Yon de Luisa no transmite ninguna emoción cuando habla. Es un directivo gris, prácticamente uno más, aunque su trayectoria está enmarcada por los puestos de poder que ha ocupado. Proveniente del mundo de las finanzas, el presidente de la Federación Mexicana de Futbol también trabajó antes en el América y en Televisa. Siempre en puestos de toma de decisiones. No es un advenedizo, pero se comporta como tal. Con el fracaso en verano de las selecciones nacionales (ni al mundial femenil ni a los olímpicos ni al sub-20), su nombre fue apuntado como el del principal responsable.

No se marchó. Gerardo Torrado fue usado como chivo expiatorio. Era lo mejor que podía hacer de Luisa: cargar sus culpas en alguien que se llevaría todos los reflectores. De nuevo hay que recordarlo: no es un novato. Entiende muy bien cómo funciona el poder y la forma en que debe ejercerlo para que su imagen se mantenga impoluta al menos para él mismo, porque ya todos los aficionados y la prensa tienen claro de dónde proviene el problema de raíz del tricolor.

Y no es que de Luisa sea el responsable de cada fracaso históricos y de cada problema de génesis. Pero sí que es un agente primordial en la perpetuación de los cánceres que afectan al futbol nacional. No ha hecho nada para ir en contra de la marea. Y no lo hará nunca: es un hombre servil al sistema, un sistema que se ha beneficiado de él, y él del sistema. Nunca puso en duda la continuidad de Gerardo Martino, porque, si lo hubiera hecho, eso habría significado dar muestras de debilidad, y a los federativos, de cualquier época y rango, nada les importa más que tener el poder y enseñarlo a todas horas. Jamás, ante ninguna circunstancia, hubiera dado su brazo a torcer.

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