A como se están viendo las cosas durante estos meses, si el pasado, fue un año de miserias en Veracruz, éste será un año de tristezas. El 2016, como ya había ocurrido en 2015, los veracruzanos constataron la baja productividad del gobierno de Javier Duarte. Su administración, ocupada en robar, como ya hemos comprobado, poco o nulo esfuerzo hizo por entregar algún resultado positivo a la sociedad.

Y resulta incomprensible. En 2016, el presupuesto estatal se había acercado a los cien mil millones de pesos. Para ser más exactos, para ese ejercicio se autorizaron un poco más de 98 mil 500 millones de pesos. Aun así, en noviembre de ese año, ya con Flavino Ríos como mandatario sustituto, un vacío informe de gobierno mostró su más escuálida cara en toda su historia.

Puede afirmarse que ese, fue un año que solamente mostró las variadas maneras en que el gobernador y sus cómplices robaron al erario, y también, las miserias morales de Javier Duarte y varios de sus amigos y familiares. Hasta ahora, nadie ha salido a explicar las obras y acciones que no se realizaron con esos recursos aprobados por el Congreso del Estado. Tampoco, cuánto de ello se difuminó en el aire.

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Pero llegamos al 2017. Para este año del cambio, el Congreso aprobó cerca de 102 mil millones de pesos. Estamos terminando el mes de abril, casi cinco meses del nuevo gobierno, y en lo que se refiere a programas, obras y acciones, muy poco se sabe. Todo el espectro informativo ha sido cubierto con el tema Duarte, su caída y los bienes y dineros recuperados, que dicen, ascienden a un poco más de mil 200 millones de pesos.

Por ahora, lo más que se sabe del presupuesto de este año, son algunas obras y la reanudación de un hospital, cuya construcción se inició durante el anterior gobierno; también, la entrega de miles de despensas que le urgen a la población vulnerable y a los operadores políticos panistas, y desde ayer, el anuncio del “más hermoso bulevar costero de todo el país”, que se constituirá sobre la avenida Manuel Ávila Camacho en la ciudad de Veracruz, y que, de acuerdo con el gobernador, su modernización –que no construcción–, estará liderada por el eficiente secretario Julen, con el “acomedido” consentimiento de Ramón Poo Gil, el alcalde porteño. En realidad, muy poca acción gubernamental.

Como los veracruzanos no nos damos cuenta de nada, que no sea el castigo a Duarte –como algunos parecen pensar–, no hay y no habrá mucha información sobre los programas y las obras contempladas para este año. Porque, se supone que con ese altísimo monto presupuestado, debe haberlas. Existe obligación legal.

Pero esta falta de información puede estarse dando a causa de una pésima idea o intención de desvalorar o infravalorar al pueblo veracruzano, es decir, de subestimarlo. Y si ese es el caso, quiere decir que estamos transitando un año de tristezas, ya sean las actuales o las que vienen.

Por lo pronto, allá por el 15 de junio próximo, quizá podremos hablar de lo que entregará este gobierno en 2016, porque por ahora todo es punición, política y elecciones. Y cuando lleguemos a esa fecha, también los funcionarios tendrán que iniciar los trabajos de elaboración del informe anual, que por supuesto no puede ser llenado con palabrerío duartiano, resultados electorales o pretextos financieros.

De continuar así, lo más seguro es que aterricemos el quince de noviembre en un informe plagado de mucha política social asistencialista, algunas encuestas, estudios, planes, programas, debilidades, déficits y amenazas, y cero carnita, o lo que es lo mismo: fíjense que no hubo obras.

Es grave que en un escenario de 365 días, como el que estamos viviendo, solo pasemos de la subestimación al subejercicio. Ojalá que para 2018, Veracruz supere la premisa que gobierna a este gobierno. Aquella de: El estado soy yo.

Los veracruzanos no esperarán más. Es mucho tiempo aguardando a que llegue lo mejor.

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