José Antonio Flores Vargas

Existen paralelismos entre el personaje que da nombre a nuestro continente y el político que gobierna a la capital del estado de Veracruz. Además del nombre, hay algo que los une en la distancia.

Los dos han entrado en la historia por azares del destino, más que por merecimiento.

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Américo Vespucio dio título a un continente que con justicia debió haberse llamado Colombia, en honor a Cristóbal Colón, aquel navegante genovés que lo descubrió en octubre de 1492, gracias al apoyo de la corona española. Un mapa del territorio descubierto, realizado años después por el geógrafo Vespucio, hizo posible que se conociera como Continente Americano.

En el caso del dilecto y fino presidente municipal de Xalapa, su mérito proviene del hecho de haber sido hijo del finado ex alcalde Guillermo Zúñiga Martínez, quien lo sube al caballo de la revolución siendo un mocito, cuando Fidel Herrera inició su campaña a la gubernatura del estado de Veracruz.

Al dos por uno, los veracruzanos vimos como Fidel premió a padre e hijo, debido a los cuantiosos votos imaginarios que proveyó Guillermo Zúñiga a su elección como gobernador. Al personaje mayor, le permitió hacer camino educativo, y al muchacho, inventarlo como secretario del trabajo. De ese Américo secretario, los xalapeños sólo recuerdan a un elocuente joven, que en los restaurantes interrumpía a los comensales, para presentarse inopinadamente y dar a conocer que se llamaba Américo Zúñiga. Su paso en la función pública estatal lo vivió entre lo gris y lo oscuro.

O más bien en lo oscurito, como cuando en la casa xalapeña de Alberto Silva, este lo planchó en penumbras, cuando Elizabeth impuso su candidatura a la alcaldía, respaldada por Beatriz Paredes. Esa noche, enfrente del Club Britania, Américo lloró su primera genuflexión y juró desquitarse, al puro estilo duartista.

Y su venganza le ha dado buenos frutos, aprovechando que las lámparas de Xalapa han estado enfocadas hacia lo que ocurre en el Palacio de Gobierno. Con todos los reflectores hacia Duarte y su hambrienta corte, y sumándole unos cuantos festivales zuñiguistas de poca monta para distraer a la población, todo ha sido posible en la comuna xalapeña.

Su falta de vergüenza ha sido constante. Usando apoyos económicos de los grandes empresarios, ha presumido obras que sin ellos no hubieran sido posibles, por ejemplo el publicitado Puente Unión, allá por el rumbo de la Secretaría de Educación.

Otro caso más, el viejo IMAC, un inmueble inaugurado durante la gestión municipal de su padre, que se construyó sobre el peligroso cauce de un arroyo que se desborda cuando ocurren lluvias intensas. Este edificio, abandonado durante muchos años, fue reconstruido para hacerlo, otra vez, un espacio de cultura, que a la primera lluvia grande, podría convertirse en elefante blanco.

Y lo más increíble, haber inaugurado una estatua para honrar la memoria de su difunto padre, en virtud de sus innumerables aportaciones a los veracruzanos.

Pero su soberbia y omnipotencia rebasa todos los límites. Américo cree que la sociedad no se da cuenta de sus recientes inversiones inmobiliarias. En Palabras Claras, hemos informado que el Puente Unión mejora la vialidad a terrenos que alguna vez pertenecieron a la hacienda de las Ánimas, y a otros que comercializa un funcionario del Ayuntamiento, a unos metros de esa obra.

También informamos sus acciones contra el deporte, al cancelar las canchas de Casa Blanca, para convertirlas en una plaza comercial, y así beneficiar propiedades aledañas, que se especula, fueron recién adquiridas por él. Otra más, la adquisición de una casa próxima a las oficinas de la hacienda municipal en Emiliano Zapata, a unos metros de la Presidencia, que por cierto, acaba de ser desvalijada por la delincuencia, hace algunas semanas.

Los xalapeños duermen inoculados por la peste del centro histórico, mientras un jinete avanza sin contratiempo, envuelto en la penumbra. Es Américo, que cabalga en caballo de hacienda.

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