Paciencia y dedicación, son las características que debe tener un tejedor para elaborar los sarapes originales de Saltillo, cuyo proceso implica el pintado de la lana, armar los carretes y usar el telar, donde hasta las matemáticas son indispensables para ello.
Por dicha complejidad, son solo dos tejedores los que actualmente continúan con esta técnica: Héctor Gerardo Tamayo Sánchez y su pupilo David López, quienes laboran en la Fabrica-Taller “El Sarape de Saltillo”, la cual cumplió un siglo de vida (1918–2018) y mantiene el legado de la familia Mendoza-Oyarzábal.
“Aunque a cualquier sarape le dicen de Saltillo, lo cierto es que la tradición de aquí lleva 100 años, lo cual lo confirma un oficio; debe ser de algodón con lana, tiene que llevar los colores de la bandera: verde, blanco y rojo. La artesanía por eso se ha ido acabando”, relató a Notimex el tejedor Héctor Tamayo, de 49 años.
Aseguró que es el único en Coahuila que pinta lana en sus ocho tonalidades, las cuales son las que representan los amaneceres y atardeceres del desierto de Saltillo, y que son una de las características principales de un sarape original; tonalidades que provienen de cinco colores básicos: verde, naranja, azul, rojo y amarillo.
“No hay receta para el teñido, sino que todo se hace al tanteo en cuanto a cantidades y temperaturas, así como mucha práctica. Yo pinto como dos o tres veces al año la lana que nos llega en blanco”, platicó Tamayo.
Hay varios tipos de telares, él trabaja en uno denominado de pedales, el cual asegura no tiene mucha ciencia, aunque son difícil de conseguir las mallas y el peine por donde entra el hilo, que son las aberturas, porque la mitad va en una parte y la otra mitad en otra, lo cual hace que se vaya tejiendo.
“Lo demás cualquier carpintero lo puede hacer, aunque hoy en día se ha modernizado, le ponen una ruedita en vez de balancines, pero esta madera es de encino por eso tiene más de 100 años, aunque pesa mucho”, dijo respecto al telar en el que trabaja un sarepe mediano, de 60 centímetros por 1.20 metros .
Revela que para confirmar que un sarape está hecho en telar se debe ver por los dos lados, de lo contrario, fue elaborado con máquina; en su caso se tarda hasta tres días en realizar uno sencillo, es decir, que no lleve letras, ya que éstas implican un mayor trabajo porque van tejidas.
“Todo me apasiona, desde que voy a hacer un dibujo voy creándolo en la mente y luego lo traslado a la cuadrícula y después al sarape; soy tan apasionado que cuando veo sarape que no es de lana y de Saltillo voy y lo debato, aunque me ha costado muchos problemas”, reconoció.
Desde hace cuatro años, en este lugar ubicado en Hidalgo Sur 305, Centro, también trabaja David López, a quien Héctor le dio clases, por lo que es quien aprende el proceso de teñido; además, cuenta que hay otro compañero que también trabaja con ellos, por lo que son tres quienes continúan con la técnica.
Justo David es quien se encuentra en un cuarto contiguo a la fábrica, a donde llegó desde hace más de tres años, trabajando en una especie de rueca para hacer los carretes o canillas necesarios para tejer en el telar.
Detalla que la enmadejada es pasar el hilo de lana del cono a la madeja, para luego realizar el siguiente proceso y comenta que tarda entre cinco y 10 minutos para hacer madeja, cada una entre 75 y 80 gramos; al día hace como cinco conos de dos kilos y medio.
“Para el lavado se remoja en agua caliente, se deja remojando con jabón y luego se vuelve a lavar; todo este proceso tarda alrededor de dos meses para 40 kilos, llevo hasta el momento 300 madejas, luego se hacen canillas en la hilvanadora que es más chica y de ahí pasa al carrizo y popote”, comentó.
El proceso se hace dos veces al año, ahorita David se encarga de ello porque se desacompletó la gama de sombras que tenían, y es que deben contar con los cinco colores más los tonos y el matizado, por lo que en una misma madeja tienen cuatro u ocho tonos, para hacer el diamante en el sarape.
Héctor comentó que el precio de un sarape depende del tamaño y del material, si es de acrilán, como este hilo sintético viene listo para tejer resulta económico; pero el de lana es más caro, y se incluye en el precio el proceso de pintado que lleva hasta tres meses por 60 kilos.
“Si traen un diseño o logotipo con mucho trabajo se van cotizando por los días trabajados, se pueden hacer retratos y pinturas, hay quienes llevan sus diseños. A veces que salen más caras las letras que el mismo sarape”, confesó.
El artesano compartió que la guía para poner los colores es dejarle a cada sombra 10 centímetros y medio, y en ese espacio introducir los ocho tonos más el negro y el amarillo, para separar los claros, mientras que el primero separa los oscuros.
“Para la cenefa vamos contando, aunque está dibujada ya nos la sabemos de memoria, y si se trata de otros dibujos se plasman en cuadrículas, por ejemplo, uno en el sarape mediano debe ser de 15 centímetros de ancho y 18 picos, cada pico es un cuadrito”, narró.
Por su parte, David explicó que en el tejido el diamante es lo más complicado para él, ya que en ese dibujo se cambian los colores, se cuenta y se anida, y debe ser simétrico, cuando comenzó a hacerlos le quedaba una parte chiquita y otra más grande, y batallaba, pero ahorita ya tiene práctica.
“Preparar el telar es de lo más difícil, poner la base, lo cual se hace en el patio en una máquina que se llama urdidor, se montan todos los hilos de abajo que están en el telar, y se amarra hilo por hilo y luego se mete la tela que es el hilo blanco”, señaló.
“Tengo un hijo que estudia la Universidad, pero no le gusta la artesanía, y una niña de ocho años que ya teje pulseritas; en mi taller en casa ella me ayuda a pintar la lana y a colorear los dibujos, solo que ahorita no alcanza el telar, por lo que adecuaremos uno a su tamaño”, adelantó en cuanto a la próxima generación.