(SPI).- Enclavada en el sureste de Veracruz, presionada por ocho comunidades humanas que en zonas vecinas realizan actividades de tala, ganadería y agricultura, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, es un reducto de selva virgen en el país.
Con 640 hectáreas, dicha estación del Instituto de Biología de la UNAM, es la última gran extensión de selva en las tierras bajas de México (a 800 metros del nivel del mar) que no ha sido destruida ni talada, indicó la jefa de la estación, Rosamond Coates Lutes. Además, es el área de selva tropical más norteña de su tipo en el continente americano.
Fundada en 1967 (en noviembre pasado celebraron en el IB sus 50 años) por un grupo de universitarios, entre los que destacan Faustino Miranda y Mario Sousa Sánchez, su misión ha sido combinar la conservación y la investigación en un sitio único.
En medio siglo, en torno a este laboratorio vivo se han realizado más de mil 700 publicaciones científicas internacionales, han hecho sus tesis de grado más de 500 alumnos y se han creado colecciones biológicas de miles de especies de plantas y animales, algunas endémicas del lugar.
Aunque el predio permanece igual, las instalaciones de la estación (en el corazón de la selva) han cambiado mucho. “En 1984 inauguramos la segunda sección, que nos permitió tener más personal de investigación e instalar dormitorios para residentes y académicos, además de cocina, biblioteca y salones de clase”, expuso Coates.
Actualmente sólo cuatro científicos están adscritos, pero hay más de 70 proyectos que desarrollan varios grupos del IB y de otras entidades de la UNAM, así como de instituciones foráneas. “Tenemos una buena representación de universidades estadounidenses, unas cuantas canadienses, e investigadores de Alemania, Bélgica y Holanda en proyectos académicos. La mayoría son alumnos de posgrado que vienen a México a hacer sus tesis, se reciben y regresan a sus países”, añadió.
Conservarla, un reto
La Estación Los Tuxtlas es una joya natural de la UNAM. La Universidad tiene cinco décadas ahí y esperamos encontrar cada año nuevas especies que no han sido documentadas, dijo.
Hasta ahora, la colección botánica tiene registradas cinco mil 670 especies de plantas y 680 de semillas; mientras que la colección zoológica cuenta con mil 200 especies de anfibios, mil 200 reptiles, 160 aves, 453 mamíferos y unos 15 mil insectos.
“Cada año hay nuevos proyectos, no sólo sobre los inventarios de flora y fauna, sino de cómo manejar la selva para su conservación”, destacó.
Preservarla es un reto porque hay mucha presión por la ganadería y la agricultura. “La estación está rodeada por ocho comunidades y a cada una le gustaría tener una parte de ella, así que tenemos que trabajar con las localidades; nos vinculamos con los habitantes y les explicamos la importancia de este sitio. Hemos optado por la sensibilización y no hemos sufrido invasiones en los últimos 15 años. Trabajamos con los adultos, con niños en las escuelas y con la gente a nuestro alrededor”.
Los científicos de este espacio universitario tienen programas de educación ambiental y proyectos productivos para la comunidad, que implementan a través de instancias como la Comisión Nacional Forestal (Conafor) o la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
“Es primordial conservarla con la participación de los vecinos; si no trabajamos con ellos y los convencemos de su importancia, no vamos a poder. Los locales son fundamentales y se han ido involucrando con el proyecto”, enfatizó.
Desde hace 50 años, en Los Tuxtlas se han descrito decenas de nuevas especies. “En el área de los insectos e invertebrados son cientos, porque son los grupos menos conocidos y los más numerosos. También, cada año encontramos algo nuevo en la flora, decenas de plantas. En cuanto a los mamíferos, hace poco un grupo redescubrió una musaraña que se había descrito en 1800 y no se había vuelto a ver.
“De reptiles y anfibios no ha habido hallazgos en los últimos 10 años, y creemos que de vertebrados mayores como aves, anfibios, reptiles y mamíferos, más o menos estamos llegando a los inventarios completos”.
Rosamond Coates reconoció que vivir en la estación es impresionante. “Aunque llevo 35 años trabajando aquí, siempre hay algo nuevo que ver”.