José Antonio Flores Vargas

Lo ocurrido ayer a mediodía en el Congreso del Estado de Veracruz, recordó a nuestro más ilustre vate, quien por cierto, fue aguerrido diputado local y federal en los albores del siglo XX. Algunas aves que cantan aunque la rama cruja, con plumajes que no se manchan cruzando el pantano, recordaron a Salvador Díaz Mirón.

Sólo faltó a alguien declamando el poema “A Gloria”, para complementar la performance surrealista ahí representada, ante el beneplácito de la Mesa Directiva de la LXIII Legislatura del Estado.

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Con su mayor garrideza, el Presidente de la Comisión de Vigilancia escuchó la limpia perorata de Lorenzo Antonio Portilla Vázquez, el impecable y moralista titular del ORFIS, al presentar el informe de resultados de la Cuenta Pública 2015.

Después, garridamente y con la satisfacción de haberse ganado cabalmente sus 720 mil pesos de ahorro de salida como diputado, ofreció una brillante participación, como cerrando las actividades de su Comisión.

Sin inmutarse, y a unos cuantos días de irse, soltó que “la responsabilidad es del Contralor General del Estado, por no haber podido solventar los señalamientos”. En ese límpido evento de salida, nos tenía que recordar al tercer integrante y voz principal del mejor trío de tapaderas del estado.

Pero si Díaz Mirón hubiese tenido oportunidad de escuchar esa catarata de palabras justificantes, sin pensarlo hubiera lanzado sus mejores balas contra ellos.

Lo que antes del 5 de junio nadie supo, ayer se destapó con todo y su olor nauseabundo. El que lleva más de tres años haciendo gala de su primer nombre, ya confirmó que los veracruzanos debemos 64 mil 580 millones de pesos. Claro que falta conocer si su palabra es válida.

También ahora, Lorenzo Portilla aceptó que “el ORFIS sí detectó a funcionarios de primer nivel, involucrados en daño patrimonial”.

Después de explicar sus manuales de procedimientos y asegurar su excelencia profesional en la fiscalización de los recursos públicos, prefirió hacer mutis cuando se le preguntó si los 35 mil millones de pesos que reclama la ASF, están dentro del monto de la deuda, o hay que agregarlos.

A unas semanas de terminar su alto encargo legislativo, Francisco Garrido descubrió que “el gobierno del estado no ha podido controlar sus últimas tres cuentas públicas”. Al concluir estas palabras, el presidente de la Comisión de Vigilancia, se limpió la boca con parsimonia, y continuó posando garridamente ante las cámaras de los periodistas.

Después se lavó las manos, y con su acostumbrada garrideza señaló que “aunque ya no sean gobierno, los funcionarios deberán responder por sus actos. Ya no tienen salida ni excusa, los que han querido tapar esto”.

Y para poder dormir tranquilo, terminó alertando que “preocupa la situación legal (del Túnel de Coatzacoalcos) y la seguridad de las familias que viven y circulan por esa obra, dados los señalamientos por malos manejos de recursos “¡que pueden derivar en un accidente!”.

Sin lugar a dudas, un Gobierno, una Legislatura, un Presidente de la Comisión de Vigilancia y un Auditor General de Veracruz, que nos hacen recordar la clasificación de imbécil, desarrollada por el filósofo Fernando Savater, en el capítulo VI, de su obra Ética para Amador, que no tienen parangón en la historia de Veracruz.

Y es que un imbécil siempre será un imbécil.

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