Los hechos de violencia que se han presentado en Veracruz durante los cuatro años del gobierno cuitlahuista y la masacre del pasado domingo en el Puerto de Veracruz, marcan la debacle de una gestión proclive al ‘choro mareador’. Olvidando sus promesas, el ocurrente Cuitláhuac García no pudo combatir la inseguridad en los primeros dos años de su gobierno -ahora culpa a los medios de “exagerar el ambiente que existe”- y mucho menos terminará de pavimentar los 7 mil kilómetros de carreteras que ofreció en campaña. 

Puede afirmarse que el estado está revuelto en la torpeza y en el desaseo político y administrativo de un gobierno inepto en casi todas las áreas. La inseguridad, la inestabilidad social y económica son señales de alerta.

A casi 22 meses de que finalice este gobierno, la fe decrece en muchos cuitlahuistas que reconocen lo difícil que será mantenerse en el poder un sexenio más, debido a los negativos de Cuitláhuac García y su gobierno, con todo y que, con ayuda de muchos empleados disciplinados u obligados, difunden toda una cauda de ‘otros datos’ para seguir engañando a la población.

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Sin embargo, la realidad sigue demoliendo a los cuatroteístas y cuitlahuistas en Veracruz. Las denuncias, señalamientos y comentarios que han trascendido sobre los hechos de corrupción siguen disminuyendo el liderazgo del ingeniero. Y es que un buen número de funcionarios públicos han cambiado radicalmente la forma de vida que tenían antes de llegar al poder, mientras que, en otros casos, los empleados de las dependencias ya están decididos a ventilar el saqueo y los abusos reiterados de los morenistas.

Los numerosos ejemplos del desorden sexenal incluyen desde el controvertido primazo Eleazar Guerrero -comandante controlador de las unidades administrativas en el poder ejecutivo y en el judicial-, hasta secretarios y subsecretarios como Zenyazen Escobar (presunta venta de plazas) y Jorge Miguel Uscanga en la SEV, aviadores en la UPAV, desvío de recursos en SEDESOL e INVIVIENDA, licitaciones a modo en la SIOP o en el DIF, adquisición de Ferraris en SEFIPLAN, los continuos disparates en SECTUR, opacidad en la Contraloría, acosos y exigencias de favores sexuales en dependencias como la SEGOB, SSP o la fenomenal incompetencia en la SEDECOP de Enrique Nachón, manchando con la holgazanería y rollismo a sus ilustres familiares sin culpa.

Al igual que en los tiempos de Javier Duarte, la vox populi comenta que Cuitláhuac García podría ser el cuarto mandatario veracruzano en ir a la trena. Y es que, en el ocaso del gobierno y el poder, García Jiménez sería dejado a su suerte. Máxime que los astros políticos se le han descompuesto en las últimas fechas, gracias a su imprudente prisa al decantarse por Claudia Sheinbaum para la presidencia, y al apoyo a Rocío Nahle en la sucesión en Veracruz. Las pifias, los descontroles, los descarrilamientos y los barriles de corrupción han disminuido a estas damas.

Todo hace pensar que la suerte se le acabó al gobernador. Ni los berrinches o los chistes de mal gusto le han servido para obtener mejores resultados. Por el contrario, sus actitudes reafirman la impericia para organizar o administrar el gobierno. Es más, Cuitláhuac no ha sabido siquiera implementar la ideología impuesta desde Palacio Nacional y es un pésimo imitador del presidente López Obrador, el cual conoce las debilidades de su pequeño pupilo.

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Razones sobran para comentar que la inseguridad, la corrupción rampante, la inestabilidad política y social, la ineptidud gubernamental o la crisis económica, son temas que los veracruzanos no están dispuestos a seguir soportando. Los malos resultados en la gestión de Cuitláhuac García y la costumbre de no rendir cuentas claras serán factor para que los veracruzanos salgan a votar en contra de los gobiernos de cuarta y de Morena.

Veracruz tendrá la oportunidad de rectificar el rumbo en el 2024 o seguirá hundiéndose debido al diluvio fatal que le cayó encima. Pero algunos no se dan cuenta de que en estas tierras se sirve a diario el típico y envolvente “choro mareador” del Golfo de los machetes.

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