A una semana del estreno en la CDMX de Chavela, el documental biográfico de la intérprete nacionalizada mexicana, este film no sólo vino a revivir y revelar las míticas historias de vida y amores de La Vargas, sino también a dar una muestra de la escena discriminatoria del México de ayer y hoy.

El material audiovisual recaudado a lo largo de la trayectoria de Chavela Vargas, con fragmentos de la entrevista realizada en 1991 por la activista australiana Catherine Gund, quien ha trabajado por los derechos raciales, la diversidad sexual, la lucha contra el VIH, la legalización del aborto, la protección del medio ambiente, entre otros casos en defensa de grupos minoritarios. Junto con la cineasta y directora Daresha Kyi, de Los Ángeles, lograron retratar a la Chavela y su libertad intrínseca de vivir.

La figura social que construyó y trajo consigo a México, apuntó a romper cualquier estereotipo cargado de la cultura y costumbres nacionales. Su alcoholismo y amoríos “a voces” con reconocidos personajes de la élite política, artística y cultural se contraponía a la ideología colectiva. Su tan cuestionable tono y forma de cantar, así como la sombra de su lesbianismo, marcaron su carrera artística.

“La Chavela” fue quien cuestionó íntimamente cualquier forma de exclusión social. Pues aunque su principal enfrentamiento fue el hecho de ser “la mujer de pantalones en un territorio de machos”. La lucha de género y preferencia sexual fueron sólo una parte de la suma de factores que dieron como resultado una discriminación múltiple. La apariencia física; color de piel o vestimenta, aunado en los últimos años de su carrera, a la vejez y vicios, menguaron no sólo sus relaciones sociales, sino también su carrera profesional.

Chavela, es esa canción de fondo que las personas prefieren escuchar en privado desde la franqueza y comodidad de la intimidad. La misma que desgarra y se canta en silencio hacia los adentros. Dado a que sus presentaciones con tintes terapéuticos lograban entrar a esos sitios, se abrió paso al respeto y aceptación del público. Quienes pasaban por inadvertido cualquier forma ajena a los principios y estereotipos inculcados.

El documental de Chavela Vargas emplea voces precisas que logran recrear el ser, la persona y cantante que fue Chavela, testigos activos que formaron parte angular de cada momento que, sin imaginarlo fueron el punto trascendental de la vida de este personaje y el México de aquella época. Palabras que parecieran adivinarlo.

“El México de los hipócritas”, como se refieren en la cinta, a la moral de quienes conformamos uno de los países con el mayor porcentaje de discriminación, donde todo está permitido con la única condición de no divulgarse. Apariencias y prejuicios reproducidos como canciones una y otra vez en la sociedad.

Su voz valorada por muchos e irreconocible para otros. Fue otra forma de enfrentar las costumbres arraigadas y a su vez, sobresalir en un país marcado de arquetipos aspiracionales infundados. La interpretación de la costarricense era atreverse a romper con cualquier pensamiento o sentir que no fuera capaz de incluir la posibilidad.

Una intérprete que supo ir más allá de la escucha para hacer llegar su música y traspasar los sonidos hasta convertirse en consuelo. El canto de la soledad, bajo el ritmo de la despedida.

Publicidad