Los fragmentos de regolito lunar recolectados por la misión estadounidense Apolo 17 en 1972, y que permanecían intactos desde entonces, finalmente han sido trasladados desde el lugar de su almacenamiento en Texas hasta el estado de Maryland, donde serán estudiados detalladamente en dos laboratorios.

Cincuenta años después de ese último vuelo tripulado a la Luna, los estudios se centrarán no solo en la composición del suelo de nuestro satélite natural, sino también en las distintas formas de conservarlo durante décadas. Como señaló el 3 de mayo el sitio web de la NASA, los investigadores compararán las diferencias entre las muestras lunares congeladas y las no congeladas para ver qué método de conservación fue más efectivo a largo plazo.

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En el Laboratorio de Estudio de Gases Nobles del Atlántico Medio ven estas muestras como cápsulas del tiempo. El equipo de este laboratorio perteneciente al Centro de Vuelo Espacial Goddard quiere calcular, utilizando gases nobles, cuánto tiempo estuvo este material expuesto a los rayos cósmicos en la superficie de la Luna y entender cómo cambiaron con el tiempo las condiciones en nuestro satélite natural.

Las muestras congeladas estaban también selladas al vacío desde que llegaron a la Tierra a finales de 1972 y, para manipularlas, los científicos tendrán que ingresar, con las manos protegidas con unos gruesos guantes de goma, a una cámara frigorífica donde los fragmentos se mantienen a -20 grados Celsius.

En el segundo centro al que han sido trasladados los fragmentos, el Laboratorio Analítico de Astrobiología Goddard, están estudiando si las muestras lunares contienen compuestos orgánicos volátiles y en qué concentraciones. Los primeros estudios que se hicieron en la década de 1970 encontraron aminoácidos en algunas rocas lunares. La investigadora Jamie Elsila cree que estos compuestos, esenciales para la vida terrestre, “pueden haberse formado en los suelos lunares a partir de moléculas precursoras, que son compuestos más pequeños y volátiles, como el formaldehído o el cianuro de hidrógeno”.

El objetivo de este trabajo es identificar y cuantificar estos pequeños compuestos orgánicos para comprender la química orgánica prebiótica de la Luna, según explicó la científica.

Transportar los fragmentos lunares desde Texas hasta los dos laboratorios de Maryland fue una operación que llevó años de preparación e implicó “mucha logística y mucha infraestructura”, indicó el tecnólogo Ryan Zeigler. Este científico destacó también que la técnica de manejar y procesar en frío el suelo lunar desarrollada con estas muestras es importante para las futuras misiones Artemis. Después de varias demoras, la NASA tiene programado lanzar el cohete Artemis 1 el próximo agosto.

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