El discurso del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, está plagado de alusiones a los hitos más importantes de la historia del país, entre ellos la Revolución de 1910, una estrategia que baila entre el uso político y la pedagogía histórica.

López Obrador se erige heredero de los ideales de la Revolución mexicana, que este domingo cumple su 112 aniversario, al considerar su mandato como la “cuarta transformación”.

Las tres primeras, según dice, fueron la lucha de Independencia (1810), la Guerra de Reforma (1857) y la propia Revolución mexicana.

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El presidente, que es un “apasionado” de la historia y tiene un conocimiento mayor que anteriores presidentes, emplea las analogías históricas, tanto para justificar su transformación, como con fines didácticos, apuntaron los expertos consultados por EFE.

“La Revolución, que despertó anhelos igualitarios y de redistribución de la riqueza, sigue vigente en el imaginario popular mexicano, y el presidente lo sabe. Por eso usa esos referentes con ánimo pedagógico”, expuso Job Hernández, politólogo y doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Además, añadió, le sirve para delimitar los campos en los que está inscrito su proyecto político, su discurso y su ideología.

Por el contrario, el doctor en Historia por el Colegio de México Carlos Illades consideró que el hecho de que López Obrador abrace los ideales revolucionarios sí esconde “fines políticos”.

“Le es útil, pero creo que él también está convencido de que es heredero de esos grandes procesos”, prosiguió.

Ambos coincidieron, no obstante, en que le es de gran provecho a la hora de diferenciarse de sus opositores y los anteriores gobiernos, de corte conservador.

Descrita a menudo como la primera gran transformación del siglo XX, la Revolución mexicana se inició en 1910 como un levantamiento contra la dictadura de Porfirio Díaz y derivó en una guerra civil que transformaría las estructuras políticas y sociales del país.

Entre los grandes acontecimientos derivados del levantamiento se encuentran la Constitución de 1917 —todavía vigente—, la nacionalización del petróleo o la repartición de tierras.

Mirar al pasado para legitimar sus políticas

Algunos de los pilares revolucionarios, como la reforma agraria, están “desactualizados” debido a que el contexto social y los intereses populares son radicalmente diferentes, comentó Hernández.

“Actualmente, la posesión de la tierra es un problema importante, pero no central, como sí lo es un ingreso monetario que esté por encima de la línea de pobreza”, dijo.

Sin embargo, aseguró que López Obrador sí ha puesto en marcha medidas sociales equiparables a las revolucionarias, aunque adaptadas a la tesitura actual, como el intento de controlar el excedente petrolero para emplearlo en sus políticas de redistribución de la riqueza.

“Son medidas de perfil social pero sumamente limitadas, aunque entiendo que el contexto es mucho más complicado. López Obrador jamás expropiaría a latifundistas o haría algo del tamaño de la expropiación petrolera”, contrapuso Illades, quien también es autor del libro “Vuelta a la izquierda. La cuarta transformación en México”.

De las ampollas que ha levantado el papel central que ha adquirido el Ejército a lo largo de su sexenio, López Obrador también se ha defendido con el escudo de la historia.

“El Ejército que reivindica es uno popular, de origen revolucionario. La idea de que el Ejército es como el pueblo desdoblado le funciona bastante bien”, valoró el historiador.

Hernández, por otra parte, enmarcó el protagonismo que han adquirido las Fuerzas Armadas en un intento del presidente de devolverles el prestigio que perdieron durante el mandato de Felipe Calderón.

“No es que esté justificando la militarización del país. Creo que está envuelto en un proceso de reconversión del Ejército para sacarlo del atolladero en el que lo metieron los gobiernos anteriores”, puntualizó.

El futuro de la cuarta transformación

Para que el legado político de López Obrador resista al paso del tiempo y su sexenio sea recordado como la “cuarta transformación”, los expertos convinieron en que todavía se deben acometer medidas de calado en el cerca de año y medio que le resta de legislatura.

Hernández consideró fundamentales dos aspectos: reformar “a fondo” las instituciones del Estado y profundizar en políticas de apoyo social y austeridad que asienten la redistribución de la riqueza.

Illades fue más escéptico e indicó que no cree que López Obrador consiga pasar a la historia por su transformación, aunque incidió que el presidente debería tener políticas más definidas y fijar instituciones que valgan la pena, pues las que ha creado “son casi de caricatura”.

“La llamada transición democrática y la cuarta transformación son proyectos fallidos. En ciertas comparaciones, su legado es sumamente pobre”, subrayó.

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