Ayer fue un día perfecto para Andrés Manuel López Obrador. Por la mañana acudió a su esperada reunión con los hombres del dinero en México y de ella salió con excelente ánimo y con el fuerte rumor de que ya estaba en su equipo el prestigiado economista Guillermo Ortiz, quien supuestamente se hará cargo de la cartera del gabinete que más preocupa a los empresarios mexicanos y a los capitales internacionales.

Por la tarde el Peje llegó tranquilo al centro de Xalapa a recibir el apoteósico respaldo de su gente; del pueblo pobre y de las clases medias que esperan un cambio positivo en su economía y en la conducción del país.

Ya veremos lo que dicen los organizadores y dirigentes partidarios de MORENA. Si fueron treinta, cuarenta o sesenta mil almas, o si más ecuánimes, los entusiastas de la regeneración nacional se conforman con los 25 mil humanos que apretadamente caben en los escasos siete mil quinientos metros cuadrados disponibles en la avenida Enríquez y la Plaza Lerdo.

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Lo que se reflejó ayer, en realidad es la fiesta que ya saborean los que creen que no hay más historia que el triunfo de López Obrador el primero de julio, y con ello, el boleto para que entre al Palacio Nacional como presidente de la república. Ni Anaya, ni Meade supieron nunca cómo quitarle adeptos al tabasqueño. Sólo falta esperar el día de la elección, para acudir a la celebración nocturna a los puntos de encuentro que se determinen, dicen sus seguidores.

Y cómo reúnen a tanta gente: de la misma manera en que los demás partidos lo han hecho en estos años. Convocatorias y promesas a dirigentes en colonias y barriadas, transportes y autobuses disponibles y el circo y las arengas de victoria para preparar al personal. Cuitláhuac García acudió al mitin de ayer, después de haber realizado sus habituales actividades de campaña sin campaña. Junto al líder, Rocío Nahle, Manuel Huerta, Ricardo Ahued, Rafael Hernández Villalpando y algunos más que pretenden ganar votos, trasladándose cómodamente en la bolsa marsupial de la fuerza morenista, que ha dado saltos en las encuestas al estilo canguro.

Pero las fiestas en el centro histórico de Xalapa, empezaron desde el “triunfal” evento de Miguel Ángel Yunes Márquez, quien dicen que reunió a treinta mil xalapeños azules en el mismo lugar donde estuvo anoche AMLO. Aunque el del estero criticó ese día a merolicos y payasos, nunca vio a uno que se desbarataba porque lo vieran revoleándose en el estrado a ritmo de cumbia. Era Sergio el bailador, un diputado local sacado de la chistera de las manchas, que desaparece a discreción los recursos del Congreso, y que dice tener el enlace con miles y miles de votantes para conseguir ser reelecto, mientras presume ser el jefe de jefes de la coordinación política en la legislatura. Con ese ayudante, a ver cómo le va a Miguel.

En el lado tricolor hay humores de velorio y camposanto. La debacle es monumental y las deserciones y acusaciones se dan hora tras hora. Pepe Yunes, hundido en el desconcierto, generoso en su eterna justificación de otros, y sin entender de qué se tenía que ocupar. Américo batiéndose en el lodo, sin continente y sin equipo a quien capitanear. Pero las forradas alforjas de la hacienda le alegrarán su larga temporada sabática.

En los escenarios del equipo ganador siempre hay serpentinas y confetis pequeñitos que visten al personaje principal. Lo ocurrido este martes redondo para Andrés Manuel es lo que viene sucediendo a lo largo y ancho del país. El manto morenista parece que tiene el tamaño suficiente para cubrir a todo el territorio nacional.

Son tiempos nuevos y de esperanza. Nada oscurece los días de fiesta que le sobrarán a Andrés Manuel.

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