A MORENA le llueven torrentes y granizadas cuando falta más de un año para la elección presidencial que puede cambiar las cosas en este país. Que en verdad cambien, es más bien una esperanza que la población mexicana tiene en este partido político que todavía no ha colocado en el palacio nacional a un Presidente de la República, y que por tanto, en ese nivel de gobierno aún no ha decepcionado a nadie.

Ese es el secreto y la fuerza del discurso de Andrés Manuel López Obrador. Apelar a la esperanza de los mexicanos, de la mano de la Morena del Tepeyac, parece ser la última esperanza del propio líder, dueño, estratega y mesías de su partido y del siglo XXI, para alcanzar la primera magistratura de la nación.

Y la marca vende, bastante bien por cierto. En la Ciudad de México, y en importantes entidades federativas. En Veracruz, la inconformidad de la sociedad tiene al Peje (ya con mayúsculas) con un alto porcentaje de aceptación que puede hacer su(s) sueño(s) posible(s). Y conste, que aún, no hablamos de billetes.

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Y en realidad, ese reconocimiento popular a AMLO, es el que mueve muchas de las decisiones cupulares en la política veracruzana opuesta al político tabasqueño. A veces, tratando de poner candidatos fuertes que contrarresten esa fuerza morena. A veces, colocando a candidatos débiles para entregar plazas perdidas de antemano y poder negociar triunfos pírricos en otros municipios. Otras más, instrumentando, o mejor dicho, maquinando estrategias para abollar o retirar blindajes al enemigo.

Finalmente, aceptémoslo así, los actuales son tiempos revueltos en los que también se puede amar mordiendo o con actos de fe. Y Andrés Manuel es todo un campeón aplicando actos de fe. Como en la iglesia, ha demostrado que para llegar al paraíso, es necesario tener un buen carcaj repleto de flechas y dardos redentores, capaces de redimir bestias y pecadores comunes.

En el bando contrario, que no bandos, ni bandas ya muy reducidas, hay todo un arsenal de artimañas capaces de mover conciencias, voluntades e ideas. Miles de despensas que hay que dispersar –y dispensar, como decía el legendario Cantinflas–, porque son para asistencia social. También, fajos de billetes para damas desfajadas, descocadas y descoloridas, al estilo del fallido copiloto que no sabe fallar.

Amores perros y golpes bajos, como los utilizados para disminuir al amigo del camino y enemigo en la meta, como dicen en Xalapa.

La banda que mandó todo al exterior, también quiere jugar. Pero sólo encontró a un gladiador inflable, proclive al uso de chalecos balines que dejan pasar todo. Mordidas y lo demás.

Pero faltan escasos cuarenta días para saber de a cómo serán las cosas en 2018.

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