En diciembre de 2016, Indira Rosales San Román fue a una reunión de trabajo en la que dibujó el que sería el programa principal del gobierno bianual de Miguel Ángel Yunes Linares. La espigada y gentil secretaria de desarrollo social, contaba con el poderoso respaldo del mandatario veracruzano y su familia. Meses antes había asumido la coordinación general del gobierno entrante, después de que el político de Soledad de Doblado la presentó como la persona de todas sus confianzas y quien estaría pendiente del proceso de entrega recepción.

La cita con alcaldes del sur del estado se dio en Coatzacoalcos. En ese lugar, exactamente seis años antes, Javier Duarte había presentado su pomposo programa Adelante, una estrategia estatal contra la pobreza, que comandaría Marcelo Montiel, el hasta entonces político más fuerte de esa región, estrategia que resultó un rotundo fracaso y un rico filón para muchos duartistas, empezando por los ávidos marcelistas.

Ante un nutrido e interesado auditorio, Indira anunció que el gobierno de Yunes empezaría de inmediato el censo de la pobreza -casa por casa- que sacaría a los infortunados jarochos de ese triste destino, por nadie resuelto. Ellos, los iluminados de Boca del Río, tenían el conocimiento, las claves, las ideas innovadoras y el deseo vehemente de lograr el cambio ofrecido en campaña por el hombre del estero.

Anuncios

Lo primero que hicieron fue dividir el estado en veinte delegaciones o subdelegaciones. Lo segundo fue definir a los veinte capitanes más leales, e integrarlos a la causa por el primogénito Miguel Ángel Yunes Márquez, a quien ya habían ungido los jefes azules como el siguiente candidato a la gubernatura. Estos 20 capitanes (aunque algunos señalan que en realidad fueron 25), fueron rápidamente insertados en la administración, en puestos bien pagados en diferentes secretarías, y eran gentes con derecho de picaporte y de absoluta confianza de personas como la propia Indira, el Chapito de Tantoyuca, Irán Suárez, Julen Rementería, Pepe Mancha y Alejandro Zairick (el secretario de las cero empresas abiertas y cerradas), entre otros.

Los elegidos, mandos superiores y medios, llevaban en su sangre la sabia del hijo mayor del gobernador Yunes y tenían asegurada una alta remuneración que tendrían que desquitar incansablemente y sin dar motivo a reproches.

El siguiente paso fue el de asegurar la fluidez suficiente de recursos sin complicaciones normativas para hacer y deshacer lo que fuera necesario.  Así fue como dispusieron para ese filial propósito, grandes cifras de recursos de origen estatal y de auditoría interna y local, que antes concentraron entes como el DIF, SEFIPLAN, SEDESOL SEDARPA y SEGOB, fundamentalmente.

Y por si llegara a faltar presupuesto para esa gigantesca operación “para el cambio y el combate a la pobreza”, tendrían a su disposición los cuantiosos recursos federales del fondo para la infraestructura social FISE, que la norma oficial autoriza aplicar sólo en zonas de extrema pobreza.

Ya resueltos esos detalles de cúpula, el yunismo entero empezó a limpiar las oficinas públicas de indeseables: primero, todos aquellos identificados como duartistas, después, los empleados que quedaran, fueran estos buenos, regulares o malos, el objetivo era tener plazas disponibles; por último, todos aquellos catalogados como aviadores o compromisos políticos o periodísticos, que sólo se presentaban a cobrar sus dividendos de nómina. Los reportes de prensa han hablado de 12 mil despedidos en los primeros dos meses de gestión (desde oficiales administrativos y secretarias hasta conserjes y operarios).

Ya con la mesa puesta y plazas y presupuestos libres y a disposición, el comandante supremo nombró a uno de sus cercanísimos como su comandante en tierra: el ambicioso Ulises Alarcón Osorio, a quien oficialmente designaron primero como Coordinador de Asesores de Indira y después como Subsecretario de Desarrollo Social de la Sedesol.

Es claro que para esa magna operación de combate a la pobreza, el aplicado Ulises requeriría el sabio y práctico respaldo de sesudos alfiles dispuestos a todo, y también a dos mil quinientos (algunos afirman que fueron tres mil)  peones de confianza y afinidad moral tipo hermandad, que caminarían el territorio sin dejar jefe de familia sin visitar y convencer.

Este entramado se contará completo. Mañana, más papeles secretos.

Publicidad