José Antonio Flores Vargas

El domingo pasado, la CONAGUA informó que se prevén 20 ciclones tropicales entre los meses de agosto a noviembre de este año.

Así mismo, la Universidad Estatal de Colorado pronostica 10 ciclones tropicales en el Océano Atlántico, el Golfo de México y el Caribe, y dos de ellos, es posible que sean huracanes intensos de categoría 3, 4 y 5. Igualmente, informa que el término de la temporada es el 30 de noviembre.

Si bien es cierto que los habitantes de esos municipios y cuencas hidrológicas están acostumbrados a las recurrentes inundaciones y no se asustan mucho, debemos tener conciencia de que su economía se estanca, de que empobrecen más con cada uno de esos eventos, y de que por supuesto, necesitan el apoyo del gobierno y de la sociedad.

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La gente no olvida los ciclones que además de agua les han llevado tragedia y pobreza desde hace varias décadas: Tampico y el norte de Veracruz fueron arrasados en 1955 por el ciclón Hilda; unos días después, el centro veracruzano resintió a Janet, al que particularmente recuerdan en Tuxpan y en toda la cuenca del Río Actopan, en donde el volumen del agua que se acumuló, que parecía un mar según las crónicas, destruyó también varios vestigios arqueológicos. En 1995, en Misantla, Tlapacoyan y Martínez de la Torre, el huracán Roxana causó numerosos deslaves y pérdidas agropecuarias importantes.

En 1999, la depresión tropical número 11 quitó la vida a 124 veracruzanos y dejó daños millonarios que se repararon en un periodo de cinco años, y eso gracias a que muchas de las obras fueron financiadas con recursos del presupuesto estatal, originalmente destinados a otros programas sociales.

También se recuerdan los daños provocados por los huracanes Stan en 2005, así como Dean y Lorenzo en 2007.

No es exagerado afirmar que son cientos de millones de pesos los que se lleva el agua cada año durante la época de lluvias. Y no hay manera de evitarlo, si consideramos que por el territorio veracruzano pasa el 35 por ciento del agua que escurre en el país. Por ello, tenemos que reconocer que los habitantes de las cuencas hidrológicas, serán eternos damnificados, ya que allí tienen su forma de vida y no van a dejarla.

Año tras año los veracruzanos deben destinar recursos para resarcir los bienes, siembras y ganado a los afectados y para reconstruir caminos, puentes, escuelas, sistemas de agua y miles de viviendas dañadas por esos fenómenos.

Esto significa que lo que el agua se llevó, equivale al progreso que no hemos alcanzado, es decir, el desarrollo económico del Estado y el bienestar social de varias generaciones de veracruzanos.

Por lo que corresponde a este año, de hacerse realidad el pronóstico de las instituciones mencionadas, estaríamos hablando de nombres de ciclones como Fiona, Gastón, Hermine, Ian, Julia, Karl, Lisa, Mathew, Nicole y Otto.

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