Martín Quitano Martínez
“… estas naturalezas odian más que a la muerte el hecho de que la simulación
y la mera apariencia constituyan una necesidad.”
Friedrich Nietzsche
En México, el año 2024 se termina con un cambio de régimen impuesto a sangre y fuego por un grupo hegemónico que desde ya, deja ver las cuarteaduras de su interior. Los disímbolos grupos que lo forman, pronto han dejado atrás el discurso pseudo romántico de sus “ideales” y la fraternidad partidaria, para concentrarse en ver quién jala más cobija, aunque eso signifique encuerar al “compañero de lucha”.
La crudeza de las luchas al interior del grupo gobernante es básicamente originada por pesos y centavos, pero también porque están borrachos de poder y disfrutan haciendo o diciendo lo que les venga en gana, sabiendo que no habrá consecuencias.
Autoidentificados como la fiel expresión del “pueblo”, justifican sus acciones en un triunfo electoral que según ellos se traduce en una patente de corso para violentar las normas y leyes a su antojo y conveniencia, para manejar resultados a su favor, “legalizar” una sobrerrepresentación y demoler el entramado democrático y republicano, auspiciados desde los habitantes de la silla presidencial.
La cara grotesca de la nueva clase política que se arroga la representación del destino nacional, desde la plenitud de su soberbia y simulación, repiten y repiten que la transformación que encabezan es contra la mafia del poder, corrupta y explotadora y que ellos no son iguales porque representan el nuevo humanismo.
Y como dice Sabina, uno no sabe si reír o llorar, porque cada día que pasa se parecen más o son peores que los que critican y señalan. Pero el cinismo y la desvergüenza se han convertido en la impronta morenista, en todos los niveles de gobierno y de representación política.
El encono interno ahora manifiesto, no por quien hace las cosas mejor sino por quien controla más dinero desnuda la miseria de una clase política envalentonada, que en nada es diferente de los que dicen combatir.
Dice la presidenta que el conflicto entre los barones cuatroteistas Adán Augusto y Ricardo Monreal se resolverá porque “ellos tienen claro lo que significa el movimiento y la transformación y este malentendido digamos que tuvieron pues tiene que resolverse…hay unidad en el movimiento”.
O sea que, en la versión presidencial, no hay nada que pueda poner en duda el movimiento, nada que componer o que requiera autocrítica, todo bien. Al final, “haiga sido como haiga sido”, ellos tienen el poder y no pueden lastimarlo, así que “porfis chicos, acuerden sus trapacerías, escondan sus cochinadas”.
Da escalofrío la visión facciosa que domina este gobierno, hundido en la ruindad de profundizar la corrupción, la simulación, el autoritarismo y la intolerancia desde su arribo al poder. Su narrativa de la transformación moral y humanista, no logra esconder la caricatura de la superioridad moral que pregonan, pero que no tienen.
Sombrío cierre de un año que marca la historia de nuestro país, de demolición de nuestra débil democracia y de la república, y la instauración de un régimen autocrático.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
En Veracruz también hace aire, los de antes y los de ahora en el legislativo, la historia por contar.