bernardo ni siquiera intentó memorizar las letras— agregó Ramón.

—Yo más bien creo que están abrumados por el trabajo que se les vino encima— exclamé. Imagínate que hoy te dijeran  que tienes que aprenderte once canciones inéditas, que además fueron poesías y que tienen que estar listas en un corto plazo. Yo estaría igual que ellos. Debemos confiar en su profesionalismo y en su interés. Date cuenta que también resultarán beneficiados si tenemos éxito —concluí.

—Tienes razón—dijo José.

—Por cierto, debo confesarte que una de las canciones, Amor y Desdén, la sentí corta —continuó—. Para remediarlo, le agregué la primera estrofa del soneto A  Laura que también es de José Sebastián Segura. Lo encontré en una biblioteca del Distrito Federal.

—Fíjate que no lo noté cuando la cantaste —comenté—. Pero estoy de acuerdo, porque A Laura, es uno de los tres sonetos que Segura le compuso  a esa mujer, quien al parecer lo impresionó sobremanera.

—Ya que logramos avanzar un poco, entonces me retiro señores —exclamó José después de dos horas de charla—. Tengo compromisos en México y debo regresar inmediatamente. Víctor, te pido que estés pendiente de los temas, que mis canciones queden bien montadas, con buenos arreglos y cuida las voces por favor. De todo esto depende que salga una grabación de primera.

—No se preocupen —les dije—. Estaré muy pendiente de los ensayos, y pueden estar seguros de que en el tiempo acordado, estaremos listos para entrar al estudio.

Nos despedimos y José se trasladó a la terminal de autobuses. Ramón y yo propusimos reunirnos con los músicos para darle seguimiento a los ensayos.

Durante esos meses, estuve en varios ensayos, a veces acompañado por Ramón. La única dificultad que tuvimos se debió a que el grupo pensaba en que tocarían sólo en género de bolero, situación que volvía planas y lentas algunas de las interpretaciones. Para resolverlo, acordé con ellos destinar una semana a ensayo intensivo para adecuar cada canción al género más conveniente, de acuerdo con el tipo de poesía que la había originado. Poco a poco las canciones tomaron forma. Debo reconocer que la calidad y experiencia de los cuatro músicos enriquecieron los temas. Cuando pusieron las voces y le agregaron las percusiones, subieron de nivel, en forma sorprendente. Arturo, por su parte, se esmeró en los arreglos de requinto. A mí me correspondió asignar a cada tema su género musical, eligiendo entre vals, bolero,  huapango y son.

Decidí utilizar el vals peruano, ya que vuelve más rítmicas las piezas musicales. Agregué algunos arreglos de guitarra e hice pequeñas observaciones a las voces. Por estar involucrado en la letra de las canciones, me resultó más fácil explicar la intención que debían dar al cantar cada uno de los temas; en dónde atacar con fuerza y en dónde matizar o suavizar para mejorar la interpretación vocal.

Continuará…

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