Un equipo de investigadores de EE.UU. publicó este jueves en la revista Current Biology un estudio en el que revelan las causas por las que los pulpos hembra, tras poner sus huevos, dejan de comer y comienzan a automutilarse hasta morir, arrancándose la piel y mordiéndose las puntas de los tentáculos.

Todos los pulpos, por lo tanto, están condenados a ser huérfanos desde que salen del huevo. Sus padres, por otro lado, también mueren pocos meses después.

La corta vida y el trágico final de estos seres ha atraído la atención de los científicos durante años. En 1944 se planteó la hipótesis de que el apareamiento de alguna manera catapulta esa respuesta de autodestrucción a nivel molecular.

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Ahora, los avances de la ciencia han permitido a los investigadores demostrar esa teoría. Los resultados del nuevo estudio indican que el apareamiento parece cambiar varias vías bioquímicas críticas basadas en el colesterol en las hormonas de los pulpos hembra.

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“Sabemos que el colesterol es importante desde una perspectiva dietética y también dentro de diferentes sistemas de señalización en el cuerpo”, explica la bióloga molecular Yan Wang, autora principal del estudio. “Está involucrado en todo, desde la flexibilidad de las membranas celulares hasta la producción de hormonas del estrés, pero fue una gran sorpresa ver que también desempeñaba un papel en este proceso del ciclo de vida”, agrega.

Wang subraya que, entre los humanos, los trastornos genéticos que aumentan el metabolismo del colesterol pueden provocar graves problemas de desarrollo y comportamiento, incluidas las autolesiones repetitivas y los trastornos de la alimentación, síntomas que se asemejan a los de los pulpos hembra en sus últimos días y que apoyan la hipótesis de los investigadores.

Durante varios años, los científicos analizaron la glándula óptica, un órgano pequeño que se encuentra en especies como el pulpo y el calamar, y que ya se conocía que, de alguna manera, juega un papel en la muerte programada de los pulpos.

Este órgano es similar a la glándula pituitaria en los humanos. Se encuentra entre los ojos del animal y está relacionado con el desarrollo sexual y el envejecimiento. Cuando se extrae de un pulpo hembra, la criatura vive varios meses después de poner sus huevos.

Todo parece indicar que, después del apareamiento, la glándula óptica secreta más hormonas sexuales, similares a la insulina y precursores del colesterol.

Dichas moléculas podrían contribuir en última instancia a los sistemas de señalización que desencadenan la muerte. O, tal vez, es simplemente la acumulación de estas moléculas en el cuerpo del pulpo lo que resulta letal, como sucedería en el caso de los humanos.

“Lo sorprendente es que [los pulpos] pasan por esta progresión de cambios en los que parecen volverse locos justo antes de morir”, subraya el neurobiólogo Clifton Ragsdale, coautor del estudio. “Quizás sean dos procesos, tal vez tres o cuatro. Ahora, tenemos al menos tres vías aparentemente independientes hacia las hormonas esteroides que podrían explicar la multiplicidad de efectos que muestran estos animales”, detalla.

Wang y sus colegas esperan seguir investigando para determinar qué otras moléculas son parte de esta intrincado proceso biológico de muerte programada.

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