Nadie se imagina que debajo de esas vestimentas, de sus voces, sus piruetas de pandereta y girones de capa, burlando imaginarias cornadas, hay mujeres ingenieras, biólogas, médicas, abogadas, periodistas, contadoras con maestrías y doctorados.

Provienen de Veracruz, San Luis Potosí, Cuernavaca, Ciudad de México y Colombia, y durante este viernes y sábado trajeron a la Ciudad de las Flores un mensaje de hermandad, a través del V Festival de Tunas Femeniles Xico-Xalapa 2018.

Son las 18:00 horas del viernes. El cielo truena y la lluvia amenaza con soltar sus aguas en cualquier minuto. Mujeres con apenas 18 años hasta sexagenarias exhiben en sus capas decenas de listones, botones e insignias que marcan los lugares que han visitado, las callejoneadas en las que han participado en México y el mundo. Ahora se congregan en la plaza de Xallitic.

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La gente mira, se pregunta quiénes son esas chicas como salidas del pasado, con sus antiguos instrumentos, banderines y estandartes; vestidas con jubón, camisa, calzas, gregüescos, beca, bicornio y capa de tuna, sonrientes, nerviosas, pero muy animadas, acostumbradas a viajar, tocar y cantar sin importar el destino.

Todo está listo, algunas gotas amenazan a la callejoneada que preparan debajo del puente. Esperan, falsa alarma. Gritan: “¡Banderines al frente!”, “¡Venga!” Toman sus panderetas, sus violas, guitarras, mandolinas; algunas fijan sus castañuelas a sus apretados corsés.

“Las tunas surgieron entre el siglo XII y XII en España, pero sólo varoniles, hasta el XIX es que surgen las femeniles. Nacen en el seno de las universidades, y viene de los tunantes, quienes iban de comercio en comercio, de plaza en plaza, de ciudad en ciudad, tocando, cantando”, cuenta Mónica Toral García, una de las organizadoras.

Cuando cantaban a sus enamoradas, ellas aventaban el listón de su pelo, “¡como la canción!, y ellos lo cosían en sus capas”, dice.

La escena, desde lo alto del puente, es digna de verse: 130 mujeres como salidas del Siglo de Oro español bajan por Francisco I. Madero rumbo a la Plaza Lerdo, cantan: “De la Sierra Morena vienen bajando / Un par de ojitos negros, Cielito Lindo de contrabando / Ay, ay, ay, ay, ay, vienen bajando / Un par de ojitos negros, Cielito Lindo de contrabando”.

La delegación colombiana, compuesta por las hermosas representantes de las tunas femeninas Alahambra y Javeriana arrancan suspiros de muchos paseantes; decenas de celulares siguen el trayecto hasta la plaza, donde se improvisa una breve verbena en la que hacen gala de talento y tradición las tunas femeniles de Arquitectura, de la Universidad Nacional Autónoma de México; del Instituto Politécnico Nacional, de la Universidad Pedagógica Nacional, y las invitadas especiales… la Tuna de Derecho de la UNAM, entre otras.

Martha Díaz es periodista, viene de la tuna Javeriana, colombiana y veterana, tanto que, “imagínate, salí de la universidad, hice radio, televisión, prensa escrita, me casé, tuve hijos, y sigo cantando en esta Tuna que tiene ya 47 años”.

“Mira”, dice señalando a Ángela Rada, la actual directora de la Tuna Javeriana, un fenómeno en la pandereta, y en efecto. Se abre un círculo, y en ese momento salta Angie dando vueltas, pateando la pandereta, pegando en los muslos, rodillas, pies, como si de una rutina de gimnasia artística se tratara.

Ahora corren, pues tienen unos minutos para trasladarse a la Iniciativa Municipal de Arte y Cultura (IMAC), donde presentarán sus mejores temas, para deleitar a los xalapeños.

Pero antes de subir al escenario, Angie, ingeniera electrónica, cuenta cómo el gusto por las tunas le llegó por su madre, aficionada al mundo taurino. “Mucha gente piensa que para entrar a la Tuna se necesita conocimiento previo. Pero no, como todos, ingresas como aprendiz, y en el proceso te enamoras y haces amigos y amigas para toda la vida, y viajas y conoces y compartes”.

Le cuesta trabajo, pero piensa las palabras e intenta resumir, en una frase, lo que representa el mundo de las tunas para ella: “Es hermandad, música y amistad para toda la vida”.

Salen, una a una, las tunas al escenario de la IMAC: Mujeres empoderadas, bohemias, que escapan de los cánones. “Canta conmigo hermano… Todas las voces, todas las manos, toda la sangre puede ser canción en el tiempo, canta conmigo, hermano, ven, y canta”. La delegación colombiana ondea la bandera de México y agradece la hospitalidad de mexicanos y veracruzanos.

Como parte del cartel del festival, que se ha convertido en un homenaje a la mujer, este sábado se inauguró la exposición Musas Xalapeñas del pintor Carlos González, El Samurái, en el Corredor Cultural Carlos Fuentes.

“Amo a Frida Khalo, que del dolor y la pintura dio vida a misteriosas obras universales; amo a Simone de Beauvoir, la mujer que amaba sin límites ni ataduras, con una mente libre y sin complejos, amo a la mujer que descubre y ama el conocimiento científico, como Madame Curie, amo a la mujer que se indigna con gritos al ser acosada en la calle, a la que llora por ser traicionada, a la que se enamora sin ser correspondida, a la que es explotada, a la que desea plenamente vivir su sexualidad, con placer infinito y en sus términos propios, y que por ello es señalada por la sociedad”.

Amo –continúa– a la desaparecida, a la que pide justicia, a la que no tiene trabajo, a la que lidera, a la deportista, jueza, a la santa y a la pecador; a la artista, a la que canta y a la que llora.

“Pero también amo ser hombre, mi masculindad no es tan frágil, estoy orgulloso, ser hombre y heterosexual, no es razón para no ponerme en los zapatos de una mujer ni apegarme o repetir estereotipos machistas. Amo a los humanos, sean hombres, o mujeres”.

Dice que las tunas le han enseñado que las mujeres pueden dar serenata a un hombre, invitarlo a salir, pagarle su cuenta, “así llegamos a esta muestra, que retrata a las mujeres, véanlas, compartan su amor, su dolor, sus sueños y aspiraciones. Aquí están las diversísimas musas”.

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