Esta es la principal pregunta que esta semana se hacen los mexicanos sobre la votación del domingo 10 de abril, en relación con el proceso de revocación de mandato presidencial en México, conforme lo señala la ley aprobada hace pocos meses en el ámbito federal.

Para este ejercicio organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE) se tiene un padrón electoral de más de 93 millones de ciudadanos en posibilidad de votar. Para que el proceso sea vinculante, se requiere la participación de cuando menos el 40 por ciento de ese padrón (37,129,287 votantes). Y si el domingo votara ese 40 por ciento de mexicanos, dicho conglomerado podría definir por mayoría, si así lo decide con su voto, la permanencia, o no, del presidente en el cargo al frente del poder ejecutivo federal. Pero si vota menos de ese porcentaje, los resultados de la consulta de revocación no tendrán valor jurídico.

Sin embargo, ninguno de los dos supuestos planteados adquirirá validez jurídica. Primero, porque el artículo 83 de la Constitución Federal de México señala expresamente que el cargo de Presidente durará 6 años (para AMLO 5 con 10 meses por la reforma constitucional del 10.02.2014), por lo tanto termina su gestión el 30 de septiembre de 2024 y se le votó para ese periodo -ni un día más, ni un día menos- y; segundo, por la irretroactividad de la ley que establece el artículo 14 de la Carta Magna.

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No obstante, surgen las preguntas serias del asunto: ¿Se aplicaría retroactivamente la posible revocación, cuando la realidad es que AMLO ganó la elección con una Constitución Política que no contemplaba el escenario revocatorio? Otra más: Si la Suprema Corte de Justicia no ha resuelto el juicio de inconstitucionalidad de esa Ley, promovido por la oposición, será que tiene suficiente fuerza legal un posible resultado revocatorio. Y la última pregunta: ¿Por qué Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros juristas, políticos, periodistas e intelectuales, afirman que ese ejercicio no tiene sentido y que López Obrador sólo quiere medir sus fuerzas y su poder de convocatoria? La inteligencia de usted, carísimo lector, le permite reconocer que ‘el chiste se cuenta sólo’.

Mientras tanto, tenemos que comentar las diferentes respuestas que han dado algunos ciudadanos de a pie, respecto a la pregunta ¿Vas a votar el domingo?

Una respuesta reiterada es la siguiente: “Sí voy a votar el domingo, yo apoyo al presidente López Obrador, porque es un honor estar con él, y porque ha dado resultados que nadie dio antes, como ofreció siendo candidato. Ha cambiado todo lo que estaba mal y que perjudicaba a los pobres. Y debo ir a la casilla, porque los que no lo apoyan, lo quieren quitar del gobierno. Yo quiero que él siga y estoy promoviendo el voto por Andrés Manuel con mis vecinos, amigos y familiares”.

Otra contestación es esta: “Por ningún motivo voy a votar por López Obrador. Voy a ir a votar para que lo quiten y llegue al gobierno alguien que sí sepa gobernar. Ofreció quitar la corrupción y en su equipo hay políticos ineptos y corruptos, como antes”.

Otros comentarios que hay en ciudades y en el campo es la siguiente: “A mí me gusta cumplir con mis obligaciones ciudadanas, y una de ellas es votar, así estoy acostumbrado por enseñanza de mis antepasados. Todavía no sé por cuál opción me decidiré, porque tengo mis dudas”. 

Hay quienes se expresan en estos términos: “Yo no le voy a hacer el juego a AMLO, quiero ver si toda su promoción, sus mítines de apoyo y acarreo le han servido de algo. Conmigo y con mi familia, que no cuente. A nosotros ya no nos engaña. Y eso mismo escucho decir a varios amigos míos”.

Ya veremos qué decide la población el día del voto, qué es lo que informa el INE, qué dice el Presidente después de la jornada en la noche, y qué rollo revocatorio dirá López Obrador en la conferencia mañanera del lunes.

Y tú, ¿vas a votar el domingo o vale el recuerdo de la obra “La rebelión de las masas”, escrito por el filosofo español José Ortega y Gasset? 

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