Existe un mural de dos mil metros cuadrados en el Centro Histórico de la Ciudad de México que recrea todas las revoluciones del mundo. Incluye personajes que van desde Adán y Eva hasta Karl Marx y de Johann Sebastian Bach a John Lennon, y utiliza un estilo que se bifurca entre lo figurativo y el expresionismo abstracto.

Ese mural fue pintado entre 1973 y 1982 por Vladimir Kibalchich Russakov (1920-2005), mejor conocido como Vlady, quien hoy recuerda el centenario de su nacimiento.

Te puede interesar: La conquista de México: el drama y sus actores

Anuncios

Se trata de un artista mexicano de origen ruso  poco recordado, pese a que obtuvo un lugar en la plástica mexicana con el mural Los elementos y las revoluciones que pintó en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, ubicada en República de El Salvador 49.

Para recordarlo, dicho recinto, administrado por la Secretaría de Hacienda (SHCP) realizará un programa de videoconferencias sobre su legado artístico, donde no aparece la Secretaría de Cultura federal ni el INBA.

Destaca la videocharla de la investigadora Silvia Vázquez Solsona, con la conferencia El triunfo de Eros y el Fuego, a las 16:00 horas; el Análisis de la Capilla freudiana de Tonatiuh Gallardo Núñez; y una revisión artística a la relación de Vlady con La Ruptura, en voz de Ángel A. González Amozorrutia, quienes referirán algunos personajes que habitan en este mural.

Por ejemplo, Karl Marx, Sigmund Freud, Ernesto Che Guevara, León Trotski, Emiliano Zapata, José María Morelos y Pavón y Teresa Hernández Antonio, integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Por su parte, el Centro  Vlady, ubicado en la colonia Insurgentes Mixcoac, ha puesto en línea los cuadernos del pintor  y algunos grabados en el siguiente enlace: https://bit.ly/2Y0YkvB.

VISIÓN HONESTA

Hijo de Victor Serge, Vlady nació en Petrogrado (después Leningrado, hoy, San Petersburgo), el 15 de junio de 1920, en el vientre de la revolución y murió en Cuernavaca, Morelos, el 21 de julio de 2005.

Una anécdota que le gustaba contar era que se había orinado en Lenin, porque el jefe bolchevique lo había cargado de bebé.

En entrevista con Excélsior, Guillermina Guadarrama, experta en muralismo e investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), asegura que este mural debe ser leído con una dosis biográfica, porque recuerda la pérdida del padre, la locura de la madre, de la patria y toda una visión política muy honesta frente al marxismo.

Vlady llegó a México en 1942, aunque su salvoconducto fue emitido por el entonces presidente Lázaro Cárdenas.  Pero su llegada sucedió varios años después, comenta la experta, a causa de tres factores no verificables:  las dificultades para conseguir transporte, el exceso de burocracia y la supuesta oposición del artista visual Fernando Gamboa.

Fue un viaje muy tortuoso (para al artista), porque sólo podía ir a ciertos lugares y eso lo narra en este mural que se divide entre el figurativismo y el expresionismo abstracto, donde veo esos tonos azules que podrían reflejar su desesperación en el mar, acompañado de recuerdos y sentimientos, pero si no conoces su biografía, no encontrarás esas referencias”,  abunda.

Es en la Capilla freudiana donde se reflejan esos dolores del creador, porque fue el primer lugar donde empezó a hacer el mural, aunque no siempre está abierto al público. Pero ahí se reflejan esos estos dolores que le causó el exilio en Siberia con su padre y la locura de su madre”, anota.

¿El artista estuvo ligado a La Ruptura?, se le pregunta a la experta. “Eso se ha repetido, pero Vlady era de muchas rupturas ideológicas y pictóricas, ya que todo su conocimiento viene de Europa y del clasicismo. Pero lo interesante es el impacto que tiene con todo su conocimiento del arte europeo, del clásico y las vanguardias que encontró en México”.

MIRADA APÁTRIDA

Vlady fue un apátrida que encontró en el dibujo y el arte un refugio a los horrores de la Revolución Rusa y el exilio.

Se cuenta que a su llegada a México, intentó vincularse con Diego Rivera, quien entonces pintaba los murales de Palacio Nacional. Él quería conocer su técnica, cuenta Guadarrama. Pero no lo recibió y se refugió en el apoyo de Juan O’Gorman.

¿Por qué le comisionaron a Vlady este mural?, se le pregunta a la experta. “Hay dos versiones de la contratación. Una dice que Luis Echeverría hizo una invitación abierta transmitida por radio para todos los muralistas y, supuestamente, Vlady respondió al llamado. Y otra afirma que Echeverría se lo encargó directamente, en 1972. Pero como no lo conocí y no pude preguntarle”.

¿Cómo se anota en la tradición del muralismo mexicano? “Se le identifica con la mal llamada Generación de La Ruptura, pero él no era de una generación, sino que venía de distintos lados. Sin embargo, sí se ganó un nombre en la plástica mexicana.

Lo cierto es que Vlady, quien afirmaba que “la cultura es movimiento perpetuo”, representó, con este fresco, una visión más global del mundo. Digamos que es un mural que estruja con esa carga mitológica, griega, con algunos elementos mexicas, la revolución Cubana y la Mexicana. Y aunque es cierto que se trata de un mural de difícil lectura, todavía hay mucho que revelar sobre su obra”, concluye.

Publicidad