El gol de Manuel Negrete era el colofón perfecto. México, por una vez, había renunciado al papel de víctima. Atemorizados siempre, incapaces de gestar una hazaña perdurable, el Tri tuvo un día perfecto atestiguado por el sol inclemente del Estadio Azteca. Con el Quinto Partido a la vista, el júbilo era unánime para un país que nueve meses antes se había derrumbado. Ese 15 de junio de 1986 los fantasmas durmieron.

La ilusión creció a la par del rendimiento del equipo de Bora Milutinovic. El camino en fase de grupo reveló a Fernando Quirarte como goleador. El defensor de Chivas hizo dos tantos providenciales: el primero, un cabezazo contra Bélgica que ofrendó a su padre recién fallecido. El Tri ganó ese día 2-1, en su debut. El segundo gol para el Sheriff llegó en el tercer partido: un disparo potente que tomó por sorpresa a la defensa de Irak. Victoria por la mínima. El empate intermedio contra Paraguay (1-1) no impidió que México se quedara con el primer lugar del grupo. Aunque, más tarde, eso causaría problemas. Ese último partido contra los sudamericanos evidenció, como nunca antes, el divorcio entre la afición y Hugo Sánchez, que falló un penal que habría significado la victoria y recibió sonoros abucheos.

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La lucha de egos era intensa. Es esa la consecuencia que se debe pagar cuando un equipo está repleto de líderes natos. Pero Bora supo sacar lo mejor de México a nivel colectivo. El clímax llegó contra Bulgaria en los Octavos de Final. Manuel Negrete decidió combinar con Aguirre, que le devolvió el balón y lo puso servido para una obra de arte inaudita: una tijera antológica. Aquel gol sobrevive el paso del tiempo y le mereció una estatua eterna a Negrete en el Azteca. En el segundo tiempo, Raúl Servín hizo un gol de riñones para finiquitar el 2-0. México en Cuartos de Final. El rival, Alemania.

El partido fue llevado a Nuevo León porque, en sus pesimistas pronósticos, los organizadores del Mundial creían incapaz a México de avanzar como líder de grupo. Finalmente eso fue lo que pasó y el Tri tuvo que resignarse a jugar el anhelado Quinto Partido lejos de su fortaleza. Paraguay, que quedó segundo, jugó en Octavos contra Inglaterra en el Azteca. En esa llave, los ingleses avanzaron (3-0) y jugaron en Cuartos contra Argentina, en lo que fue el partido más memorable de ese Mundial.

México no se achicó ante la supuesta omnipotencia de Alemania. Dominó el partido enfrentando a unos foráneos que se asfixiaron en el calor de Monterrey. Eso sí, tenían en Harold Schumacher a un guardián imperturbable. O no tanto, porque Francisco Abuelo Cruz lo venció en un gol de revoltijo que el árbitro anuló equivocadamente por fuera de lugar. México, en el terreno de la justicia, debió pasar a Semifinales —si ya era un sueño estar en Cuartos, habría que imaginar el colapso del país sin ese atropello arbitral—. Lo inesperado dentro del sueño mismo. No había que ir tan lejos. Ochoa años antes, en Argentina 78, los aztecas consumaron su peor participación en la historia de las Copas del Mundo.

Pero los fantasmas, reflejados en minitragedias sucesivas, despertaron: Javier Aguirre, expulsado; Hugo Sánchez y Tomás Boy, fatigados y fuera de combate. 0-0 en 120 minutos. En los penales, el Tri fue una sombra de sí mismo: sólo Negrete acertó. Los fallos de Quirarte y Servín complacieron a unos teutones que metieron sus cuatros disparos. La tragedia no podía ser más grande: México quedó fuera de su Mundial.

“¿Por qué México no lo ha logrado? (quinto partido) Puede que sea por los entrenadores que han manejado los partidos. Nuestro equipo (en México 1986) logró un resultado histórico aunque pienso que podíamos haber llegado más lejos. Si Hugo Sánchez y Tomás Boy no hubieran estado lesionados pienso que pudimos jugar mejor”, dijo Bora Milutinovic para AS México.

El Tri nunca ha visto el Quinto Partido de nuevo desde aquella tarde abrasadora de Nuevo León. Y nadie podría apostar un peso a que algún día volverá a pasar. Se dice que sólo se consiguió el hito por la localía, pero incluso si fuera 100% cierto, México llevó a las cuerdas al subcampeón del mundo. Y en fase de grupos, había superado a Bélgica, que llegó a las semifinales y quedó fuera gracias a la lucidez inigualable de Maradona. Tenían algo más que sólo el favor de jugar en casa.

Esa Selección Mexicana hizo historia. Mientras ninguna nueva generación diga lo contrario, su participación seguirá siendo la mejor del país en un Campeonato del Mundo.

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