José Antonio Flores Vargas

«Fíjate de cuál vino beben los locos» es el primer verso de un poema de Orlando Guillén [Acayucan, 1945] que Palabras Claras tuvo la primicia de escuchar en forma de canción a ritmo de rock. A partir de ahí surge la urgente curiosidad de conocer la obra de este gran poeta veracruzano que vive en Barcelona su peculiar destierro voluntario. En esa poesía (musicalizada), escrita en su juventud, Guillén auguró la situación actual de México (y, claro, de Veracruz), donde los jinetes del Apocalipsis parecen haberse enseñoreado.

Buscamos la obra de Orlando Guillén en librerías y bibliotecas de Xalapa y Veracruz, y sólo encontramos dos o tres textos que indican la poca difusión que ha tenido en su propio estado natal —y en su país, hay que decirlo. Cuestión comprensible (no justificable) si consideramos el estilo transgresor del poeta que se percibe en todas sus líneas y mueve conciencias y subconciencias, y los caminos paralelos que siguen la persecución política y la envidia.

Insistiendo en la búsqueda de su poesía y su persona lo localizamos en Barcelona y contactamos con él vía correo electrónico. En ese primer contacto prácticamente rechazó cualquier intento de entrevista. Tras algunos correos más, accedió a ella, no sin antes aclararnos que no permitiría ningún tipo de censura. «Le entro, pues, pero no cambies comas, palabras, ¡nada!», nos dijo tajante, y poco tiempo más tarde contestó por escrito nuestras preguntas.

Después de leer Tururúctuc y El Viejo del Amor (cuyos archivos nos hizo llegar gentilmente), de llenarnos de sabiduría y de asombro y de pasar de la reflexión a la risa gracias a la densidad dúctil de su lenguaje [menguaje lo llama él], reconocemos que México tiene en España un poeta enorme, que habla lo que los mexicanos y veracruzanos prefieren callar y que nos susurra con sus versos el amor que le guarda a su tierra y a sus paisanos.

Podemos decir que Orlando Guillén es un poeta de intensidades maldita y bendita al mismo tiempo, oculto y brillante, que puede hacernos vivir la muerte y conocer la muerte en vida.

He aquí las respuestas —sin censura, naturalmente-, a las preguntas que le enviamos a este gran poeta veracruzano:

De los poetas en lengua española, menciona tres primeros que prefieras.

Antes que ninguno el anónimo de las canciones del Romancero —fuente o proceder del canto de la lengua: el pueblo cántaro cantante, el espíritu poeta del pueblo que entre ritmos latinos, gene gutural ibérico inflecto y sonoras sazones de nación en el tiempo la inventó llana pero vestida y alborotada, y enseguida la revistió virtuosa la musa moza árabe: mimbreando y desmimbreando oscuridad de sintaxis y ocasión de sonido en todos los sentidos sensorios sentimentáridos del pensamiento en verso y prosa naturales, y eso los dos: el pueblo y la moza… Entre los que firman impertérritos de risa de caballo lo oscuro, Quevedo. A trote de centauro y cascos de nenúfar —breves del triunfo de la vida amorosa que se da de bosque la muerte-, Rubén Darío. Es, además, de la lengua, el alto, hondo y desgarrado muñón injerto, ¿cítara pero contrabajo de todos los registros?, que pueda músico tañerse —de oro de lago y mar en la frente de la luz desolado de alma oscura, conciente trágico y enamorado sentimental profundo… Lo demás, Díaz Mirón abajo «un vil zopilote resbala», ya es estricta poesía contemporánea, «tendida e inmóvil el ala»; de ahora poco, vaya; sin el pacto semillar de la pátina, resbala tiempo de los espacios…

¿Cómo sientes que ha evolucionado tu poesía desde «En busca del lenguaje marabusino» hasta «Tururúctuc»?

Menguaje, no ‘lenguaje’… Te lo digo porque te corregí y te corrijo: «En busca del menguaje marabusino» no es un libro, un canto; pero no importa: es una sección o ciclo de «Versario pirata», o sea: poesía de juventud. Tu pregunta abarca de entonces a la fecha y eso es una vida; no veo por qué limitar en «Tururúctuc» una evolución poética inquirida en clave de fa y fe de vida —en todo caso, mi último libro publicado es «El Viejo del Amor» y no «Tururúctuc»-; y sí veo por qué recomenzar por el principio de desasosiego, descarpado del otro principio precipitado al depósito de las adolescencias lampiñas. En esto, eso no más… «Menguaje» es palabra que alude a la incapacidad que se siente del lenguaje natural para expresar en poema el suceso espiritual de la poesía con equivalencia verbal absoluta a la cosa; alude a la palidez menguante objetual del poema escrito frente a su origen vivencial espiritual —sonoro como fracaso… Está bien tener de estos fracasos, pienso ahora, no entonces porque entonces no los tenía. Me recuerda algo similar a esta idea inapelada el ‘concepto’ «correlativo objetivo verbal», que de las praderas sombreadas de Hölderlin me parece abstrajo a la poesía catalana Riba, donde popoca y mengua, y del cual tuve conocimiento mucho tiempo después. Es abstractonita trágica, como todo lo que no tiene remedio. Dejémoslo ahí… «Marabusino» es adjetivo por dentro a lo expresivo menguante sustantivo. Viene de mar amarga, y de ‘mara’ (¿en arameo…?): amarga, y de Mara, y apocopa maravilla gambusina como Mara apocopa Mariana, maravilla amarga. Así lo que busca el viejo que fui de joven y encontrará quizá el joven que seré de viejo es única ella la palabra entendida herramienta encantada y en espíritu encarnada a maravilla —que igual se quedará vieja de oro ante el hecho poético experiencial del espíritu, único también, pero será pura y brillará pertinente en el canto rotundo de la especie, en la canción de lo humano, o… pura y todo, valdrá para un puro y celestial carajo, y a todo tiempo te la estás jugando… Desde la mirada del estilo y del pistilo a la flor es asunto de estilo en solitario, y se cimbra corola y estambre de forma desde la mirada nomás del pistilo. Es por tanto alcanzable en la medida de una entrega de vida de una persona artista que sabe, porque sí, porque lo hace, nacer y retoñar; este largo lapso experimental agota la fe de juventud y se encanta de que se desencanta en «Rey de bastos», «El costillar de Caín» y «Tiempal» —poema que cercena las patas de esta andanza… Atañe a la forma sabroso y así queda suscrito, pero la forma no es separable del contenido. Y el contenido, su mutuo, es la vida, el tiempo, el sueño, el amor y la muerte de lo cósmico y humano en la verdad y la belleza de lo que existe y es palpable, y de lo que existe y no lo es pero es («¡Contundente!» —dijo puño convencido en alto el profe Oliverto convincente) la vida del espíritu —inseparable de la temporalidad del sujeto artista que la deja en obra palpable y pasa por los escombros de su propia temporalidad…; y es esa toda la gracia de la ‘originalidad’ humana de menguante maravilla ser poeta oriundo… Este lapso experimentado en la Realidad no menos inseparable —bella si cabe más-, compacta criba acribillada chorreante: es toda una época funesta, viscosa, sangradora a púa, criminal enamorada del dinero del amor, y lueñe del amor en caballejo andante que carga a los muertos, pero de él también como su parte que ama si es que odia; o sea, ‘contexto’ contemporáneo: sigilosa atrocidad de ser humano entre seres humanos, sangrantes cuando no sangrientos, civiles paramilitares o en plena guerra las cabezas cortadas en sal de salariato… Todo esto es racimo relacional perecedero (sin luz ya en el refrigerador el trafique de órganos y la cámara de los genocidios de todos modos apestosa), como todo lo demás que me callo o digo —y de tanto en tanto hasta mártir. De allí que este lapso vaya de lo lírico a lo dramático-lírico, regrese a lo lírico en canto de infancia («El ansia de la pandorga») y pase al relato y la novela líricos enfrentando tiempos y diversidades magasmegas de lo humano en canto desarrugado como maga pasada por las varitas de los magos hostiles a partir de «Funda sobaquera», «Tururúctuc», «El Viejo del Amor», y en La Mina que estoy en ejercicio vacilando en Lámina

MaquetaciŠn 1

Uno de tus temas recurrentes es la muerte; de eso, ¿qué nos puedes decir?

Que no es un tema recurrente sino una recurrencia. Una constante no más alargada que la sombra del amor o el canto a tamaño natural de la Mujer Tamaña. Esas cosas están ahí. Son cosmos. Es normal aparente lo aparente anormal: la poesía es vida, y vida y muerte comparten la entrepierna mutua de engendrarse. De hecho, igual que mi infancia que sólo una vez ha sido sustancia específica de canto [«El ansia de la pandorga»], sólo una vez lo ha sido la muerte entre mis versos —pero no es de ñapa simultánime ser allí un tema de vida que, antes de un nacimiento entre mis nacimientos: el de mi hijo, escribo para recibirlo; quiero decir «Un muerto rema rayo abajo», que todavía es cosa de juventud… Mi poesía es sombría porque la humanidad y la mía que canta lo son, y así la recurrencia de la muerte más bien es pura realidad minúscula, a lo mejor teatrio de masas en la recámara de los sesos.

¿Tu poesía te llevó a España, o tú la llevaste a la península?

Qué vas a llevar o a traer tú… La poesía ya está ahí por designio cósmico. Porque el cosmos mismo ya estaba ahí cuando llegamos a él poetas y sastres y los amantes desbalagaos que buscaban güevo y güeva en caguamón y en caguamilla. Vivo mortal e inmortal, ya estaba ahí. Como aquí en la zona meso de América: la entidad olmeca lo supo a lo largo de su tiempo [y así lo expresan parlanchinas calladas, enloquecidas de gusto a lo pétreo sus monumentales cabezas vivas], y así en todo lugar cosmos es lugar y es lo mismo. Es el misterio original el origen poético del estar sin circunstancia; e igualita que el cosmos en su estar, no tiene origen alguno que podamos alcanzar mortales la poesía; allí por donde nos movemos, ya estaba ella allí…; y hasta eso de que ‘nos movemos’ en ombligo de muchacha acota: sólo a veces, cuando más ciegos y sordos de ver y oír sin entender cantamos o callamos de lo iguales… Hablemos realmente del planeta Real y nos quedamos egochiquitos en placenta de cómica. Las patrias son incidentes jurídicos fictos geopolíticos en el tiempo solar militares, muy posteriores a la poesía, que ya estaba entera en las tierras esas que hoy las limitan a misil y otras gracias misantrópicas o las muran y minan; en la vida homínida propiamente, abundante y preciosa en todas las lenguas y también endenantes que ellas; y esto es así naturalmente en el dron Iberia que en Acayucan. Tres o cuatro lenguas por cierto se hablaban en mis días de niño y creo que todas hoy conservan usuario menos yo en la miniurbe —asoleándose ella en hamaca de las que hacen los presos entreverando verdes y rojos rojizos-, del sur y aledaños, y me las llevaré conmigo al otro barrio de recuerdo: miniurbe de lo verde vieja alegórica, avara y tan a lo suyo en rojos de la tarde permisoria tanto hasta los ocres amarillos que ella misma le barniza los rayos. Traje mi poesía o vino conmigo, sí, porque va de capa de hule conmigo —pero había ojos avizores poéticos que ya la conocían de antes, oscurísimos augures arrugados y obesas hadas anticuarias de lo porser…

¿Desde dónde viene tu poesía?

Desde donde vinimos, del útero universal pariente. Mi poesía viene de Acayucan; es de Acayucan igual a mí. Yo soy de matrias, como fui de patrias cuando no conocía diferencia (¡«Ay, la Virgen…!»…); porque es demasiado ceñido a propósito de dominación el tejido ideosocial de la mentira territorial ensartada en ojo de aguja de verdad de fe de niño (piensa nomás en la idea de Dios), y me costó saber que la patria es un engaño igual que la religión: un timo fantasmático del poder y de la pasta, y de la guerra geopegote, o un mero fantasma Belicario [Domínguez] o, al porpeor, espectro de fantasma ideológico ideologizado a modelo ‘somos raza dominante, los amos de adentro y de afuera y tenemos con qué’, y, suma sumando, digamos: de quién son si no las, desde luego recientes naciones, hijastras de infame inversión en ocupación militar exopotenciaria («Lo siento, aldea arrasada, pero ¡a poner los muertos!» —dijo la industria armamental del lobi de La Industria Nucleada, ejemplificando, y súbita embijando esto que digo lustrando), frente a las viejas tierras de los que la viven y la trabajan desde que hay memoria sol a sol, y ¡patriotas los muertos, güey…! Lo que existe son los pueblos y su matria y los expresa el genio de su cultura. En lo que me late a pecho y para no confundirme ni confundir, valga saber que «yo escribo siempre en el Acayucan abstracto y sentimental que revierte Utopía mi lugar de nacimiento», cosa que me acuerdo que le dije fijando campo y lugar y a pregunta expresa a José Luis Ortega Vidal —amigo periodista, veracruzano por no decir jarocho como el son y como tú o como yo. Tampoco voy de apátrida o de renegao por estos mundos geogemelos; simplemente soy un poeta de mi lengua y, desde ella (que tampoco de ninguna geodivisoria lingüística es frontera sino nexo de diversidad), de toda humanidad si de veras lo es y donde mea ahí caga.

¿Cómo defines tu poesía?

No la defino: es poesía. Como yo. No tengo que definirme. Soy.

¿Cuál consideras tu obra más lograda?

No ‘más’ —ni ‘menos’-; nomás lograda; no hay competición alguna de orden espiritual: toda etapa es vida de creador. Fuera de la chamaquidad adolescente, equivocación en llama bruta de la materia existencial, todos mis cantos a partir de «Versario pirata» se han logrado, se han dado en su circunstancia, en su exigencia, en su necesidad de momento creador, o los he logrado yo, como quieras, que, a buen logrador, «poco logro, dos veces logro». Siempre tengo por lograr aquello en que ando ocupando lugar. Ahora mismo lo por lograr se anda o lo ando logrando a filones: «La mina Eliçavet», y cuando se logre lámina la mina te vaçilé animal.

¿Qué le dices a México en tu poema «Tururúctuc»?

Tururúctuc. Todo lo que dice «Tururúctuc», y algo inconcreto en lo inconcreto en escritura. México no es un destinatario asignado si bien su presencia en el poema más allá del mito fluyente y constante es trasfondo de crimen organizado del poder y los intereses pelones con las manos en la sangre de la masa inerme y en la caótica impune movilización mercante del imperio y sus caldos criollos criados en cultivo férvido que ya no caben de los muertos a cuerno de chivo (ni expiatorio de rebaño político, policial, o militar o)… La inteligencia y la sensibilidad humanas en sus sujetos andantes bajo la pamba de los astros abstractos y las realidades andadas son los destinatarios concretos de la poesía —entes espirituales de dedos labriegos que acabarán poniéndola por mí pinta en polvo en la Realidad operaria.

Maquetación 1

¿Qué has encontrado poéticamente hablando en la que ahora es tu segunda lengua, el catalán?

Gordon Ross me dijo que yo en Cataluña he encontrado un continente. Más bien creo que he encontrado un contenido de muchos contenidos espirituales y un múltiplo de identidad secreta. Uno de aquellos es la lengua catalana, en lo poético para mí fuente de música y sintaxis de inagotable conocimiento y pasa que se mejora la mía. Son primas hermanas y cuando se prestan servicios se aconchaban agustín. Hete a mano el son jarocho ‘Los Enanos’: tan bonito él cuando lo bailan primos hermanos. No es una segunda lengua sino otra lengua para mí que me sostiene en la mía por igual; ya quisiera, pero yo pienso y escribo en la mía-mía acayuqueña y demás, y mi dominio de la catalana es tangencial a mi obra; una presencia crecida y fructuosa más que creciente, que también, a veces. Se incorpora puntual últimamente a mi escritura porque ahora vive en mí en alguna de mis intemperies espirituales y acude al llamado poético. Otro contenido que he encontrado es, claro que sí, la poesía catalana en peso; y, en especie, la poesía catalana del siglo XX —a la cual, en tarea de servicio traductoral que estoy ahora mismo coronando en edición Le Prosa virtual [®] y pronto se verá en todo su esplendor de alrededor de 20 libros enteros en un solo volumen de autores clásicos ya: horita, en este preciso tiempo lector de poesía y moridor en sangre-, he dedicado (ahora más que menos) la mitad de mi vida creadora. Dejará entre nosotros de ser bestia magnífica desconocida pronto, quieran que no protopública y por lo tanto virgen después de parir inédita, decía, en castellà de Acayucan, y digo, a pesar de los miserables cuentahabientes de cultura oficial y editorial (en su momento en dos extremos geopoéticos; resto uno y queda uno; cuando reste dos quedará una: la poesía catalana del siglo XX), que pretenden seguirla y la siguen ‘desvaneciendo’ y ‘ocultando’ pero se la sudan hasta secuestrándola. Cap poeta de cap llengua és invisible…  

¿Qué recomiendas a alguien que empieza a escribir poesía?

Que mejor no lo haga si no nació para tanto y tanta carga, y recuerde a Cervantes por la lépera y sensata razón de Sancho: «oficio que no da de comer no vale dos figas», que es el caso.

Noche sin noche fulgorema día

Orlando Guillén

Acabemos

En un periquete. Atinemos

A la bolsa

Eminente de los bancos de sangre

En el corazón

De las muchachas

Que nos desprecian

Por pendejos de otro

Más pendejo

Todavía

O por capricho

O por lo que sea. Eso

Es lo de menos.

Con balas de plata

Será el fin de los vampiros.

Y el fin de los banqueros

De la bolsa sangrienta,

Por añadidura.

Si después nos atinamos,

Justicieros

De nosotros mismos,

Será el fin del afán. Fin

De año como fin de mundo.

Qué digo plata: Aleluya

De oro puro. Adiós a la usura

Y al crimen de los machos

Muchos

Y las mujeres traidoras

O cabronas.

El amor que arree.

La guerra

Que se la pele

Sin soldados de ambos bandos

O que se atice con quimeras el culo.

Da pena y de la chingona

Veracruzana

Tener

Que prolongar

La primera fila,

Chorreantes de manteca de cochino

Como tacos de canasta.

Llorar o padecer, esa es la cosa;

Esa

La «alternativa»

Que te dejan.

Ergo: morir

Y matar es la cuestión.

¿Argumento?

¿Razón? No viene al caso.

Estamos

Hablando de hechos. Deja

Pasta, pero no me dirás

Que tiene prestigio

Sellado por la barrica

De los siglos

Ni sangre en qué chuparse muerta

La egoteoría del vino

Del enfrentamiento

Sin cabeza de las 2 grandes

Diversidades

De la especie. Y qué. Estamos

Hablando de pasión

Y ego en bruto.

Sangre de Toro

Sin tregua

Y sin cuartel,

Como la revolución

Permanente. Incluso podría ser peor.

Se puede matar con leche

De verga y sangre de óvulo

Liminar. Alhóndiga

Que revienta. Vida que caerá

Redonda de su peso.

Ardor en las entrañas

De las muertas,

Como un baño árabe por dentro

Caliente y reconfortante.

A menudo acaba atravesada por el anzuelo

La verdad oculta.

Pájaro que aparece al abrir la ventana

Fue profeta en su tierra.

No es más que la mitad de la mitad.

Sus acciones carecen de nombre;

Su tempestad, de rayos gamma.

Salen del café para ir al baile

En la discoteca

Donde Stevenson pasó sus últimos días

Alternando las vueltas al derecho y al revés

Como en el baile de la cebolla,

En compañía de un cadáver de mujer

En el maletero.

Mujer de Cadaqués,

De Barcelona,

De Girona,

Empieza a sudar.

La tirria de tan absoluta levanta

Ampollas;

No de la mano

Sino de los dedos

Alrededor del gatillo.

La mitad de la mitad de la munición

Acumulada en el rencor,

En la frustración,

El desencanto

Y en el granero

Será más que suficiente.

Reflejo por el retrovisor

Y de reojo.

Se ve hasta

La sombra de tu pánico.

Se ve cómo

Se escondían debajo de la falda

De la abuela:

Agradable,

Apacible, alegre como Belcebú

La abuela.

Posee un par de ovarios «en consonancia

Con el resto del equipo». Piénsalo:

Si la abuela

No está colgada,

Tampoco puede correr. Su radio

De acción

Carece de rectitud, y es fácil

Presa de su grito.

Necesita un buen palo para

Aguantarse por arriba. La dejaremos,

La dejaremos,

La dejaremos hacer.

Tiene interés en ser el último suicida

Y así lo hace constar.

Se agradece que el género

No le importe para el potente plural.

Pero

Que no

Escurra el bulto.

Que

Termine la operación.

Hacer el muerto

No es de gratis lugar común.

Por tanto

Hay que estar atento

Hasta la consumación de la consumación.

La primera de la cola. En Ucrania

La tienen negra.

El palo de la autoridad

Destruye completamente, pero

Protege los cascos de los caballos

De Troya. Lástima que relinchen.

Es más que útil para

Fabricar homónimos

Y heterónimos

Cuando no apodos

A la vida y ponerle cuernos

A la muerte antónimos.

Insinúa excitantes experiencias.

Haz un nudo corredizo,

Señora, en forma de pajarita

De frac.

Comerás como una vaca

Pan rallado pastando al aire

Por las vigas verdes del cobertizo.

Un gran envite

Al corazón de la felicidad,

Capaz de levantarse pero no de andar

Ciudades separadas

Por un paso de cebra abisal,

Y listo.

Palabra de escritor.

[De «Tururúctuc»]

 

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