Franco González Aguilar

Octava entrega

Traspasé la puerta de mi habitación, no sin antes conversar un rato con Pedro Noriega, un gordo bonachón que administra el hotel y tiene una agradable charla. Nació en Ixtla, Guerrero, pasó su infancia en España y hace pocos años se quedó en Veracruz. Me dijo que el hotel había tenido como huéspedes a Carlota y Maximiliano, Benito Juárez, Venustiano Carranza, Ávila Camacho y otros personajes más.

Me platicó que allá por 1936, en la habitación ochenta y cinco, Agustín Lara compuso el himno de los veracruzanos, la canción Veracruz, una madrugada que llegó hambriento con el vate Castilla, después de cuatro días de parranda, con una guitarra vieja y sin un centavo. A la media noche, ante la insistencia de los bohemios, y por cortesía de la casa, comieron huachinangos a la veracruzana y bebieron cervezas. Ya en la habitación, Lara abrió la ventana, y contemplando la luna cantó el primer verso. Castilla, corrió a cortar un pedazo de papel sanitario, escribiendo en él las palabras que iba soltando el flaco de oro.

Con el sueño venciéndome y cansado del relajo del carnaval, me dispuse a dormir, recordando los versos de Agustín Lara:

“Yo nací con la luna de plata,

y nací con alma de pirata,

he nacido rumbero y jarocho

trovador de veras,

y me fui lejos de Veracruz…”

https://www.youtube.com/watch?v=jagcGMAYxKk

Llegué al Diligencias, a propuesta de Jorge Tadeo, un editor amigo, quien un mes antes me dijo que deseaba estar en el carnaval y pensaba hospedarse en ese hotel. Aprovechando el viaje, me proporcionaría información sobre poesía musicalizada en otros países. Además de ello, vendría acompañado por dos amigas del medio artístico, lo cual era un incentivo adicional.

El hotel tenía un restaurante de comida española, el bar El Estribo y una peluquería. Había adquirido fama años atrás, porque en él se hospedaban los viajeros que cruzaban el Atlántico por barco, muchos de los cuales eran de ascendencia ibérica. Por esa razón, la carta de alimentos incluía entre sus platillos la paella, la fabada y los callos madrileños.

A la una de la tarde entré hambriento al restaurante, por lo que encargué al mesero una paella y, por recomendación suya, un refrescante menyul. La bebida -que se escribe mintjulep- es parecida al famoso mojito cubano y contiene ron, crema de menta, jerez de manzanilla, una buena dotación de azúcar y hierbabuena machacados, hielo frapé y se sirve en un vaso mediano, adornado con una rebanada de naranja. Me agradó tanto, que pedí uno más, así como una natilla con un café americano.

Después de comer, me quedé en la mesa para leer las noticias del día. Había tomado de la recepción, un ejemplar del periódico El Dictamen. Contenía en la primera plana una serie de fotografías del desfile, con su graciosa majestad Memina Herrerías; un reporte de daños por nortes en varios municipios costeros y una entrevista al respecto con el gobernador Marco Antonio Muñoz; pleitos en el barrio de la Huaca; un discurso del presidente Ruiz Cortines en Durango, y el reporte de un accidente de turistas en una lancha que iba a la Isla de Sacrificios.

A continuación, varias páginas con lo siguiente: anuncios del programa de las fiestas del carnaval; un reportaje de la Fábrica de Tubos de Acero; el anuncio de la Fábrica de Puros La Prueba; fotografías de los portales, repletos de turistas; noticias deportivas con fotos de los Tiburones Rojos y del Águila de Veracruz, equipos de fútbol y béisbol que acababan de ganar los campeonatos correspondientes; una entrevista con Beto Ávila, beisbolista de Grandes Ligas; otra entrevista con el futbolista Luis Pirata Fuente, y un largo etcétera.

Pagué la cuenta y caminé a la recepción para preguntar si había recibido algún mensaje. Una de las encargadas, me llamó para entregarme una nota que decía: “El señor Jorge Tadeo le informa que no puede trasladarse a Veracruz, como habían quedado. Igualmente le avisa que en el tren de mañana en la noche salen a México un grupo de poetas a acompañar al escritor Alfonso Reyes, quien recibirá un reconocimiento en Bellas Artes. Le aconseja comprar pasaje y, en el trayecto, abordar a los poetas para intercambiar puntos de vista con ellos. El señor Tadeo lo buscará en el Distrito Federal”.

Desde luego que el recado no era de mi agrado. El mensaje alteraba el plan original; la entrevista con Jorge se había venido abajo; ahora que si quería encontrarme con él, debía partir hacia la ciudad de México. Sin saber qué hacer, salí a caminar con rumbo al malecón, en espera de que el viento y la vista del mar azul me dieran alguna sugerencia. A la altura del Faro Venustiano Carranza tomé una determinación. Finalmente, la idea de platicar con algunos poetas me convenció, iría a México. Encaucé mis pasos a la estación ferroviaria ya que preferí no abordar un tranvía que iba en esa dirección.

Continuará…

 

 

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