Según la mitología griega Prometeo fue el dios que enseñó la técnica a los mortales. Pero en esa enseñanza a los humanos el dios olvidó educarlos en aquello relacionado con la regulación moral. Los primeros pobladores obtuvieron la técnica y con ello aparecieron conflictos y guerras. A ese descomunal descuido divino los sabios humanistas han calificado como el error de Prometeo.

Y aunque el propio Zeus resolvió después ese olvido, los pleitos y guerras han continuado de muchas maneras hasta nuestros días. Los terrícolas no hemos terminado de aprender a regularnos dentro de esa deseada moral que desde épocas ancestrales han querido alcanzar las sociedades. A eso han contribuido varios males sociales aprendidos. Primero fue la corrupción; ahora es la polarización, apoyada por la tecnología informática y la Internet. 

La primera intención para acabar con la corrupción fue una ley en contra del soborno en el antiguo Egipto, la cual declaraba que “cualquier juez que aceptara una recompensa de un litigante y se negara a escuchar al adversario, era culpable de crimen en contra de la justicia y sujeto a pena capital”. Así uno tras otro, los registros de corrupción han continuado per secula seculorum en todo el planeta y en todos los sectores, sean estos sociales, productivos, económicos, políticos, militares, educativos, artísticos, culturales y hasta religiosos.

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En una sociedad corrupta, la virtud cívica y la responsabilidad social son desplazadas y deshechas a favor de una intensa competencia por el botín. Alguien definió a la corrupción como el aceite necesario para activar mecanismos marchitos o trabados, en particular aquellos donde existe el patrimonialismo, el clientelismo y el nepotismo. 

La historia dice que la inmensa fortuna del Reino Unido está cimentada sobre graves acciones de corrupción y comercio de drogas en sus colonias orientales. En Francia descubrieron el uso de facturas falsas en 1988 para financiar la campaña presidencial de Francois Miterrand. En España identificaron financiamientos ilegales al Partido Socialista Obrero Español mediante empresas a las que se ofrecían contratos posteriores cuando fueran gobierno. En Alemania un traficante de armas hizo donativos al Partido Unión Cristiana Democrática. En este lado del océano, el caso Odebrecht reflejó la corrupta conjunción de esa empresa con diversos gobiernos latinoamericanos, incluido México.

Además de la interminable corrupción, después de la segunda guerra mundial y como parte de la llamada “Guerra Fría”, se ha fomentado la polarización de la sociedad como una táctica para dividir a las personas con el uso de la tecnología comunicacional, generando un fenómeno igualmente peligroso para el futuro de las naciones. 

Carlos Marx fue quizá el primer economista que abordó la noción de polarización y su relación con el conflicto social destacando la existencia de dos grupos bien definidos y enfrentados: trabajadores y capitalistas. Sociedades con mayores niveles de polarización tienen altas probabilidades de enfrentar conflictos sociales tipo guerra civil. Pero la polarización tiene que ser explicada con un enfoque multidimensional sin excluir las desigualdades socio-económicas. 

Para esta polarización han ayudado las posibilidades destructoras de las tecnologías informáticas, de la Internet y de las redes sociales. Y nadie podrá negar que la corrupción, la polarización y el uso de las redes sociales con mensajes diseñados para masas ciegas y con poca preparación, han minado los disminuidos valores morales y éticos de la sociedad.

Sus estrategas aprovechan cualquier rescoldo en el discurso de las grandes figuras internacionales para dar por sentadas proposiciones falsas que refuerzan las diferencias de pensamiento que buscan. Bastan dos casos recientes. El tema del “matrimonio igualitario aprobado por la iglesia católica”, asunto sacado de contexto por algún sector interesado, según ha denunciado el Vaticano. Otro caso similar es el extendido rumor en redes sociales en varios países latinoamericanos sobre el peligro de que gane Joe Biden la elección estadounidense, ya que “Biden es un pederasta como lo han sido Hillary Clinton, Obama y otros demócratas”.

Un primer paso para evitar esa polarización que ha sembrado graves reacciones de los sectores populares del mundo, sería el de tomar mayor conciencia de nuestra responsabilidad ciudadana.

En México la conferencia mañanera del presidente, ha sido señalada como fuente constante de polarización. Del otro lado sucede lo mismo, el frente anti López Obrador (FRENAA), utiliza el mismo mecanismo y tecnología, pero en dirección opuesta. La sentencia presidencial “Estás conmigo, o estás en mi contra”, tiene obediente escuela en Veracruz. El gobierno usa sus propios datos para tratar de confundir y presumir una administración que los de enfrente no reconocen como eficiente y honesta. Dos puntos de vista encontrados y que no tendrán acuerdo. En las propias familias nacionales y estatales, unos van por la cuarta transformación y otros en contra. No hay justo medio ni regulación moral que sirva para corregir, conciliar o reunificar a la población.

Tecnología para destruir y tácticas polarizadoras, transmitidas incesantemente por redes sociales ciegas, es lo que hay. Y en las alturas, ávidos ojos aguardan la oscuridad completa para llevarse lo que queda del botín. 

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